El pasado lunes 20 de junio, publicamos un artículo titulado Al servicio de la salud, en el que relatábamos cómo la tecnología ha venido sirviendo a la salud humana desde el principio de los tiempos, porque este servicio se inició cuando el ser humano tomó conciencia de la necesidad de preservar su salud y la de sus congéneres como base de su bienestar.
El citado artículo no es huérfano, sino que encabeza una serie de capítulos que, abundando en este interesante tema, iremos publicando todos los lunes durante un período de tiempo no demasiado largo, en los que la historia de la salud y la historia de la tecnología se entrelazan para poner de relieve tanto los frutos como los daños que la primera ha recibido, recibe y seguirá recibiendo de la segunda.
Cumple señalar que, para la redacción de estos artículos, nos hemos apoyado en textos de reconocido prestigio, como la Historia de la Medicina, dirigida por Pedro Laín Entralgo (Salvat, 1972), las revistas médicas en línea IntraMed, Psiquiatria.com, Bibliopsiuis y Nature Medicine¸ informes y proyectos del Sistema Nacional de Salud del Ministerio de Sanidad, así como del extinto Ministerio de Ciencia y Tecnología, informes de la Asociación Española de Informática de la Salud y otros estudios y textos que se citan oportunamente en cada artículo.
Conoceremos, pues, los logros y los beneficios que la tecnología ha aportado al ser humano, no solamente para su salud física sino también para su salud mental y, al mismo tiempo, los peligros y los perjuicios que de esa misma tecnología se derivan, teniendo siempre en cuenta que tales peligros y perjuicios no son imputables a la tecnología, sino al uso y abuso que el ser humano hace de ella.
En el siglo XIX, era costumbre francesa que los periódicos publicasen por capítulos las novelas que hoy conocemos como clásicas. Y era tal el entusiasmo y atención que tales seriales generaban en los lectores, que el famoso crítico y filósofo Téophile Gautier escribió que los seguidores de aquellas novelas tenían tanto empeño en conocer el desenlace que hubo enfermos terminales que prolongaron durante algún tiempo el momento de su fallecimiento porque no querían morir sin saber en qué terminaban Los misterios de Paris, Los Miserables o La dama de las camelias.
Esperamos que nuestra serie suscite en nuestros lectores un interés cierto, pero más moderado.