Soy María Elena López de la Cuadra y actualmente tengo 56 años. Tengo una hemiparesia derecha de nacimiento, una parálisis cerebral. Esto no me ha impedido realizar mis estudios de Jardín de Infancia: Técnico Especialista en Jardín de Infancia (FP2), además de una diplomatura de tres años. Magisterio por Educación Infantil, en Sevilla. ¿A nivel motor en que repercute? en una pequeña cojera, un pie equino varo y la mano y brazo derecho con menos fuerza; a nivel cognitivo, en dislexia y déficit de atención. Aprendí tarde a andar, leer, escribir. Pero me encanta leer, escribir y pintar. Tengo publicados un cuento infantil “Un hada paseando por el campo” y un poemario “En lo más profundo de mi ser”, y otro cuento en la editorial, a punto de salir.
Soy sevillana y vivo ahora en Úbeda (Jaén). Vengo de una familia que me introdujo en la fe católica, a través del bautismo. Estoy confirmanda y viví mi fe en Sevilla a través de las juventudes de Acción Católica en mi parroquia de San Joaquín y en el movimiento de Los Equipos de Nuestra Señora de jóvenes. Mis padres estuvieron en el de matrimonios. Me crie en una familia de clase media, con padres y tres hermanos, comprometidos con la fe católica. Mi hermano pequeño y yo colaboramos con la ONG Intermon Oxfam con la que sigo colaborando desde hace treinta años al igual que con Aldeas Infantiles. Trabajé en el pabellón de la Santa Sede en la expo’92’. Como educadora en la asociación Nuevo Futuro y cuidando niños por casas. Trabajo actualmente en la consulta privada de psiquiatría de mi hermana desde febrero del 2006 en Úbeda.
Vengo de vivir un Cursillo de Cristiandad. El 332 en la casa de espiritualidad San Juan de Ávila. Ha supuesto un reencuentro con Jesús, en mayúsculas. Lo he vivido desde el primer día que pisé la capilla y literalmente me derrumbé en un llanto que cubrió mi rostro y mi corazón. Fue un cúmulo de emociones, pues lloré a lo largo de todo el encuentro.
Ha sido muy intenso. He sentido su acogida y unión. La de una gran familia que vinimos a lo mismo, a descubrirnos como Iglesia, como comunidad y crecer en el amor de Dios. Yo hasta ahora, aunque en Sevilla me sentía comunidad, por medio de los Equipos de Nuestra Señora y en mi parroquia, en las juventudes de Acción Católica, siempre viví la fe en esos grupos y desde mi corazón, en solitario, por medio de la meditación. Pero luego al irse casando y teniendo niños, los amigos de mi grupo se dispersaron por lo que me desligué de ellos y más al mudarme a Úbeda.
Aquí en Úbeda, me centré en adaptarme a la ciudad, a mi nuevo trabajo, al clima y sus gentes y encontré mi afición: pintar. El trabajo, pintar y el gimnasio, ocupaban por entero mi vida. Y a Dios siempre lo llevé en mi corazón. Y en el 2012 me volví a encontrar con el Señor y “descargar mi mochila” en el Monasterio de Buenafuente del Sistal en Guadalajara. En mis vacaciones de verano desde entonces 8 ó 10 días hacía unos ejercicios espirituales allí con Ángel Moreno. Hasta que empecé Psicología en la UNED. Y ahí empezó mi debacle que se juntó con la pandemia. Viví primero en el trabajo, luego en casa pintando y estudiando. La pandemia, menos pintar que aunque se habían cortado las clases en la escuela de pintura, lo podía hacer en casa y las clases online de la UNED. La pandemia me cortó el ritmo del gimnasio y la psicología, me cortó las idas a Buenafuente por los exámenes de septiembre y salvo algún retiro de Semana Santa en los frailes de Úbeda, alguna escapada a los carmelitas de Toledo, vivía mi fe en soledad, sin comunidad y es lo que buscaba desde el principio en los Cursillos, una comunidad.
No solo a Dios se le busca dentro de ti, en el silencio interior. No solo a Dios se le busca desde mi nada, para llegar al todo, sino en el compartir, en tu comunidad.
