El gran delito de Occidente del buen vivir
Escribo tapándome la cara por el sentimiento de vergüenza: leer, aunque sea por encima y a salto de mata, las páginas de esa formidable revista que es MUNDO NEGRO, la prodigiosa y bien informada publicación de los misioneros combonianos, la única publicación que informa en español de las realidades concernientes al continente africano, de la multiplicidad de sus países, de los acontecimientos a menudo, no ya sorprendentes sino vergonzosos de la política y el entramado socioeconómico de ese conjunto, donde millones de seres humanos padecen terribles plagas, como se narra en los libros de historias sucedidas a antiguos imperios como el mesopotámico, el asirio o egipcio, e incluso los europeos de la antigüedad o de los siglos XVIII y XIX, pone, dicho en la popular expresión “los pelos de punta”.
Entrar en el complejo mundo de ese entramado de países, en otro tiempo víctimas de la explotación de los ricos imperios occidentales y hoy del nefasto imperio de los dictadores autóctonos, que, bajo hipócritas proclamas de desarrollo aparente y falso, cuyos logros son disfrutados por una reducida clase de privilegiados del propio país, y ver cómo esas realidades son ignoradas y enmascaradas para el desconocimiento de los países desarrollados.
Tomar conciencia, aunque sea leve y transitoria, de estas realidades, mientras en esos países , centenares de misioneros , hombres y mujeres, se meten hasta el cuello en la vida de los millones de desfavorecidos que malviven y mueren, todo este mundo que nos descubre la valentía y buen hacer informativo y periodístico de unos cuantos profesionales que, mes a mes, nos llaman la atención y procuran despertar el sentido de responsabilidad de los privilegiados blancos occidentales, esto es un hecho que merece ser difundido en honor a la verdad.
“De lo que no se habla, no existe”. Es una afirmación que la experiencia confirma sin lugar a dudas. ¿Hay algunas noticias, informaciones en telediarios, entrevistas, programas informativos de cuestiones concretas, que nos pongan delante algo de las numerosas y aplastantes realidades que se sufren en los países africanos?. Nada. Si acaso, algo a modo de anécdota, de sucedido infrecuente extraño. Lo que piensan los que no se van de vacaciones o los que han votado o dejado de votar, los que buscan componendas políticas para acceder al poder, eso está todos los días en todas las cadenas televisivas. Pero los enormes problemas humanos, las cuestiones sociales y políticas que mantienen en situación de inseguridad y riesgo en cualquier país africano, de eso ni mijita.
Una de las más graves cuestiones por las que África, sobre todo el África subsahariana, más ‘abajo’, geográficamente del imperio islámico marroquí, prácticamente una copia del estilo de cualquier país europeo, es la condición racial de ‘lo africano’. África es el mundo negro y, a pesar de los siglos transcurridos desde que los negros eran cazados como reses y viajaban hacinados sin el menor escrúpulo en las bodegas de los buques esclavistas para su traslado a América, a pesar de ello hoy se sigue considerando al negro como un ser inferior.
No importa la no pequeña cantidad de negros y negras que han brillado y brillan por su valía como investigadores científicos, como escritores de obras admirables, como promotores de medios de desarrollo social y político. No importa. Como muestra el escritor Bassidiki Coulibali en su obra “El delito de ser negro”, el ser negro ha sido considerado incluso como un delito en algunas legislaciones occidentales y los negros llegaron a ser clasificados como seres sin alma. Se les vendía y compraba igual que un mueble, que una silla o un aparador.
La ‘vuelta’ que ha dado África, en especial desde la época reciente de la descolonización, tras el final de la II Guerra Mundial, ha sido pasmosa. Pero no es bastante. El desconocimiento de la realidad africana, del aplastante conjunto social que ha generado este desarrollo, a pesar de que mucho de ello ha beneficiado a líderes sin conciencia, que se han aprovechado criminalmente de las posibilidades que tenían, en lugar de emplearlas en la auténtica mejora de sus conciudadanos, la realidad africana está ahí, a pesar del silencio culpable de los medios de difusión occidentales.
El espanto de una plaga, como lo es la persecución de miles de habitantes de religión cristiana, católicos o protestantes, por parte del satánico yihadismo musulmán es un hecho que clama justicia internacional. Pero sólo el esfuerzo valiente de los misioneros, ellos y ellas, que siembran sanidad en hospitales y dispensarios, enseñanza y cultura en colegios, y, en el fondo, esperanza en miles de refugiados huidos del furor yihadista, ese esfuerzo del que también nos informa MUNDO NEGRO, es el testimonio de que hay personas que dejan su comodidad para incluso ejercer su profesión en esos países, a favor de los incontables seres humanos que, por otro lado, son ignorados por quienes tenemos todas las comodidades y hasta medios de recreo que nos distraen de la realidad del sufrimiento de semejantes desfavorecidos por el ‘delito’ de ser negros y vivir en condiciones de pobreza.