¿PARAFERNALIA O AUTENTICIDAD?

En la jura de nuevos reclutas de la Guardia Suiza vaticana.

UNA CEREMONIA DE SIGLOS

Tengo un dilecto amigo, sincero creyente y deseoso de que la vida eclesial discurra por derroteros de sencillez, a tono con la vida de las primeras comunidades cristianas, que se pronuncia, con impecable actitud, aunque respetuoso con la vida de la Iglesia, especialmente en las manifestaciones más solemnes, como son las que se realizan en el marco de la Ciudad del Vaticano, en sus basílicas emblemáticas, la de San Pedro ante todo.

Las aún recientes celebraciones habidas con motivo del fallecimiento del Papa Francisco y la elección y proclamación del nuevo Pontífice, León XIV, le han dado pie para sus críticas. Por ejemplo, “Esos cardenales, con rojas vestiduras, que deben costar un riñón, y esos desfiles hasta llenar los amplios espacios preparados, no dan testimonio de una institución que nació de un Fundador pobre”. Todo cuanto excede, por su elegancia y visualidad, de una elemental sobriedad en indumentarias y “montajes” ceremoniales, que denomina “parafernalias”, es objeto de tales descalificaciones.

CELEBRACIÓN VATICANA DE HOY Y DE SIEMPRE

No sé lo que hubiera dicho de haber contemplado la transmisión de un acto revestido de toda la solemnidad que se ha venido manteniendo a lo largo de los siglos, a partir de su existencia en el XVI: La jura de 21 nuevos reclutas de la Guardia Suiza pontificia, celebrada el día 4 de octubre en el escenario arquitectónicamente espléndido del patio de San Dámaso del palacio vaticano. Y esta vez con el aliciente especial de la presencia del mismo León XIV, asistencia pontificia que no se daba desde el papa San Pablo VI.

El acto, al que han asistido, no sólo un numeroso público invitado (familiares de los nuevos reclutas y autoridades suizas, comenzando por la de la Presidenta de la Federación Helvética). El patio estaba adornado con las banderas de todos los cantones suizos, de donde proceden por turno los jóvenes que forman la Guardia fundada por el Papa Julio II en enero de 1506.

ASPECTOS DIVERSOS

El acto tuvo tal riqueza de rasgos, que es difícil distinguir los más significativos. Pero vamos a intentarlo.

La indumentaria. Tal vez lo más llamativo de este acontecimiento sea detenerse en la visión de la indumentaria de los protagonistas, los nuevos reclutas, el comandante, los trompeteros, tamborileros, banda de música y los jefes de las distintas secciones.

Ante todo, hay que destacar la fascinante brillantez del conjunto uniformado: los nuevos reclutas, vestidos con uniforme de gran gala, que consiste en añadir al uniforme textil, ya de por si bellísimo en su variedad colorística, la coraza metálica que imprime un aspecto de tropa armada para participar en una antigua batalla, así como el morrión, de modelo tomado de los tercios españoles, rematado por un vistoso plumero de colores diferentes según la clase de miembros del conjunto: blanco en el Comandante, rojo en los reclutas, amarillo y negro en los tamborileros, y  violáceo en el director de la banda de música. La coraza y el morrión del comandante eran más ricos que el resto por sus grabados metálicos resaltados en negro.

También los colores del uniforme variaban en función del tipo de miembro: policolor a franjas en los guardias, rojo oscuro y negro en directores como el de la banda de música. Todos los participantes y sus jefes usaban guantes blancos, que daban a su aspecto un matiz de elegancia y solemnidad. De igual modo, todos usaban calzas de diferente color, según el tipo de miembro.

FASES DEL ACTO    

La celebración tuvo momentos o fases perfectamente reglamentados, que los miembros del conjunto cumplieron con estricta formalidad; tal vez sea interesante destacar el porte marcial y el rítmico movimiento de brazos de los reclutas, los impecables movimientos y los taconazos al dar cualquier paso o movimiento. Muy importante resultaban los movimientos al efectuar el juramento, que previamente fue leído por el comandante. Llamados uno a uno, cada joven recluta salía de su lugar en la formación y avanzaba hasta situarse ante la bandera previamente desplegada e inclinada. Con un movimiento firme asía el asta de la bandera con la mano izquierda y levantaba la derecha con tres dedos extendidos, mientras con muy alta voz, casi en grito, expresaba la fórmula del juramento, para dar media vuelta y regresar a paso ligero a su lugar en la fila.

La formula del juramento, bastante extensa, por lo que no la reproducimos, la había leído previamente el capellán de la Guardia, un monje benedictino. Se jura obedecer al Papa y protegerlo, así como a los cardenales en los periodos de sede vacante. Y hacerlo incluso con sacrificio de su vida. Un texto imponente. Luego hay una fórmula breve que es la que cada guardia proclama a voz en cuello: “Juro cumplir cuanto se ha dicho”.

FINAL “SORPRESA

En esta ocasión hubo una sorpresa, derivada de la presencia del Papa. León XIV pronunció unas breves palabras improvisadas, para agradecer a los nuevos reclutas su juramento y a los asistentes, con mención expresa de la Presidenta de la Federación Helvética, y resaltó el valor ético de este juramento como ejemplo para los jóvenes de nuestro tiempo. Breve, pero con profundo sentido.

Previamente, la banda de música de la Guardia interpretó unas breves piezas y los tamborileros hicieron una exhibición de su habilidad con una tamborada llena de marcialidad y brillantez.

Terminado el acto los nuevos reclutas hicieron el desfile de salida del patio con rítmico paso militar.

VALORACIÓN DEL ESPECTADOR

Se impone la pregunta que da título a este artículo: Frente a posibles censuras de fieles católicos que pretenden reducir los actor solemnes de la Iglesia, los litúrgicos y estos tan especiales, a una simplicidad de aparente “pobreza”, hay que repetir: ¿Estamos ante una exhibición de “parafernalia” propia de tiempos renacentistas, incompatible cn el testimonio de austeridad que debe dar una institución que aparece en el mundo actual como signo referencial, o hay en este tipo de celebraciones una veracidad y autenticidad que corresponde con el sentido histórico de siglos que subraya bellamente la honda tradición del testimonio que la Iglesia presta? Yo me inclino a optar por esta segunda manifestación. Jesús de Nazaret nació pobre en una cueva oscura, pero aceptó el homenaje de unos sabios extranjeros que le ofrecieron presentes de indudable riqueza en reconocimiento de su condición sagrada de Rey y Sacerdote, tal como afirma solemnemente un salmo que se recita todos los domingos en el oficio de Vísperas: “Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados” (Sal 109, 3). No es una huera “parafernalia”, sino veracidad propia del Vicario en la tierra del Mesías Jesús.   

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