¿Pero, cual es mi comunidad?
Hasta ahora creí que era mi familia y amigos. En Sevilla mi parroquia, y el movimiento de los Equipos de Nuestra Señora, pero aquí no encontré comunidad, ni iglesia, con quien compartir mis vivencias y experiencias de vida. No encontré comunidad.
Estos Cursillos me han dado respuesta a lo que buscaba. Y me he metido en ellos desde el momento que pisé la capilla y ahí me derrumbé y la emoción me pudo y lloré, lloré como hacía mucho tiempo que no había llorado.
¿Pero, que es comunidad…Iglesia?
Pues Iglesia somos todos y tengo que encontrar mi lugar en ella. En el Cursillo me fueron dando herramientas que me fueron sirviendo para pensar, pensar que también tengo un lugar en la Iglesia donde compartir mi fe y que esta no se vive en solitario sino en comunidad.
Yo oraba en meditación. Leyendo la lectura del día y un salmo con una música suave y desde mi respiración.
Para llegar al Todo desde mi nada. La nada de mi silencio interior, de vaciar mi mente de todo pensamiento recurrente hasta llegar al Todo que es Dios, pero ahora debo compartir, porque soy iglesia.
Aquí he visto la presencia de Dios en cada uno de los componentes de los Cursillos. Aquí he visto la luz de Dios en sus miradas.
Y cuando vi a Dios allí me derrumbé.
Este Cursillo ha supuesto un crecimiento en el Señor. Han sido unos días muy especiales para mí, únicos, que no vivía hace muchos años y me atrevo a decir que nunca. Dios es amor y así lo sentí siempre en mi corazón. No me soltó nunca de la mano. Pero traía una “mochila” muy grande de casa, aunque sabía que Dios me amó desde niña, porque sí ¿Por qué no decirlo abiertamente?. Dios perdona, pero ¿Yo me perdono? Nosotros somos nuestros jueces más duros. Pero el perdón es posible. La sanación de cuerpo y espíritu es posible. Ha sido un cúmulo de emociones. No he dejado de llorar en todo el encuentro. Ha sido una experiencia liberadora, sanadora, de cuerpo y espíritu. Me he sentido, acogida, tratada como un igual, para nada sobreprotegida, ni que sintieran lastima, ni tratarme diferente, sino como una más del grupo.
En el segundo día se habló sobre el trípode: La oración, la formación y la acción. Para mí el segundo día fue el día del perdón con mayúsculas. No solo el de Dios hacia mí, sino el de mi misma. Las cicatrices están ahí, porque aunque la herida sane, queda la cicatriz de la operación. El perdón es la operación que hace Dios en nosotros, él nos sana, pero la cicatriz está ahí, de la herida que nos hicimos. Late en nuestro corazón y espíritu. Pero ese día vi el milagro en mí. Me sanó. Ahora tengo que cuidar mi cicatriz, con Rosa Mosqueta o con Cristalmina y que no se vuelva a abrir la herida. Se notará en mi cuerpo y espíritu, pero tendré que aprender a andar con esa cicatriz de por vida, cuidando cada día de que no se abra.
El resto me lo reservo en mi corazón. Los ratos de oración en la capilla, a los pies del Sagrario. Pero solo puedo decir que me he sentido en familia. y llena de amor por ellos, por cada uno de los que estuvieron allí.
Una vez terminado el Cursillo y dado todas las herramientas para trabajar a partir del cuarto día, para montar la cosechadora. Solo puedo decir que no la quiero poner en una vitrina. Que la quiero usar desde mi comunidad y hacer una vida de servicio. Pero no me va a ser fácil, soy una persona solitaria con dificultades para expresarme, para actuar, para poner en acción esto que he vivido. Me tenéis que ayudar, ayudar de verdad con vuestras oraciones, pues llevo muchas cicatrices en mi cuerpo y mi alma. Mucho dolor y aquí me he sentido sanada. Ahora necesito extrapolarlo hacia fuera, en mi ambiente, que se note en mis gestos, en mi espíritu, el perdón recibido y sepa ser feliz a pesar de mis cicatrices. DE COLORES 🌈