Hay personas que se han hecho a si mismas, que su día a día es una lucha, personas que personalmente y profesionalmente, se han ganado el dicho “hechas a si mismas” y es que no hay más que tener una diferencia, una dificultad, para ponerse las pilas en la vida.
Pues así es la vida de los discapacitados, que abogan por ser autosuficientes y seguir con su vida, después de un accidente, de un tumor o de una parálisis cerebral de nacimiento, a consecuencia de no practicarse una cesárea, o sea, una negligencia médica y ¿Cuántas hay…? ¿Eh? ¡Pues si!, pero no hay otra que seguir, que luchar por tu independencia y lograr tus sueños.
Porque yo ya me acepté, dejé de ponerme escusas, de compadecerme, de pedir una explicación a Dios. Y descubrí que me gustaba nadar, pintar, leer, escribir y me puse a ello. ¿Pero a cuántos en la pandemia se nos cortaron las alas, la actividad?. Íbamos a ser súper guay, mejores personas, más solidarias.
Pero pasada la alarma del copón, seguimos igual y es que si eras solidaria antes, los sigues siendo. Si eras luchadora antes, lo sigues siendo. Creímos que descubriríamos la panacea de la felicidad, de la solidaridad, de la bondad en el otro, y hubo casos, a la vista estuvieron.
Pero ahondemos en la vida de un discapacitado en la pandemia, ¿Cómo fue su día a día?. Porque el mío como todos fue de confinamiento. Estuvimos los primeros días trabajando en la consulta, nos veíamos imprescindibles, aunque con la mitad de pacientes que antes, restringidas las visitas.
Pero los vecinos empezaron a tener miedo. Una consulta psiquiátrica, personas subiendo en el ascensor, por las escaleras, ajenas al edificio. Cundió el histerismo y se nos pusieron bordes y hasta llamaron a la policía. Cuando, cómo no, la policía estuvo de nuestra parte, éramos imprescindibles, puesto que la gente tenía miedo y nosotros les aliviábamos ese miedo, y los diferentes casos de ansiedad o diferentes patologías, pero tuvimos que cerrar por la alarma de los vecinos y porque ya llegó el momento de cerrar por un tiempo, porque era insostenible.
Y me dediqué a pintar en acuarela. Así pasé yo el confinamiento. Escuchando la radio y pintando y escribiendo cuentos y relatos, empezando una novela de fantasía.
Y poco a poco dejó de cundir el pánico, y se restableció la vida, y pude volver al gimnasio y a las clases de pintura y por supuesto a mi trabajo, que sin él estoy perdida, pues es lo que me da de comer y paga la hipoteca y los cursos de escritura y todo lo que hago, ¡vamos!.
¿Cuál fue tu situación en la pandemia?