¿Y si Telefónica compra Prisa? El gran gigante mediático que seduce a Sánchez

El presidente del Gobierno puede pasar a la historia como el que ha concentrado el mayor poder mediático

THEOBJECTIVE

Fernando Cano

26/01/2025

En noviembre de 2001, Telefónica creó la marca Admira para agrupar todas sus participaciones en medios de comunicación. Una ingente cantidad de sociedades que englobaban radio, televisión de pago y en abierto, productoras audiovisuales y derechos deportivos. Pocos recuerdan que hace algo más de veinte años, marcas como Antena 3, Onda Cero, Vía Digital, Endemol, Lola Films, Telefónica Sport, Telefé e incluso los diarios Expansión y Marca (a través de su 20% en Recoletos) eran parte del emporio de la operadora de telecomunicaciones. Un gigante impulsado por el Gobierno del Partido Popular (PP) de José María Aznar para luchar contra la Prisa de Jesús de Polanco y Juan Luis Cebrián.

Una batalla sin cuartel que se mantuvo por espacio de cinco años, que dio miles de titulares, alumbró la primera guerra del fútbol en los albores del siglo XXI, movilizó a prácticamente todos los medios de España y terminó con un grupo Prisa descapitalizado y al borde del colapso y con Telefónica desmontando su filial para poner coto a un negocio ruinoso. El armisticio se produjo con la venta de Vía Digital a Polanco a finales de 2003 que, como el tiempo demostraría, sería el comienzo de la asfixia financiera del editor de El País. Un periodo que fue, sin embargo, el momento de mayor esplendor mediático de la operadora de telecomunicaciones. Un momento en el que -como ahora- la compañía era cortejada por los políticos para usarla como herramienta de control económico.

Todos los gobiernos españoles en democracia han tenido un grupo audiovisual y mediático de referencia. Felipe González se apoyó en la Prisa de Jesús de Polanco -con un diario El País fuerte y una Ser siempre combativa-; José María Aznar creó junto con Juan Villalonga el ejército mediático de Telefónica; José Luis Rodríguez Zapatero se refugió en José Miguel Contreras y Jaume Roures para montar La Sexta; y Mariano Rajoy estuvo muy cercano al grupo Planeta. Y por supuestos todos con el inestimable apoyo de RTVE, que siempre ha estado controlada por el partido de turno en el Gobierno.

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Apoyos de Sánchez

¿Y Pedro Sánchez? Este periódico denuncia desde hace tres años el progresivo control que ha ido teniendo de los medios de comunicación: ha ajustado las tuercas en RTVE hasta en tres ocasiones para garantizarse el control total, ha colonizado Prisa casi desde el primer minuto y tiene a su servicio una cohorte de medios digitales que no existían en anteriores Gobiernos. Incluso ha coqueteado con Telecinco, donde colocó un equipo de informativos afín, y ha extendido su influencia a otras cabeceras como El Periódico y La Vanguardia, tradicionalmente bastiones del empresariado catalán que en ocasiones se ha enfrentado al socialismo.

Quizá nunca un presidente de Gobierno había tenido tantos medios a su servicio en la historia de la democracia, pese a las constantes quejas del propio Sánchez, que públicamente arremete contra la derecha mediática, eufemismo para referirse a los medios críticos que a estas alturas no son más que un puñado de diarios digitales, las radios competidoras de la Ser, el informativo de la noche de Antena 3 y ocasionalmente los legacy ABC y El Mundo. Pero Sánchez aspira a más y quiere aprovechar que, dos décadas después de la guerra de Prisa con Telefónica, las dos compañías están bajo la misma órbita… la suya.

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El presidente de Gobierno se ve fuerte y -acosado por las causas judiciales que cercan su entorno más inmediato- la posibilidad de aumentar su influencia mediática es un caramelo difícil de rechazar. Hace exactamente una semana consumó el asalto a Telefónica (lo que ni Zapatero ni Rajoy se atrevieron a hacer) forzando la salida de José María Álvarez Pallete para colocar en su lugar a Marc Murtra, un histórico del PSC y fiel a la causa. Lo ha hecho además con el apoyo de los saudíes de STC y de Criteria, el mayor inversor industrial de España, por lo que su influencia en la compañía es total. Nadie -quizás desde los tiempos de Aznar- había tenido tanto control sobre la operadora de telecomunicaciones.

Telefónica y Prisa

¿Telefónica y Prisa juntas? Es aquí donde la imaginación y la ensoñación son los únicos límites para Sánchez. Si Felipe González tuvo a Prisa, Aznar a Telefónica y Zapatero a La Sexta, ¿por qué él no puede tenerlas todas? Un plan a la altura del carácter megalómano y narcisista del presidente del Gobierno y que tras el asalto a la ‘teleco‘ está a tiro de un par de movimientos empresariales que -le susurran en Moncloa- no serían difíciles de concretar. Así se podría construir un gigante inabarcable con la mayor teleco, la mayor plataforma de televisión de pago, los derechos del fútbol y de otros deportes, el mayor productor audiovisual, la mayor red de diarios digitales, la cadena de radio más escuchada y el mayor proveedor de programas de RTVE.

