La manipulación del placer
La revista IntraMed publicó en agosto de 2018 un interesante artículo titulado “Clínica del placer (recompensa) y de su manipulación”, del autor Daniel Flichtentrei, con un subtítulo mucho más interesante: Consumir hasta morir, porque el consumismo y las adicciones se basan precisamente en esa necesidad de recompensa que llega a hacerse indispensable para el individuo, hasta el punto de morir por alcanzarla, como sucede con el alcoholismo, el tabaquismo o la drogadicción.
El artículo describe el circuito cerebral del hedonismo y propone el palo y la zanahoria como las dos caras del placer. El palo muestra continuamente el objeto placentero, la zanahoria, pero lo aleja a medida que intentamos acercarnos a él. El placer está así siempre presente, pero, apenas lo rozamos con la mano, se aleja para reaparecer de nuevo.
Tecnologías adictivas
Las tecnologías, especialmente las redes sociales, son adictivas porque nos presentan un objeto placentero deseable, la comunicación o la respuesta inmediatas que podemos alcanzar una y otra vez, sin parar y sin esfuerzo, lo que supone una recompensa enorme a nuestro mínimo trabajo de tocar unas cuantas teclas, hacer una foto o grabar un vídeo.
Y la recompensa no solamente es psiquica o emocional, sino física porque cada aviso o notificación de la llegada de un mensaje nos regala un chute de dopamina.
La adicción se fortifica cuando los estímulos que nos llegan nos dan refuerzos intermitentes, como los de una máquina de jugar o un amante inconstante, esos premios o esas caricias que esperamos desesperadamernte a que lleguen y,
cuando ya hemos perdido la esperanza y decidimos abandonar, llegan súbitamente para hacernos retomar el interés y la ilusión de que vuelvan a venir y así hasta perder el tiempo, el dinero, el amor, el trabajo y el interés por la vida.
No se muere a causa de la dependencia o adicción a la tecnología, a menos que nos atropelle un vehículo o tengamos un accidente por ir consultando el móvil por la calle o conduciendo. Pero sí se nos echa encima una tragedia cuando no disponemos de ese recurso una vez que se nos ha hecho imprescindible.
Adicciones sin sustancia
La adicción a la tecnología es una adicción sin sustancia, porque no es preciso consumir una sustancia como el alcohol, la cocaína u otra droga para que la necesidad de utilizar ese recurso se apodere de la mente hasta el punto de que su ausencia provoque un síndrome de abstinencia.
Las adicciones sin sustancia no precisan consumirla porque son actividades que nuestro propio cerebro se encarga de recompensar suministrando dopamina u otra sustancia de la felicidad cada vez en dosis más altas, para que esa recompensa sea efectiva. Dosis más altas suponen mayor frecuencia en la actividad, llámese juego, compra, telefonía móvil o series televisivas.
La adicción sin sustancia es una patología importante que, además, está en crecimiento, con el agravante de que es una enfermedad oculta, porque desvelarla trae a veces consigo consecuencias tan graves como la pérdida del trabajo.
La sociedad no está preparada para asumir que las adicciones son enfermedades que es preciso conocer y tratar.
Los expertos se preguntan por qué los médicos de atención primaria no reciben la formación necesaria para preguntar a los pacientes si son adictos a la tecnología, igual que preguntan si fuman o beben alcohol.
Porque los científicos ya han averiguado que la adicción a la tecnología puede terminar causando daños cerebrales tan graves como la cocaína. Es una adicción que no requiere consumir sustancias porque las fabrica el propio cerebro.