Es evidente que el mundo está experimentando una profunda transformación. La prueba más inmediata es la pandemia que no cesa, pero ya antes los avances tecnológicos de todo tipo nos lo venían anticipando.
Una y otro han acelerado problemas económicos latentes y en conjunto parece vislumbrarse una nueva lucha hegemónica a nivel universal y un nuevo paradigma distinto a la globalización. Parece que nos dirigimos a una re-nacionalización. España no es indiferente a esta situación y es conveniente preguntarse en qué condiciones la afrontamos. La pandemia nos ha afectado y lo sigue haciendo pero después de múltiples errores y negligencias, que en buena parte continúan, no debiera ser la mayor preocupación.
El gran problema es la situación económica en la que nos encontramos para afrontar los nuevos tiempos: un nivel de endeudamiento en nuestras cuentas públicas enorme y creciente [hasta cuando y cuánto lo permitirán nuestros presuntos o posibles acreedores?); todavía con bajos tipos de interés, si bien ya suenan campanas de subidas y restricciones por parte de los posibles prestamistas].
Otro elemento es el elevado índice de inflación cuyo origen principal es nuestro histórico y crónico déficit energético, que ejerce un efecto multiplicador sobre todo tipo de “cestas de la compra”, y que si disminuyera, como tantos vaticinan, difícilmente arrastraría una reducción de los precios; es el efecto de la inflación acumulada.
También debe tenerse en cuenta la peculiaridad es nuestro elevado índice de paro que parece convertirse en estructural especialmente entre los jóvenes, desconocido en nuestro entorno; mientras, ingenieros, médicos, enfermeras, investigadores, tienen que emigrar.
Sin embargo seguimos importando mano de obra para las recolecciones agrícolas y hay empresarios que se quejan de carecer de mano de obra para funciones de no complicada especialización [desajustes entre oferta y demanda en los mercados de trabajo, descuido de la formación profesional, preferencia por las subvenciones públicas y un añadido de la economía sumergida?].
Otro aspecto a considerar es nuestra estructura empresarial : según datos del INE y del Ministerio de Industria, en enero de 2020 en torno al 82 por ciento de nuestras empresas se dedicaban al sector servicios ; del total de empresas el 56 por ciento carecía de empleados, no llegaban a 5.000 las que tenían 250 o más empleados. El desafío de las nuevas tecnologías, con sus ventajas e inconvenientes, ha de desarrollarse en este entorno.
La renacionalización a que antes nos hemos referido parece encontrar sus mayores posibilidades en la actividad industrial, fabril, recuperar fábricas, elaborar productos intermedios [una vez superado el colapso actual productivo y de transporte]. La reindustrialización exige capital, trabajo y organización. El capital depende en España del ahorro nacional debidamente encauzado y del capital extranjero muy extendido en nuestras grandes empresas. Uno y otro requieren estabilidad política, seguridad jurídica y unas razonables rentabilidades respetadas por una legislación fiscal adecuada.
En cuanto al trabajo, con nuestros elevados índices de paro, no debería haber problemas, pero de hecho necesitamos una potente dedicación a la formación profesional y estimular el empleo productivo, sustituir el arraigo excesivo de la subvención y salarios más altos, a lo que ayudaría una legislación laboral estimuladora del trabajo y ello arrastra a una política presupuestaria renovada tanto en el capítulo de gastos como de ingresos.
Por lo que se refiere a la organización en lo referente a empresas ya hemos visto lo que tenemos, se necesita estimular a los emprendedores.
Todo esto requiere tiempo para madurar y preparación para afrontar el ineludible encarecimiento de los precios finales después de producir bienes intermedios a un mayor coste [mano de obra más especializada y más cara]. Cómo se puede acometer y dirigir esta gran tarea? Tenemos organización política con poder y criterio suficientes ? Contamos con los grandes dirigentes políticos y empresariales necesarios?
En este momento en que la Unión Europea ofrece para !!nuevos proyectos!! , una financiación muy importante, tenemos estructura empresarial y productiva suficiente? Seremos capaces de elaborar esos proyectos en número y calidad suficientes para aprovechar esos recursos que seria una gran ayuda para resolver nuestro paro? Desgraciadamente la contestación a estas preguntas no parece satisfactoria.
Quienes detentan el poder están en una política de imagen y descuido real no ya de grandes proyectos sino de gestionar razonablemente los problemas más inmediatos. Difícilmente acometerán una política presupuestaria que supere el afán de mantener su estatus. Entre quienes aspiran al poder apenas se encuentran proyectos y afanes que contemplen ese gran paso adelante que España necesita.
En resumen, para el futuro que ya está aquí ,necesitamos dirigentes competentes, formación, disciplina laboral, fomentar el empleo productivo no el que incrementa la burocracia, dimensionar nuestras empresas para que sea posible y eficaz el desarrollo tecnológico, una política presupuestaria orientada a la productividad y eliminar excesivos gastos suntuarios y/o improductivos, diligencia para aprovechar los fondos europeos y menos burocracia.
Un comentario en «España en la encrucijada»
Tienes claridad de ideas y capacidad analítica. Tienes inteligencia y sentido común. Tienes formación. Y tienes interés y soluciones para que España no se termine ahogando.
Por favor, Luis: rodéate de personas afines a ti y haznos el favor de meterte en política. Gracias