España, país perfectamente anestesiado. Franceses, israelíes o británicos protestan contra sus gobiernos con energía por medidas y situaciones que aquí pasarían totalmente desapercibidas

Reproducimos a continuación, en su totalidad y literalidad, el artículo publicado por LUIS VENTOSO en EL DEBATE, con fecha 28/03/2023, y que lleva por título el mismo que esta publicación.

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Protestas furiosas en Israel contra el primer ministro Netanyahu, hasta el extremo de que ya le están doblando la mano. ¿Y qué ha hecho para cabrear así a sus compatriotas? Pues es fácil de resumir: intentar someter al poder judicial y ponerlo bajo la bota del Ejecutivo.

¿Les suena de algo? Claro que sí. Aquí el Gobierno y los dos partidos que lo conforman, el socialista y el comunista, han señalado y acosado a los jueces cuando sus decisiones no concuerdan con sus intereses. Aquí Sánchez ha alardeado de que el fiscal general es un pelele a su servicio y colocó en su día en ese cargo a su ministra de Justicia. Aquí Sánchez ha metido con calzador en el TC a Campo, su exministro de Justicia, y a una señora salida directamente del gabinete de Bolaños en Moncloa. Aquí Sánchez ha presionado de manera execrable al Consejo General del Poder Judicial. Aquí Sánchez ha hecho una renovación a su medida del TC, de tal modo que asuntos que llevaban años en espera ahora se despachan en una tarde merced al rodillo servil de Conde Pumpido. Aquí la mayoría del Gobierno se ha fumado por sistema todos los informes preceptivos de los organismos consultivos. Aquí Sánchez ha indultado a unos golpistas contra el criterio del Tribunal Supremo (y de la mayoría de la sociedad española). En resumen: aquí el presidente del Gobierno trabaja sin descanso para que la justicia no se interponga en sus instintos autocráticos. ¿Y qué ha pasado? Pues nada, más allá de las quejas de algunos medios que todavía mantienen izada la bandera de la libertad. En esta pastueña España, donde todo da igual, no veremos manifestaciones como las de Israel en defensa de una justicia independiente.

Protestan los franceses por sus pensiones. Protestaron los británicos con huelgas tremendas en defensa de su nivel de vida, sacudido por el electroshock de la inflación. ¿Y qué pasa aquí? Nada, con unos sindicatos perfectamente comprados por las crecientes subvenciones del Gobierno y que anteponen sus filias doctrinarias a los intereses de los trabajadores.

Los británicos echaron a todo un primer ministro porque en pleno confinamiento gente de su equipo se tomó unos vinos en una oficina del Número 10. Echaron a Boris Johnson por mentir al respecto. Aquí tenemos a un presidente que mintió sobre su tesis doctoral, sobre falsos informes de test de la John Hopkins, sobre las cifras de muertos de la pandemia, sobre su coalición con Podemos, sobre su alianza con Bildu… Un presidente que de propina está condenado por dos veces por enjaularnos con un estado de alarma inconstitucional. ¿Y qué ha pasado? Nada. Una manifestación un fin de semana en Madrid (que tampoco fue nada del otro mundo).

Vivimos en un país perfectamente anestesiado, lo cual tiene mucho que ver con el cuasi monopolio de la izquierda en las televisiones. Y algo harán mal también los partidos de la oposición si ante el Gobierno más fullero de nuestra democracia no logran que la queja por sus tropelías alcance más volumen.

Si seguimos soportando a Sánchez es porque no hemos sabido denunciar bien lo que supone Sánchez. España fue el país de la OCDE donde más se hundió el PIB en la pandemia y el único que no ha recuperado todavía el nivel previo. El PIB per cápita español ha caído en la etapa de Sánchez del 93% respecto a la media de la UE al 85%. Chipriotas, lituanos, eslovacos o estonios ya son hoy más ricos que nosotros con el experimento socialista, comunista y pro separatista. Pero jamás escucharán estos datos en las televisiones del Orfeón Progresista, el cloroformo que anestesia a un pueblo adormilado.

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