Ahora me encuentro en un momento de calma y armonía conmigo misma. Activa desde que vine de Sevilla. Aparte de la digresión que hablaba en el anterior post, sé a donde voy y visualizo mi meta.
El caminar me sienta bien, a pesar del dolor de mi cuerpo, de mi pie. No tanto el comer, que actúo de manera caprichosa, a pesar de que estoy en un momento en que me siento bien y activa, y es que soy más consiente de mi cuerpo, de mi mente, de mi identidad.
Al fin y al cabo soy un conjunto de mi digresión, un yo completo, aunque complejo, puesto que estoy dividida en partes de un yo, que lucha entre sí la mayoría de las veces, pero que en otras está en paz con la vida y sobre todo con la muerte y es que me encuentro preparada por si ocurriera algo mañana. Me siento en paz y en armonía con este cuerpo, con esta mente.
La discapacidad, aunque limita y te incapacita para hacer muchas cosas, te acostumbras a tirar de tu cuerpo y de tu mente, con la voluntad, que es la herramienta más potente que tenemos y nos empuja a conseguir nuestros objetivos, llegar a nuestra meta.
La calma y armonía cuando llegas a este espacio y momento de tu vida, que tomas conciencia de tí y tu digresión y lucha, te sientes de alguna manera liberada y tiendes a reunificar en un todo tus yos, tus digresiones.
Y al estar activa, andas, vas a la piscina, ahora en verano, y te reúnes más con los amigos. Si se puede, un viaje, o vas a la playa o disfruto más de mis gatos y mi casa.
Pero hago lo posible por no luchar conmigo misma, sino darme una tregua y disfrutar de lo que me ofrece mi ciudad y la naturaleza. Ahora estoy disfrutando por las mañanas del parque de los Rosales y lo que me ofrece este. Como hoy, un columpio.
Estoy en calma y armonía y me mimetizo con la naturaleza.
Lo que me falta es buscar un rato, que sería a primera hora de la mañana o a ultima de la noche, y volver a meditar como antes.