“Señor, mi corazón no es ambicioso
ni mis ojos altaneros.
No pretendo grandezas que superen mi capacidad,
sino que acallo y modero mis deseos
como un niño en brazos de su madre”
Salmo 130, 1-2.
Escúchame científico impertérrito,
que investigas con celo el universo
que estimas infinito;
y tú, también, tecnólogo, ingeniero,
inventor de aparatos
que comunican todos los espacios,
y, ¿por qué no?, filósofo, filósofa
de agudo pensamiento,
que habéis dictaminado lo que existe,
lo que vuestras neuronas
consiguen abarcar hasta su fondo
del no-ser y del ser.
A cuántos elevados en el plinto,
de aparente firmeza,
de vuestro conocer tan ambicioso
y vuestro escepticismo,
y miráis de soslayo,
con secreta sonrisa suficiente
al iluso que ha puesto su confianza
en esa casi niña,
muchacha poco más que adolescente
que acuna con asombro
el misterio hecho niño que ha tenido,
y no logra explicarse
cómo lo concibió, cómo ha nacido
en esa fría noche, en una cueva,
entre un buey y una mula,
mientras le va arropando, con cariño,
el hombre que le han dado por esposo,
que sólo sabe lo que en sueños oye,
pero lo cumple sin más explicaciones.
¿Sabéis que estáis ciegos
y que sóis ignorantes y hasta necios,
según dice en eterna confidencia
la Palabra que hizo ese Universo
que creéis conocer con vuestra ciencia
ingenios y plural tecnología?
Mira que si la Parca os sorprendiera
en tan torpe creencia…;
quedariais sumergidos para siempre,
siempre, siempre, fuera de todo tiempo,
en el fangal donde os movéis ahora
mientras confiáis en vuestra ignora creencia,
vivíendo en inconsciente regocijo.
Todavía estáis a tiempo
de libraros de hundiros en la tiniebla
de la eterna ignorancia,
separados del Todo y Absoluto
que habéis desestimado,
aunque se hizo niño
y se acercó en la carne de criatura
para sacarnos del marasmo oscuro,
de la herencia de Adán, el ambicioso
que siguió la mentira
del astuto Maligno lleno de odio
hacia el Ser que le había dado vida.
Yo he optado por Él, aunque no entiendo
sus secretos proyectos, más espero
que me concederá mirar su rostro,
la plenitud que encierra la belleza,
el saber, el bien y cuanto ansío
para ser, sin defecto, una persona
feliz y terminada,
y escuchar el concierto inacabable
de la música eterna en Luz sublime.
Desde Úbeda, 3 de enero de 2025.