La imagen de Tejero subido a la tarima del Congreso pistola en mano, y las ráfagas de los fusiles de asalto, quedaron grabadas en las retinas de los españoles cuando TVE emitió en diferido lo sucedido en aquella infausta tarde, pudiendo contemplar atónitos el asalto a la Cámara de los diputados por un destacamento de la guardia civil.
TVE había decidido no emitir en directo la votación para la investidura de Calvo-Sotelo como sucesor del dimitido Adolfo Suárez, y grabar el Pleno para ofrecer después un resumen en el Telediario. Solamente la cadena SER transmitió aquella crucial sesión parlamentaria en directo.
El golpe resultó ser un auténtico fiasco dado lo chapucero de su organización y por la providencial intervención del rey Juan Carlos, cuyo discurso de madrugada, en su doble papel de Jefe de Estado y Jefe Supremo de las fuerzas armadas, zanjaría de una vez por todas el intento golpista.
El fallido secuestro de nuestra Constitución se producía a los tres años de haber sido aprobada y por tanto encontrándose escasamente consolidada. De haber triunfado el golpe, nuestra historia hubiera sido muy distinta.
Cabe destacar el importante papel desempeñado por las telecomunicaciones en aquella dramática ocasión. La radio advertiendo a la ciudadanía de lo que estaba sucediendo en el Congreso, y la televisión ofreciendo el tranquilizador discurso del monarca.
Después de aquel fallido pistoletazo a nuestra Constitución, todos los españoles hemos podido disfrutar del período más brillante de nuestra historia. Cuarenta años de paz, progreso y prosperidad en todos los órdenes, económico, social e institucional. Por supuesto que como todo en la vida, ha sido una época con sus luces y sus sombras, pero donde las primeras han iluminado claramente las pasadas cuatro décadas.
El 13 de enero de 2020, es decir, dos meses después del abrazo social/comunista, Pablo Iglesias es nombrado vicepresidente segundo del primer gobierno de Pedro Sánchez. En este13E se inicia un rápido proceso de deconstrucción de nuestra democracia, liderado por Su Sanchidad y bajo las directrices del impulsor de la dictadura venezolana. Con la experiencia adquirida en aquellas latitudes, y la anuencia de su presidente, Iglesias ha logrado en solo catorce meses lo que en Venezuela costó casi ocho años.
A diferencia de lo acontecido el 23F, ahora se está llevando a cabo una operación sibilina alentada por el propio gobierno, con el apoyo de los medios progubernamentales y ocultada bajo el marchamo de país democrático.
La última batalla para dar el golpe definitivo a la Constitución del 78 se está librando ahora en los aledaños de la justicia.
Si el presidente Sánchez consiguiera eliminar la independencia del poder judicial, el golpe de estado se habría consumado.