Nunca será posible echar a Sánchez de la Moncloa, ejerciendo unicamente políticas de tancredismo y guante blanco

Para desgracia de los españoles no de izquierda radical, [que somos muchísimos más de los censados por Tezanos, chef de las cocinas monclovitas dedicadas a la elaboración de platos demoscópicos al gusto de su jefe], los rasgos característicos de la política del PP no han sido otros que su mil veces practicado tancredismo Actitud imperturbable de quien parece no darse cuenta de la amenaza de un peligro grave-, y su obsesión por la política de guante blancosímbolo de educación, respeto y cortesía-.

Durante nuestras prósperas décadas postconstitucionales, cuando el PSOE alcanzaba el poder, el PP se limitaba a aplicar la política de esperar a que su oponente se desgastara y así el centro derecha llegaba a instalarse en la Moncloa, no por méritos propios, sino por los errores del socialismo gobernante.

Todas y cada una de las legislaturas socialistas han finalizado con más paro y menor riqueza de la que se disfrutaba cuando el PSOE llegaba al poder. Por el contrario, el PP siempre ha terminado sus mandatos con mucho menor paro y mayor riqueza. Estas innegables capacidades de gestión del centro derecha, han quedado siempre opacadas por su demostrada insolvencia para luchar, entre otras cuestiones, contra la falsa superioridad moral de la izquierda, o con no enfrentarse a las imposiciones culturales de esta.

El tancredismo de Rajoy quedaría perfectamente reflejado en las imágenes del bolso de la vicepresidenta ocupando su sillón parlamentario, y en las del propio presidente tomándose unas copas, en un bar próximo al Congreso, mientras allí estaba teniendo lugar la votación que acabaría por echarle de la Moncloa. Desafortunadamente, su mayoría absoluta no fue utilizada para: derogar las leyes inconstitucionales (¿) impuestas por Zapatero, independizar, de una vez por todas, la judicatura de la política, y ni tan siquiera impedir la, por segundos, independencia catalana.

La llegada de Sánchez al poder debió marcar un antes y un después en las artes de hacer política en nuestro país. Por primera vez se asentaba en la Moncloa un auténtico enemigo de nuestra democracia y de España como nación soberana. En la formación de su primer gobierno dejó bien claro que los partidos constitucionalistas no eran conformes a sus designios políticos, y, en consecuencia, estableció alianzas con los enemigos de España, separatistas y terroristas, para formar su, funestamente conocido, gobierno Frankenstein.

Ante este inédito tablero político, parecería que PP, Vox y Cs coordinarían sus estrategias para luchar contra el enemigo común, Sánchez, y no digo PSOE porque esta organización dejó en su día de ser un partido político para convertirse en mero instrumento inorgánico al servicio de su secretario general.

Nada más lejos de la realidad, la no-oposición dedicaría todas sus energías a librar auténticas luchas cainitas para arrebatarle votos, no al enemigo común, como sería lo lógico, sino a los partidos que ocupaban posiciones similares en el tablero.

¿Cómo es posible que un auténtico dictador haga y deshaga lo que le venga en gana, durante más de un lustro, y la oposición sea incapaz de restarle un ápice de su poder y, mucho menos, de ponerle en el trance de abandonar la Moncloa?

El empleo indiscriminado, por parte del PP, de la política de guante blanco, podría estar justificada en tiempos de democracia real, pero con la llegada de Sánchez, lo real se convirtió en puramente “virtual”.

En el artículo de Antonio R. Naranjo recogido ayer en este mismo blog, se hacía clara mención al salvavidas lanzado por el centro derecha al social comunismo, en razón de haber aceptado reuniones bilaterales Sánchez/barones PP. Estos absurdos encuentros conllevan la lamentable consecuencia de que la grave e inconstitucional autonomía fiscal concedida a Cataluña, quede reducida a una mera distribución de fondos estatales entre autonomías.

Desde su llegada a la Moncloa el presidente ha venido actuando con luz y taquígrafos en su proceso de implantación de una república bananera de la que su persona sería Presidente, y durante esos más de cinco años, el PP, practicamente, ha limitado su labor de oposición a la dictadura mediante la declamación de brillantes discursos en el Congreso.

Mientras el PP no de un giro de 180 grados a su política de tancredismo y guante blanco hasta convertirla en la que debe ejercer una auténtica OPOSICIÓN, estaremos condenados a seguir sufriendo esta dictadura durante, al menos, esta y la próxima legislatura.

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