ASPIRACIÓN PASCUAL
Vida arcangélica es a la que aspiro.
Más, ¿ha de ser humana,
para siempre en la carne?
Si es como la tuya, te lo acepto,
Mi Señor Jesús resucitado:
Carne transfigurada,
espiritualizada, pura, indefectible,
ingrávida y alígera,
capaz de trascender tiempo y espacio.
Vida al fin liberada
de las torpes pasiones, de este peso
de ansias y deseos posesivos
que generan angustia.
Una vida impregnada del Espíritu,
igual que el Jardinero
junto a la enamorada en desconsuelo
y el peregrino que se hace caminante
entre los perplejos desmaídos
y les enciende el fuego en sus entrañas
con su palabra santa,
hasta que un gesto, una voz inconfundible
descubren su Presencia verdadera:
¡Es el Señor Jesús resucitado!,
Y aparece en el centro de la estancia
de las puertas cerradas,
ante el pasmo de los amedrentados,
e infunde paz y gozo indescriptibles.
Pero he de esperar no sé qué tiempo
hasta alcanzar el ámbito glorioso
que desee mi alma:
el “todavía no” me desazona
y es mi oración un ruego permanente
al que subió a su Gloria
y sólo queda aquí, en el plan mistérico,
sin dejarnos su voz y su figura.
¡Auméntame la fe, dame tu Espíritu,
Jesús resucitado!,
y que la noche oscura sea breve.
Todo en mí es esperar el nuevo tiempo
hasta encontrar tu rostro
en la absoluta Luz transfigurada.
Úbeda, 26 de abril de 2025,
día de Ntra. Sra. del Buen Consejo