En este post os quiero hablar de mi experiencia de la Pasión de Jesús y pascua de Resurrección.
María, tú me has acompañado en este tiempo de la pasión de Jesús, me has llevado de la mano. No es como esperaba vivirla. Retirada en silencio y desde la intimidad de mi corazón en la casa de Espiritualidad de San Juan de la Cruz. Han sido unos días en familia. Y he ayudado a Jesús a llevar la Cruz, con mi dolor de lumbalgia. He vivido la Pasión de Jesús, desde el dolor, ofreciéndoselo a él, a Jesús. Aunque no me he comportado todo lo valiente que se esperaba de mí. Ahora lo veo. No estoy preparada para la vida religiosa, no soy lo suficientemente buena y Santa. Soy egoísta y no aguanto el dolor lo suficiente, para ofrecerlo santamente y con alegría. Siendo compasiva con mis hermanos, siento que no soy lo suficientemente sacrificada para seguirte, Jesús.
María, tú si eres santa y seguiste a Jesús hasta la Cruz, tu hijo amado y lo diste todo por él, ofreciendo tu dolor de madre. Yo quisiera ser la mitad de sacrificada en el Señor, y ofrecer mis dolores y padecimientos.
Señor desde hoy, desde aquí, desde el día de tu resurrección, te ofrezco mis dolores. Que sea tu voluntad. Si no he podido vivir la Pasión en Cristo en la intimidad de la casa de Espiritualidad, que sea en la intimidad de mi hogar, con mi familia. Y ya la viviré de otra forma el año que viene.
María, tres días tuviste que esperar a tu hijo resucitado. Yo te ofrezco mis padecimientos y mi dolor y mis pecados, para que en este día que empieza la Pascua, renueve mi promesa de seguir a Jesús y ser bendecida por él.
Jesús, te ofrezco mi particular Cruz. Ayúdame a seguirte y no pecar más.
Te lo pido por la intersección de María, mi madre y custodia de mi corazón. Te pido Maria, que al igual que acompañaste a tu hijo durante toda su vida, me des la mano y acompañes en la mía. Siento que has estado ahí y Jesús y no me habéis abandonado. Solo quiero que me deis la mano, para no caer más. Jesús, María bendecidme y no me soltéis de la mano.
En esta Pascua que empieza. Renuevo mi promesa de seguirte mi Señor. Que sea tu voluntad.
Como María Magdalena me gustaría seguirte y ser la primera en hallarte en el sepulcro ya resucitado. Si algún día tomo los votos, me gustaría llamarme así. Porque me siento como ella y que ella también me acompaña y aconseja.
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Cada 22 de julio la Iglesia Católica celebra la fiesta de Santa María Magdalena, discípula cercana del Señor. Fue originaria de Magdala, una población situada en la orilla occidental del lago de Genesaret (mar de Galilea), razón por la que recibió el apelativo de “Magdalena”.
Mensajera de la Pascua
María Magdalena fue discípula de nuestro Señor Jesucristo, quien la eligió para ser testigo de su resurrección, incluso antes que los apóstoles. Ella recibió el encargo de testimoniar lo que había visto: la victoria del Maestro sobre la muerte.
Ese llamado particular de su discipulado hace de Santa María Magdalena un modelo para todo aquel que está llamado a evangelizar. Ella encarna la figura del que anuncia el mensaje gozoso y central de la Pascua: hay una nueva vida en Cristo.
El Papa Emérito Benedicto XVI en 2006 resumía con precisión cuán relevante es Santa María Magdalena para la vida cristiana: “La historia de María de Magdala recuerda a todos una verdad fundamental: discípulo de Cristo es quien, en la experiencia de la debilidad humana, ha tenido la humildad de pedirle ayuda, ha sido curado por Él, y le ha seguido de cerca, convirtiéndose en testigo de la potencia de su amor misericordioso, que es más fuerte que el pecado y la muerte”.
Magdalena, la primera en encontrar a Jesús resucitado
La Magdalena siguió a Jesús hasta el Calvario y estuvo ante su cuerpo yacente. En la mañana del domingo de Resurrección, fue la primera que vio a Cristo resucitado, en cuerpo glorioso. Como consecuencia, la Iglesia reconoce desde siempre la importancia que tiene en la vida del Salvador y en la experiencia de la primera comunidad cristiana. Así queda en evidencia en las narraciones del Evangelio.
Fuente: Rionegro.com