Siempre hubo linchamientos, es decir, muertes físicas o morales que no pasaron por los tribunales o cuya sentencia no la dictó un juez.
Hoy, la tecnología ha facilitado sobremanera los linchamientos que se llevan a cabo fácil e incluso anónimamente mediante mensajes de odio publicados, reenviados, retuiteados, seguidos y aplaudidos en las redes sociales. La facilidad que ofrecen estas tecnologías para difundir calumnias permite llevar a cabo la ley de Lynch sin esfuerzo.
Otras formas de linchamiento digital que se dan a través de las redes se llaman ciberacoso, sexting o sextorsion. Son maneras de matar física o moralmente utilizando la tecnología como vía de castigo y de difusión, porque tuitear o “postear” una calumnia, una fotografía o un vídeo comprometedores equivale al efecto de esa frase o palabra inoportunas que se pronuncian cuando el micrófono todavía está activado. Ya no hay quien dé marcha atrás ni quien recoja velas.
El acoso en la vida real tiene un horario, pero el ciberacoso no lo tiene, porque la víctima no puede esconderse y su martirio dura 24 horas cada día.
Ya sea en forma de insultos, de calumnias, de persecución, de burlas, de proposiciones sexuales, de extorsión con vídeos o fotografías, el acoso, tanto en la calle como en Internet, ha terminado con la vida de muchos jóvenes, y de personas no tan jóvenes, que no han podido superarlo. Y si no ha terminado con su vida, ha terminado con su salud mental.
Muchos niños caen en la trampa de los acosadores porque están habituados a ver la exposición que los adultos hacemos de nuestra intimidad en las redes sociales, pregonando a los cuatro vientos nuestras actividades y mostrándolas en imagen o en vídeo plenos de narcisismo y sin pudor alguno.
Aún más, a veces mostramos la vida de nuestros hijos al mundo exterior, porque el narcisismo y el orgullo de padres pueden más que la prudencia.
Nosotros, al fin y al cabo, somos adultos y hacemos lo que queremos con nuestra imagen para rendirle culto, que es una costumbre muy actual. Pero los niños no son adultos y quieren hacer lo que ven, aunque con su ingenuidad y su falta de recursos para defenderse, hacer lo que quieran con su imagen les puede costar muy caro.