Para un blog que tiene como lema la ‘comunicación’ y la ‘verdad’, bien merece la pena decir algo, sobre todo en honor al segundo valor, tan esencial para el buen vivir humano. Aportemos pues nuestra reflexión a este embrollo pseudoreligioso (sí, tan sólo ‘pseudo’, porque el caso y su desarrollo implica tal cúmulo de rasgos de diversa naturaleza, que lo religioso queda desvirtuado, aunque sea el eje).
Ha hablado tanta gente y desde tantos medios que la cuestión se ha convertido en ‘pieza mediática’ atractiva para los consumidores más diversos. Pero no había mediado nadie desde el campo de la psicología o de la psiquiatría (ambos de neta relevancia para explicar muchas de estas conductas) hasta que recientemente lo ha hecho el psiquiatra doctor José Carlos Fuentes. ¿Se permite, pues, que un profesional, doctor en psicología social y de la personalidad, con cuarenta años de experiencia como consultor en recursos humanos aporte algo al caso, sin más pretensiones que sugerir algunas ideas en honor a la verdad? Vamos a ello.
Planteamos el procedimiento como un intento de análisis del comportamiento de los intervinientes, la mayoría de los implicados: monjas (ya no monjas, tras salirse de la Iglesia desde la que se ha dictado auto de excomunión), y nada menos que ex ‘clarisas’, una de las órdenes punteras en la renovación de la fe católica, pues la Federación de Clarisas Virgen de Arázazu, a la que pertenecía el convento, se ha desvinculado del mismo. Junto a ellas, esos dos personajes, que tratan de dar apariencia clerical, sin el menor valor de verdad en lo que se atribuyen. Aunque con presencia muy ligera, el público del pueblo relacionado con la dimitida comunidad. Y, haciendo frente a tan singular ‘enredo’, el prelado burgalés Mons. Mario Iceta, nombrado Comisario administrador para los tres monasterios, Belorado, Orduña y Derio, por la suprema autoridad de la Santa Sede.
Ante este panorama de protagonistas, ¿qué cabe decir desde el campo de la psicología de la personalidad? (porque hay testimonios gráficos en que apoyarse aunque para nuestra observación no tenemos posibilidad de acudir al instrumento más eficaz: la entrevista, aunque tampoco lo tiene, para establecer un veredicto fundamentado, el Comisario nombrado por la Santa Sede. Las ya dimisionarias exmonjas no se han presentado ante el tribunal eclesiástico del arzobispado para ratificar o mantener su postura de autoexclusión de la Iglesia Católica. Por tanto, hemos de observar con el mayor cuidado las declaraciones de las y los protagonistas conflictivos, su expresión no verbal, su tono de voz y ademanes al hablar, porque ahí podemos hallar signos que nos ayuden a calificar sus actitudes, no ya de veraces o engañosas, sino manifestación de psiquismo trastornado.
- Una exabadesa frustrada en su fuerte ambición de poder
Comencemos por la exmonja responsable. De acuerdo con la información que poseemos, en la base de este conflicto hay un problema de poder y otro económico que se interfieren. El problema de poder nos remite a la persona de la exabadesa, Sor Isabel de la Trinidad (en el mundo Laura García de Viedma), que en sus declaraciones en uno de los videos manifiesta una actitud de enorme soberbia, disfrazada de autenticidad religiosa. Se expresa con autosuficiencia, sonríe y hace gestos de arrogancia, todo ello indicio de su ansia de poder. Se la puede estimar como mujer dispuesta a todo, con tal de salirse con su postura, por absurda que sea, y por su seguimiento de un personaje de perfil clínico megalomaníaco, del que hemos de ocuparnos y al que ella acudió al verse frustrada en su intento, ¿de qué?.
