Mucho más que una cloaca

Es inadmisible la deriva delictiva y antidemocrática que rodea a Sánchez, le intenta beneficiar a él y utiliza todos los recursos para lograrlo

24 oct. 2025

La concatenación de operaciones siniestras para intentar enterrar los casos de corrupción que asolan a Pedro Sánchez, un presidente inane atrincherado en La Moncloa sin respaldos políticos ni aprecio ciudadano que tiene bloqueado al país excede en mucho la acepción de cloaca, popularizada a partir de la siniestra trayectoria de la infame Leire Díez.

La catadura del personaje, que combina una falta de escrúpulos atroz con un desparpajo sin precedentes para presentarse allá donde la atienden como una periodista de investigación, no debe desviar la atención. Porque estamos, en apariencia y con sólidos indicios y pruebas ya acumulados, ante una operación global de derribo de los contrapoderes y de la crítica para, además de dejar impunes los bochornosos excesos del entorno de Sánchez, todos en su beneficio, eliminar la posibilidad de perseguirlos desde el Estado de Derecho y dificultar la posibilidad de alternancia democrática.

En eso consistió, sin duda, el infame montaje urdido por el fiscal general, en clara sintonía con La Moncloa, para derribar a Isabel Díaz Ayuso aprovechando los problemas de su pareja, menores y en todo caso ajenos a la presidente madrileña. Y de eso versan las incontables pruebas de los montajes perpetrados o intentados por la intendencia del PSOE, a través de una obediente sicaria.

Porque ya está documentado que Díez intentó acabar con el mando de la UCO responsable de las investigaciones más delicadas; que trató de captar a fiscales para enterrar las presuntas corruptelas de Begoña Gómez; que ideó procedimientos para acallar a la prensa crítica o que puso en la diana a la jueza encargada de instruir el caso del hermano de Sánchez, entre otros episodios a cuál más mafioso e intolerable.

Y también es una evidencia que no actuaba por su propia cuenta, como pretenden ahora hacer ver las mismas terminales mediáticas que llevan años protegiendo, a cualquier precio y sin escrúpulo alguno, al líder socialista: primero niegan los hechos y cargan contra quienes los difunden; después presentan a Sánchez como máxima víctima de todas las barbaridades y por último le beatifican como enérgico luchador contra los abusos por sus contundentes reacciones. Todo ello con desprecio por la realidad y con un servilismo que quedará anotado en los anales de la historia.

Porque paralelo a las andanzas de la «fontanera», queda un reguero de complicidades que atestiguan la perfecta sintonía entre sus «gestiones» y los beneficiarios de las mismas: se reunía con Santos Cerdán en la sede socialista, invocaba a autoridades del Estado como el Fiscal General procesado que nada ha dicho ahora para defender a los fiscales que acaban de denunciar a la trama, obtenía cargos a dedo procurados por el Gobierno en Correos o Enusa, sin duda para recompensar su fidelidad a la causa.

Todo ello está además documentado incluso con soporte audiovisual, y se une al formidable fondo de pruebas y testimonios que jalonan las distintas instrucciones judiciales e informes de la UCO de cada uno de los casos que perfilan un escenario de corrupción sistémica del llamado sanchismo, cuya única reacción ha sido intentar legislar en favor de su impunidad y en perjuicio de que tienen la misión de evitarla.

Si la acción política de Sánchez es nula, con su inexistente mayoría parlamentaria armada en exclusiva para intercambiar una investidura de paja por un sinfín de cesiones inconstitucionales; la democrática es directamente ofensiva: más que un Gobierno, su comportamiento es el de una mafia dispuesta a traspasar todas las líneas para salvarse de sus delitos y prolongar su permanencia en el poder.

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