Cuando la Cuaresma está más que mediada, hay que suponer que las sedes de las cofradías de Semana Santa, especialmente en Andalucía y tal vez en algunas localidades castellanas, son un hervidero de actividad. Los cultos a las imágenes veneradas implican traslados desde los altares donde se encuentran todo el año a los presbiterios de los templos, así como el armazón de altares para esos cultos en los que se vuelca todo el fervor, de modo que esos conjuntos montados con el mejor fasto, en alagunas ciudades, como Sevilla, son auténticas obras de ‘arquitectura transitoria”; todo esto conlleva una gran actividad durante varios días. Pero todos se esfuerzan en presentar del modo más bello y espléndido, sus imágenes para los días de culto anual, que culmina con la ‘Fiesta principal’ o ‘Función de Instituto’, con misa solemne, en la que actúa algún coro o capilla instrumental de música.
Pero también bullen de gran actividad las casas de las cofradías que tienen domicilio en la ciudad y locales donde se guardan los elementos con lo que se arman los ‘pasos’ o ‘tronos’ (Utilizamos estos dos términos para distinguir el lenguaje de Andalucía Oriental y Occidental. En la zona oriental, influenciada por la Semana Santa de Málaga, se utiliza el vocablo “trono” para designar el conjunto que se saca como elemento central de la procesión, mientras que en la zona occidental andaluza, influenciada por la Semana Santa de Sevilla, el término utilizado para ese motivo central es el de “paso”)
Toda esta actividad se desarrolla con vistas al gran acontecimiento: el culto solemne anual y, como manifestación máxima de fervor, la procesión. Hay que limpiar candelabros, faldones de pasos, revisar el estado de estos armazones que van a soportar las imágenes, si es que el ‘esqueleto’ o estructura-base del paso, denominado ‘parihuela’, no se traslada a la iglesia para los cultos, que de todo hay.
También hay que ocuparse del acopio de cera para la procesión. De las fábricas que se dedican a este producto se les envía la cantidad de cirios que la Junta ha decidido, según el número de cofrades que, vestidos de nazareno, desfilarán el día que les corresponde. En tiempos pasados los propios cofrades llevaban sus cirios, por lo general de tamaño modesto y no todos iguales. Esto restaba estética a la fila de penitentes, de modo que las cofradías proveen de cirio a cada cofrade el día de la procesión, todos de igual tamaño y del color adecuado al carácter de la cofradía o de cada paso; en colores oscuros o rojo los correspondientes a los pasos de Cristo y blancos los que acompañan a la Virgen.
EL TRASFONDO DE TRABAJO RESERVADO
¿Por qué hemos calificado de ‘oculta’ una determinada Semana Santa? ¿No es bastante con este trajín cofradiero que precede a los días sagrados de la Pasión del Señor?. En realidad, todo lo anteriormente descrito se realiza en el ámbito interior de la vida cofrade y es objeto de atención especialmente para los miembros de las juntas de gobierno de estas instituciones de la vida religiosa más tradicional.
Pues el motivo de esta calificación es la referencia a una actividad de la mayor importancia para estas hermandades que tributan culto a unas imágenes representativas de algún momento de la dolorosa Pasión y muerte de Jesucristo.
Hay una actividad, que se desarrolla muchos meses antes de los cultos cuaresmales y de la procesión anual: es el mantenimiento en buenas condiciones de los elementos que constituyen el patrimonio de las cofradías. Las imágenes, ante todo, pero también los elementos integrantes del soporte de las mismas para la procesión y demás actos relacionados con el culto. Estos objetos más sencillos se limpian por los propios cofrades, pero el mantenimiento de imágenes y parte artística de los tronos requiere conocimientos especializados sobre arte y artesanía, por lo que se conecta con talleres de profesionales.
UN TALLER DE RESTAURACIÓN
Afortunadamente, hemos podido conocer esta interesante tarea de restauración gracias a la amistad con un matrimonio de restauradores, ambos licenciados en bellas artes. Están en estas semanas copados de trabajo.
Visitamos con el mayor interés su gran taller, una enorme cochera con mucha altura de techo, en la que caben las enormes armaduras de los tronos, como el que ahora están restaurando. No busquemos orden o cuidadosa colocación de piezas y enseres; todo se encuentra disperso por mesas y estantes.
En el centro del espacio se encuentra la gran armadura del trono, la parihuela (el escueto armazón de patas y travesaños que componen la base), sobre la que se hallan montados bastantes elementos de los que se lucen al exterior, están muchos de ellos dorados, cuyo ‘lustre’ es parte de lo que se restaura. Con extremo cuidado, la restauradora ha tomado una delgadísima lámina de pan de oro (pero auténtico, de 24 kilates) y con una pinza la coloca sobre el elemento cuyo dorado hay que renovar, y después realiza la delicada tarea de fijarlo mediante el adhesivo adecuado, de tal manera que la pieza aparezca con la esplendidez original.
Sobre una gran mesa se encuentran colocadas dos figuras de ángeles de fina belleza, y lucen amplias alas policromadas en oro y rojo. Ahora están cubiertos en parte por la base blanca del cromado y dorado que ha de aplicárseles.
Alfonso y Mónica. la pareja de artistas, no paran en su árduo y delicado trabajo. La cofradía espera contar con el esplendoroso trono con tiempo suficiente para montar las imágenes y colocar los faldones que completarán la figura del paso procesional, que se mostrará en el templo con antelación al día de salida.
En ese día todo lucirá con esplendor por las calles del recorrido. El público quedará admirado, cuando no fervoroso, ante la belleza del paso procesional. Pero muy pocos serán conscientes de que esa belleza y esplendor son, en muy buena parte, debidos al trabajo calladamente hecho, en días y noches de muchas semanas, por hombres y mujeres que con su buen hacer y sentido artístico mantienen esas estructuras como en el primer día. Es lo que hemos denominado “La Semana Santa oculta”.