UN PROYECTO SECULARIZADOR

Ahora reina la insolencia y la reprobación;

Es tiempo de ruina y de violenta cólera.

I Mac 2, 49.

EL PROBLEMA

Con las palabras que he tomado como exergo se despidió de la vida ante sus hijos, el sacerdote Matatías, cabeza de la familia de los Macabeos (por el hijo más famoso, Judas, cabeza de la insurrección anti antioquena). En el periodo de implantación de las leyes por el rey Antíoco Epifanes, heredero de Egipto, y además del territorio donde se hallaba el antiguo reino de Judá, conquistado por el famoso Alejandro Magno. Con estas medidas se trataba de extender la cultura y las costumbres griegas, incluida el politeísmo religioso. Así creó algo así como una nueva era cultural de ámbito mediterráneo, el helenismo, al cual se adhirió la naciente Roma, lo que contribuyó a su extensión.

Un mundo nuevo, con pretensión universalista, es lo que significó el helenismo para el “Universo” de la época, pues lo que se consideraba “mundo” era el ámbito mediterráneo. Y esta pretensión “globalizadora” es la que propugna el plan que se ha adueñado de todas las actuales instituciones internacionales, ONU y sus organismos (OMA, FAO, ODS, UNFPA y otros), EE. UU. y la UE. Este plan tiene como principal instrumento la ya famosa Agenda 2030, que contiene los objetivos de este plan y los medios para conseguirlos. La pretensión de la Agenda sí que tiene verdadero carácter mundialista, pues sus objetivos no se limitan al ámbito de lo que se conoce como Occidente, sino que, como instrumento promovido por la ONU, busca abarcar la totalidad de los países y territorios que integran al globo terráqueo.  

Estos objetivos implican la implantación de leyes que adopten todos los países, con el fin de conseguir los resultados que se pretende. Como expresión más sobresaliente de este proyecto mundialista mencionamos la resolución aprobada en septiembre de 2015, mediante el voto afirmativo de 193 estados miembros de las Naciones Unidas, en la que reconocieron que el mayor desafío del mundo actual era la erradicación de la pobreza. Para conseguirlo proponen 17 objetivos y 160 metas. Sin embargo, el único objetivo real, que afecta a todos los Objetivos para el Desarrollo Sostenible (ODS) no ees otro que el control de población, propuesta que se traduce en la implantación del aborto y la esterilización masiva, medidas claramente contrarias al principio universal del derecho a la vida y a otros derivados de la fe cristiana.

Estamos, por tanto, ante un proyecto que choca de frente con la fe. Se está promoviendo, como medio para lograr un nuevo orden mundial la implantación de una serie de objetivos que implican la eliminación de toda referencia a los valores que tienen como base el concepto y sentido cristianos del ser humano y de la sociedad. Estos valores han impregnado las leyes de la práctica totalidad de los estados y gobiernos del mundo, difundidas desde el ámbito occidental y aceptadas incluso por estados en cuyos países existe un sentimiento religioso diferente. En este sentido cabría mencionar el confucianismo en el área japonesa o el brahmanismo en el amplio espacio de la India. Y ello a pesar de la relevancia de otra convicción religiosa ampliamente difundida, como es el mahometismo, algunos de cuyos principios chocan abiertamente con los del cristianismo, como por ejemplo, los relativos a la consideración de la mujer.

SECULARIZACIÓN Y FE

Lo que pretende el intento secularizador (término derivado del latín “seculo”, que se traduce por “siglo”), es configurar un mundo perceptible sensorialmente, organizado y dirigido por el hombre (ser que se estima autogenerado, como el resto de las realidades), sin la menor referencia a cualquier realidad trascendente. Estas se ven que como exteriores y ajenas a la ciencia humana e incluso como ficción producto de la imaginación o del idealismo filosófico, que se “fabula” con la intención de resolver o superar estados de conciencia afectivos que pudieran perturbar el “sano desarrollo” del ser humano.

Esta actitud mental y existencial choca abiertamente con la concepción de la persona y del mundo derivados de la religión judeocristiana, en la cual toda la realidad perceptible, tanto inanimada como vital, es resultado de la acción creadora de un ser supremo inmortal existente fuera del concepto “tiempo”, y estos seres tienen su origen en la acción creadora de ese ser al que se denomina “Dios”.

La relevancia que supone este proyecto secularizador suscita múltiples cuestiones que afectan e implican a las personas y a las instituciones que componen la sociedad en su conjunto. Son tantas y tan diversas que no podremos agotarlas, pues, además, de varias de ellas surgen nuevos planteamientos que aumentan la complejidad del asunto. No obstante, algunas van a ser objeto de esta serie de artículos que abrimos con el planteamiento básico de la cuestión. Advertimos, para evitar ciertas expectativas, que no pretendemos entrar en aspectos técnicos, que, en buena parte no dominamos. Nuestro propósito es relacionar siempre el asunto a tratar con su trasfondo derivado de la fe cristiana y de su vivencia por parte de personas e instituciones.

Así pues, quede aceptablemente definido el objetivo que nos insta y el porqué de ese objetivo. Estamos abiertos a cualquier sugerencia o interrogante que lo escrito pueda suscitar entre los lectores. Será recibida con toda atención e interés y damos anticipadamente las gracias a sus autores. 

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