La ex Sor Isabel (Laura) ha procurado, sin conseguirlo, que se la prorrogue en su cargo, algo incompatible con el derecho canónico, al haber agotado todos los periodos de ejercicio normal (seis años, por reelección tras los tres primeros y las dos prórrogas otorgadas por la autoridad eclesiástica, en total nada menos que doce años). Por cierto, esas prorrogas fueron otorgadas bajo el pontificado de San Juan Pablo II, a quien ahora califica de ilegítimo, lo mismo que a los demás pontífices posteriores a Pío XII. La contradicción que implica esta descalificación con la aceptación anterior de la prórroga de su abadiato es flagrante. El deseo de ser confirmada en su cargo (otro trienio por lo pronto), podría suponerse como indicio de la pretensión de ser abadesa vitalicia (saltándose la normativa vigente, cosa que aceptaría de muy buen grado, sin ‘salirse de madre’, de la Santa Madre Iglesia, decisión que no ha tenido reparo en perpetrar al ser frenada en su ambición). De hecho, ejerce el poder desde que fue enviada a formar la comunidad de Belorado, procedente del convento de Lerma, y ha embaucado a casi todas las hermanas, salvo dos y Sor María Amparo, la discrepante que ella ha ‘invitado’ a marcharse, como ha hecho tras manifestar su postura fiel a la Iglesia y la Orden de Santa Clara. Las demás han secundado mansamente el desvarío de Laura. Ante el ‘frenazo’ sufrido en su ambición, ésta ha optado por salirse de la Iglesia Católica, y arrastra a la mayoría a lo mismo. Dicho en lenguaje antiguo castellano, su actitud es la de “sostenella y no enmandalla”, al no hacer caso de las discretas y amables demandas del arzobispo de Burgos, Mons. Mario Iceta para que rectifique. Indudable predominio del “ego” sobre la sensatez y buen sentido, muestra de una personalidad afectada de megalomanía o ansia de poder.
Pero el ‘asunto’ no termina con lo anterior. La seria cuestión económica, que se ha expuesto de modo un tanto secundario, es en realidad un factor importante del problema. Las declaraciones del abogado de las clarisas de Vitoria dejan claro que hay un prolongado incumplimiento de los pagos pactados para comprar el desocupado convento de Orduña. Y la protagonista de este fallo ha sido la misma. Hemos sabido de la nula gestión económica realizada por esta exabadesa, que ha dejado prácticamente vacías de fondos las cuentas corrientes (dato conocido al ser intervenidas por el Comisario Mons. Iceta, intervención calificada de ‘usurpación’ por la exabadesa). Se explica así la falta de pagos antes aludida. Y como un rasgo más de la soberbia de esta mujer hay que mencionar su demanda de fondos para pagar una agencia de seguridad de tipo privado (cuando la tienen oficial) y que no tienen para pagarla ni para comprar los víveres de la vida diaria. Pero omite la expresa información de Mons. Iceta de que pueden dirigirse a él para obtener los fondos que precisen para los gastos del día a día, a lo que no hacen caso, pues supondría reconocer la autoridad del Comisario; otra flagrante contradicción, que revela su personalidad ansiosa de poder.
Para su demencial paso al cisma, se parapeta esta señora exmonja en la falta de reconocimiento de la autoridad de la Santa Sede, de la que se han separado (y a la que califican de ‘sede vacante´), tal y como les ha inducido el falso obispo que ha tenido acogido y a cuya autoridad se someten.
Como consecuencia de la excomunión, hecha realidad el día 22 de junio, el Comisario Iceta les ha advertido que las exreligiosas excomulgadas deben salir voluntariamente del edificio en un plazo prudencial (pues ahora tienen el carácter de ‘okupas’ de algo que no les pertenece), o se emprenderá la vía judicial civil. Pero Laura y sus seguidoras se niegan a ello. La exmonja rebelde ha calificad de ‘farsa’ la excomunión dictada por la Santa Sede contra las diez exreligiosas, como consecuencia de su postura cismática. Ella ha montado su propia farsa, según el viejo refrán ‘la mejor defensa es el ataque’. Lo interesante, desde un punto de enfoque psicológico, es constatar, en las entrevistas transmitidas por internet, la actitud altanera de Isabel de la Trinidad, con gestos y sonrisa de autosuficiencia.
En contraste, pero como rasgo que confirma el poder de esta Laura o Isabel de la Trinidad (ya ni abadesa ni clarisa ni monja) es la mansa actitud de las exmonjas de de secundar mansamente a su ex superiora, que se habrá bastado con sus recursos dialécticos (los tiene, lo hemos comprobado), contando en especial con el apoyo de dos hermanas, Sor Sión y Sor Paz, que fueron sus acompañantes en la irrisoria ‘peregrinación’ en busca de un juzgado, hasta pasar a la provincia de Palencia, para presentar una denuncia por una serie de cargos inventados, en los días primeros del conflicto. Para ello no dudaron en echarse a la calle, violando la clausura papal que tenía su condición de clarisas.
De la excomunión quedan excluidas cinco monjas mayores, que por su edad noi han podido participar del sesgo cismático de Laura. Y tampoco las tres ausentes, ya mencionadas. Esas ocho hermanas son ahora la comunidad restante, que va a ser reforzada por monjas clarisas de otros conventos, según comunicado de la Federación a la que pertenece el de Belorado.
