La vida digital es, como ya sabemos, una vida paralela a la que vivimos en la realidad, la que podríamos llamar vida humana. Para compararlas, los científicos realizaron, en 2021, un estudio para evaluar las experiencias emocionales de un grupo de personas en una muestra de 527 interacciones vis a vis y a distancia, mediante teléfono, vídeo o texto.
El resultado fue que las personas se sintieron más solas, más tristes, menos comprendidas y menos felices en las interacciones a través de medios digitales que frente a frente. Y en estos resultado no intervinieron ni la longitud ni la calidad de las comunicaciones.
Este estudio vino a demostrar, en el grupo analizado, que las experiencias afectivas son diferentes en las comunicaciones personales directas que en las comunicaciones mediadas por tecnología digital. Y ese resultado llegó a preocupar a los científicos, porque comprobaron que una comunicación electrónica no sirve para reemplazar una comunicación directa. Algo que ya sabíamos de antemano sin necesidad de análisis, pero que ellos quisieron comprobar con rigor, al menos, estadístico. Y la conclución es que los momentos afectivos de la vida cotidiana son fundamentales para la salud mental y para nuestro bienestar.
La comunicación digital mediante videoconferencia es muy útil cuando no existe la posibilidad de comunicarse frente a frente, pero su exceso sobrecarga nuestra comunicación no verbal y nos produce un cansancio especial que se denomina fatiga de Zoom. Esa fatiga se ha llegado a explicar por cuatro factores:
1. Un exceso de miradas de frente, que crean esa incomodidad que sentimos en un ascensor o un transporte público, cuando los demás usuarios invaden nuestro espacio vital. Este malestar se puede paliar si evitamos realizar la videoconferencia con pantalla completa o, al menos, reducimos el tamaño de la pantalla.
2. Una sobrecarga cognitiva porque la videoconferencia obliga a mantener la atención consciente, mientras que en la interrelación cara a cara, la comunicación no verbal y la atención fluyen de forma natural. En videoconferencias muy largas, la solución puede ser hacer descansos sin vídeo, solamente con audio.
3. La autoevaluación que se hace después al revisar el vídeo o que se mantiene en la mente durante la videoconferencia, que equivale a permancecer constantemente ante un espejo. Los expertos recomiendan no transmitir el vídeo más que a los interesados y no a los participantes, que también pueden utilizar el recurso de “ocultar vista propia”, una vez que la fotografía aparezca bien encuadrada.
4. La limitación de la movilidad. Tener que permanecer todo el tiempo que dure la videconferencia dentro del campo que ve la cámara produce cansancio e incluso angustia, porque el cuerpo precisa realizar movimientos que el conferenciante no desea mostrar a los demás. Moverse y caminar durante una conversación es beneficioso, como desmotró Aristóteles con su método “peripatético”. El autor de este estudio recomienda situar la cámara a cierta distancia de manera que permita moverse a los participantes.
No es nada nuevo. Solamente, un análisis que fundamenta lo que ya sabíamos.