MODERNIDAD NO SIEMPRE SIGNIFICA PROGRESO

Moderno según el DRAE es “contrapuesto a lo antiguo o a lo clásico y establecido” y
Modernidad es la “cualidad de moderno”. Es de esperar que esa novedad asociada sea
beneficiosa para quien aplique la “modernidad” porque así ha sido durante toda la
existencia de la humanidad. Sin embargo, hay casos en que no es completamente cierto.
Cualquier actividad colonizadora llevada a cabo en Asia y, sin duda, en África
representaba la modernidad para esas tierras, pero también una explotación despiadada
(basta leer a Joseph Conrad).

Las Redes Sociales son la gran novedad social de nuestro tiempo que, sin embargo,
admiten una calificación ambivalente: su contribución al progreso está llena de
incógnitas. A escala más individual, las personas se lanzan por caminos “novedosos”,
como el consumo de drogas estimulantes, pero que son totalmente equivocados. Por
tanto, modernidad no siempre es sinónimo de adelanto.

Más recientemente vengo observando un fenómeno sociológico que cabría calificarlo de
“moderno”, involucra a la inmensa mayoría de la población joven (18 a 40 años) y se
extiende con celeridad hacia personas mayores: el tatuaje. No tiene una ubicación
geográfica concreta, pero afecta a la población de cualquier país occidental.

Quien se tatúa está a la moda, da una imagen de juventud. Emula a cualquier estrella del
deporte o del espectáculo. También, es posible que sea más atractivo para una posible
pareja, si hacemos caso de opiniones de entrevistados. En cualquier encuentro de citas o
reunión social, la conversación que rompe el hielo en ese colectivo es ¿cuántos tatuajes
tienes y dónde? La modernidad, contrariamente, es solo relativa pues el tatuaje era la
seña de identidad omnipresente en ciertas profesiones en siglos pasados, pero hoy es
asumido como algo muy reciente e innovador.

Hasta aquí podríamos decir las “ventajas” pero ¿existen desventajas, incluso perjuicios o
daños? Hacerse un tatuaje comporta posibles riesgos y daños en la piel y la salud en
general, entre los que destacan según diversas fuentes expertas: infecciones, reacciones
alérgicas, hipersensibilidad a la luz, problemas durante procedimientos médicos (p.ej.
RMN) o dificultad en la eliminación (a través de métodos como el láser, puede ser
dolorosa, costosa, y no siempre garantizada).

Lógicamente, es crucial estar bien informado y elegir un estudio de tatuajes que cumpla
con todas las normas de higiene y seguridad, así como seguir las recomendaciones de
cuidado posterior para minimizar estos posibles daños.

Cabe seguir hablando de la estética, del resultado tras el tatuaje. Es cierto que los hay
muy elaborados que parecen obras de arte plástico. En otros casos, se representan
objetos o textos que son relevantes para el portador del tatuaje (un familiar, una mascota,
…). Pero cualquier inspección visual de los muchos tatuajes que se ven especialmente en
verano con gran parte de la piel al aire, llega a la conclusión de ser mayoritarios los que
no guardan ningún canon estético: piernas, brazos, cuellos, dedos, manos, …son
recubiertos de figuras que oscilan entre algún objeto reconocible y formas de color
oscuro más próximas a manchas. Observando con más cuidado, nos encontramos con
casos de dibujos infantiloides propios de personas adolescentes o más jóvenes, que
tendrán su razón de ser pero que no se entienden en adultos.

¿Qué imagen quiere transmitir el tatuado? A lo mejor, ninguna, solo reafirmarse en sus
creencias e imágenes. Pero lo cierto es que ante una persona que luce y alardea una olla
humeante en el brazo, un texto en caracteres orientales y dos perros en ambos brazos la
impresión más plausible sobre ella es que es poco madura. No quiero ahondar en lo que
ese escenario puede restar en una entrevista de trabajo, porque puede darse la
circunstancia de que el entrevistador sea forofo de los tatuajes y le favorezca, pero si
destacar que esa imagen comporta aislamiento: como diría el coach “vas a sintonizar con
los colegas que siguen tus pasos, pero eso te va a alejar de otros círculos donde podrías
encontrar encaje y posibilidades de desarrollo profesional y personal”.

En un mundo totalmente abierto, resulta que esta modernidad agrupa a las personas por
su compenetración en temas estéticos y mayoritariamente secundarios, pero eso ¿es
progreso o retroceso? Hay un lejano recuerdo de las tribus unidas por razones genéticas,
sociales, culturales o defensivas que necesitaban símbolos integradores visibles: el
tatuaje ayudaba y ayuda a conseguirlo.

Un ultimo resultado de estas observaciones: una cierta correlación inversa entre el
aumento de superficie tatuada o “manchada” en la persona y su nivel educativo
aparente. Reconozco que es una observación nada científica, pero animo a los lectores a
que lo comprueben: que observen como las personas exageradamente tatuadas hablan
alto (donde procede el silencio), escuchen el pobre nivel de lenguaje que utilizan y su
aparente escaso desarrollo cognitivo. Otro indicador absolutamente de raíz personal y
por supuesto muy cuestionable es la misma correlación inversa entre superficie tatuada y
belleza: es obvio que todos recurrimos a actuaciones externas para mejorar la apariencia,
pero el exceso en el tatuaje agranda muchas veces la fealdad original.

Escoger un camino de mejora interna, desarrollar el potencial de la mente, mejorar el
nivel de interacción con la sociedad, colaborar ayudando al entorno son factores
incuestionables de éxito para “quererse a sí mismos “y fortalecer su personalidad: la
sociedad saldría ganando por contar con miembros más valiosos. Ese camino pasa por
aplicar esfuerzos de mejora en sus competencias y habilidades en un trayecto largo pero
gratificante. Dejar de gastar en tatuajes es sin duda una ayuda.

Ya sé que corro el riesgo de ser acusado de racista o elitista. pero apenas se ha estudiado
sociológica y científicamente este movimiento, quizás por la cantidad de dinero que
mueve. Mi intención es plantear dudas, promover análisis, debatir y comunicar los
efectos asociados: conseguir que la decisión de tatuarse esté conectada con la consulta
a fuentes solventes y fiables de los efectos asociados, sería un gran resultado. Hasta que
eso no se dé, concluyo que no observo progreso sino estancamiento o regresión cultural y
social en los tatuajes como fenómeno masivo. No trato de sugerir la causalidad entre
tatuajes y mala educación, pero sí creo que aquél es una especie de coraza bajo la que se
pueden esconder y agrandar las debilidades citadas: hacer que esa protección tenga
menos fuerza puede que ayude a nuestra sociedad a ser mejor, más colaborativa y capaz
de progresar efectivamente

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