En los años setenta llamábamos cucarachas a los chips, porque tenían una forma similar a ese insecto, con sus patitas metálicas que servían para soldarlos a las tarjetas de los equipos electrónicos. Pero pronto empezaron a disminuir de tamaño y se convirtieron, ya avanzados los ochenta, en esos chips que democratizaron la informática para llevarla de la empresa a casa del usuario.
La tecnología, auxiliar imprescindible de la medicina, incorporó también los chips a sus técnicas de salvación. Las células nerviosas, las que supimos que se regeneraban en el cerebro de los canarios mientras silbaban nuevas melodías, han empezado a multiplicarse en el laboratorio.
El 31 de diciembre de 2021, la revista Psiquiatria.com publicó una noticia impresionante y alentadora: los científicos de la empresa australiana Cortical Labs habían utilizado neuronas en cultivo procedentes de células madre, para crear el primer sistema in vitro con inteligencia natural, no artificial
https://psiquiatria.com/article.php?ar=neuropsiquiatria&wurl=primer-paso-hacia-la-inteligencia-biologica-sintetica/
Las células se organizan en una superficie de silicio con una matriz de electrodos de alta densidad en un novedosísimo sistema llamado DishBrain que es capaz de aprender y de ejecutar tareas. Y, para demostrarlo, jugó consigo mismo una partida de ping pong. Además, estas neuronas recién nacidas no han resultado olvidadizas, sino que son capaces de guardar largo tiempo lo aprendido, merced a un circuito cerrado de retroalimentación.
También los chips de silicio han conseguido funciones impagables, porque en diciembre de 2019 supimos que los científicos de la Universidad de Bath, en Reino Unido, lograron crear con ellos neuronas artificiales que se comportan igual que las que forman nuestro sistema nervioso. Un paso de gigante encaminado a la curación de enfermedades neurodegenerativas tan graves como el mal de Alzheimer, publicado por la revista Nature Communications
http://psiqu.com/2-60394/
Las neuronas artificiales precisan, además, la milmillonésima parte de la energía de un microprocesador para realizar cualquier función en un implante y responden como auténticas neuronas biológicas a las señales de nuestro sistema nervioso. Una bomba de beneficios incalculables.
Por su parte, las impresoras 3D que parecen hacer milagros para la vida cotidiana, también los hacen para nuestra salud.
En abril de 2019, la revista Journal of Stomatol Oral Maxillofac Surgery, publicó un estudio de N Sigaux , L Pourchet y colaboradores, sobre una herramienta para la bioimpresión en tres dimensiones. Se trata de la aplicación de las técnicas de impresión 3D a la ingeniería de tejidos humanos. Tales técnicas aportan la posibilidad de crear injertos con las propias células del paciente, con aplicaciones para la cirugía facial, la cirugía reconstructiva y la cirugía regenerativa.
Se trata de una impresión capa por capa de materiales biológicos, bioquímicos y células vivas. El proceso de impresión es similar a la impresión 3D de otros objetos.
En el caso de objetos vivos, el producto final se mantiene en una incubadora durante el tiempo necesario para su maduración y crecimiento, algo que parece conducir a la cuarta dimensión, a la bioimpresión 4D.