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Fernando Cano

La relación de Telefónica con Prisa ha marcado el mundo empresarial y mediático de los últimos treinta años. Después de la guerra de finales de los noventa, la llegada de César Alierta y la muerte de Jesús de Polanco templaron los ánimos. De hecho, la operadora fue acreedora de parte de la deuda del editor de El País durante más de una década hasta que en 2012 desembarcó en el capital con la compra de bonos convertibles equivalentes a alrededor de 5%. Una operación en la que también participó el Banco Santander y Caixa. Posteriormente, a finales de 2015, afloró otro 8,17% en derivados financieros y llegó a superar el 13% del grupo.

Por otro lado, en 2015 Telefónica compró Digital+ a Prisa por poco más de 700 millones de euros. Un viaje de ida y vuelta que, con perspectiva, se antoja completamente absurdo. A finales de los 2000 Telefónica creó Vía Digital para competir con Canal+. En 2003, Polanco adquirió Vía Digital y creó Digital+ y en 2015 Alierta compró la plataforma a Cebrián para convertirla en Movistar+. Un claro ejemplo de la locura empresarial que siempre ha rodeado a las dos compañías, constantemente influidas por intereses más políticos que empresariales.

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Telefónica y Moncloa

Desde su llegada a la presidencia, en 2016, José María Álvarez Pallete nunca estuvo cómodo con la participación de Telefónica en Prisa. Pese a ello -y seducido por Moncloa- participó en el asalto de Amber Capital y Joseph Oughourlian para arrebatar el control a Banco Santander y Javier Monzón. Menos de dos años duró la alianza que apartó a Juan Luis Cebrián en 2017. Y todo gracias al impulso de Pedro Sánchez, que dio el gran golpe de timón que hasta la fecha mantiene al editor de El País y la Ser bajo su férrea influencia. Pallete logró desprenderse de un 7% que vendió a Global Alconaba en 2022, un grupo de empresarios afines al Gobierno. Telefónica vendió sus últimas acciones en 2023.

Nada de lo que se ha hecho en Prisa en los últimos 20 años ha servido para que supere sus problemas financieros. Actualmente su deuda está cerca de los 800 millones de euros y el pago de intereses lleva tres años lastrando sus resultados, pese a que la facturación crece. Un cúmulo de circunstancias que obliga a buscar soluciones urgentes que pasan por una renegociación de la deuda u otra ampliación de capital… o las dos cosas juntas. Este diario ya contó que el Gobierno, junto con sus accionistas afines (que ya tiene el 17% de la compañía), lleva meses buscando opciones para dar salida a Oughourlian, unas discrepancias que se han acentuado porque éste se opone a la televisión que Moncloa ya tiene preparada para el dueño de El País y la SER.

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Nueva cadena de TDT

Oughourlian está dispuesto a dar un paso al lado, pero no sin antes recuperar su inversión cercana a los 300 millones de euros. Una de las últimas maniobras ideadas desde Moncloa pasa por una ampliación de capital –financiada por los grandes bancos españoles– que pague la factura a Oughourlian y que dé paso a un control total del Gobierno. Y es aquí donde aparece Telefónica. La operadora tiene una caja de más de 6.000 millones de euros y una capacidad de endeudamiento que es la envidia de la banca de inversión. Si la teleco sufragase parte de este montante y volviese al capital de Prisa se podrían solucionar muchos problemas a la vez: la salida del actual presidente, la liquidez para pagar esta operación y la entrada de una empresa española industrial con la que las sinergias en el mundo audiovisual serían ilimitadas.

Del mismo modo, se abriría la puerta a que Prisa (con otro presidente colocado por el Gobierno) pudiera aprobar de una vez por todas el proyecto de José Miguel Contreras para montar una televisión digital en abierto (TDT), que lógicamente también estaría en la órbita de Moncloa. Por fin encajarían todas las piezas. Con el músculo financiero de Telefónica como accionista de referencia de Prisa, la editora de El País no tendría problemas en inyectar ingentes recursos al proyecto y Sánchez tendría cubiertos todos los resortes mediáticos para seguir resistiendo.

Sería así el primer presidente en tenerlo todo (o casi todo): la mayor plataforma de televisión de pago, el mayor productor de contenidos audiovisuales, el diario con más munición, la radio más escuchada y como colofón… una cadena de televisión en abierto privada que -junto a TVE- haga mella en la díscola Antena 3. Sánchez tendría por fin su propio Xanadú, ese palacio -real y metafórico- que dentro tenía de todo, pero que llevó a perder la cabeza a Ciudadano Kane, el magnate creado por Orson Wells que jugó a ser político afiebrado por su omnímodo poder mediático.

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