2. Un par de ‘extraños sujetos, psicológicamente afectados
Implicados y hasta inductores o ‘mantenedores’ del irrisorio pero grave cisma, nos ocupamos ahora de los dos falsos clérigos, el megalómano obispo Rojas (y un montón más de títulos clericales y nobiliarios en los que se ampara) y el superfalso cura José Ceacero (‘don José’), calificado de ‘coctelero’ por la profesión que ejerció con éxito, y que se autoerigió en portavoz de la excomunidad, y hecho abundantes declaraciones, con desparpajo y ‘letra menuda’. Rojas fundó una asociación civil denominada “Pía Unión Sancti Pauli Apostoli”. Este obispo ‘fake’ ha sido calificado por el doctor Fuentes como presa de una afección clínica de tipo paranoide que le priva de lucidez para conocer lo anómalo de su situación.
No merece la pena entrar en detalles que alargarían indebidamente este escrito. Baste decir, para situar a ambos personajes, que están excomulgados por pertenecer a la corriente cismática ‘thucista’, que toma su nombre del excomulgado obispo vietnamita Pierre Martin Ngo-Dinh-Thuc, afín al trasnochado pero permanente cisma del Palmar de Troya. Por tanto, ni el uno es presbítero y obispo ni el otro lo primero. Muestra de su desvío psicológico es que Pablo de Rojas se estima, con total convicción, junto a otro falso obispo, el valenciano Ricardo Subirón, también excomulgado, los dos únicos obispos válidos del mundo, los de la auténtica Iglesia Católica, frente a los papas posteriores a Pío XII y a todos los demás obispos nombrados por ellos. En los videos exhibidos en internet aparece Rojas viviendo en una casa de tipo palaciego, con servicio uniformado (doncella con delantal y cofia, que le sirve el te) y él con indumentaria de riguroso carácter preconciliar, y celebrando misa según el ritual de San Pío X, que fue modificado en el Concilio Vaticano II.
Pues el tal Pablo de Rojas fue llamado por la exabadesa, ahora Laura, para respaldar su decisión de salir de la Iglesia Católica (o ‘conciliar’, como ellos la denominan). Y, una vez en el convento, Rojas ofreció su “Pía Unión” para amparar a las sedicentes clarisas. Ofreció su ‘amparo’ y acogida, junto a su ayudante Ceacero, de acuerdo con la tal entonces superiora, seguida del resto, a excepción de las enfermas y las dos ausentes, así como de la ya mencionada sor María Amparo, que no dudó en calificar de ‘burradas’ los despropósitos del falso prelado. En el convento de Belorado han celebrado misas falsas y dado falsas comuniones, desplazando al capellán del monasterio.
Pero el asunto ha dado un giro inesperado. Se ha sabido que la exabadesa ha invitado a marcharse del monasterio a los dos falsos clérigos. Ha seguido el consejo de los abogados de un bufete de Santander contratados por ella para asesorarla, en un intento de lograr una solución pactada y extrajurídica que evite la expulsión del convento a las desertoras, algo improbable, según ha manifestado Mons. Iceta. Deberán salir voluntariamente o se emprenderán las oportunas acciones legales.
INTENTANDO CONCLUSIONES
De este conjunto de hechos extraemos unas breves conclusiones: Estamos ante unas personalidades psicológicamente afectadas de lo que pudiéramos llamar ‘complejo de frustración’, en cuanto a la exabadesa, complejo fruto de un poderosos afán de poder de signo megalomaníaco. Y, por parte de los obispo y cura ‘fake’, otro caso de perturbación megalómana, de un nivel tan desbordado que bien puede estimarse caso clínico, más propio de la psiquiatría. Y para no dejar nada ‘en el tintero’, es de justicia consignar, también con su matiz psicológico, el comportamiento del arzobispo de Burgos y Comisario pontificio para este embrollo, Monseñor Mario Iceta. Con é nos hallamos ante un comportamiento de gran equilibrio psicológico, que ‘luce’ un estilo sereno, paciente y, desde el punto de vistas puramente eclesial, de encomiable sentido pastoral. El prelado Iceta no ha dejado de mostrar una actitud de compresión y apertura hacia las rebeldes cismáticas, dispuesto siempre a acogerlas, si se retractan de su desvío. Pero también firme en su postura de autoridad