Historia de Almudena Álvarez

Hay personas para las que su día a día es una lucha que, personal y profesionalmente, se han ganado el dicho “hechas a sí mismas” y es que no hay más que tener una diferencia, una dificultad, para ponerse las pilas en la vida. Pues así es la vida de los discapacitados que abogan por ser autosuficientes y seguir con su vida, después de un accidente, de un tumor, de una parálisis cerebral de nacimiento a causa de una negligencia médica y ¿Cuántas hay…? ¿Eh? ¡Pues si! Pero no hay otra que seguir, que luchar por tu independencia y lograr tus sueños.

Pero no solo hay historias de superación en las discapacidades físicas sino también psíquicas.

Éstos tienen una mente especial, que no responden a lo convencional, a lo que esperamos de lo políticamente correcto. Y la mayoría de las veces están desahuciados, pero también hay casos de superación y a veces sus familias están desbordadas por la situación, pues no son fáciles de manejar. Ellos mismos, en la mayoría de las veces, no comprenden lo que les pasa y no sienten que sean discapacitados.

A veces la cabeza les pasa factura y juega malas pasadas.

¿Quién es Almudena Álvarez?

La historia comienza en Toledo por los años 70. Era un día lluvioso de tantos en la ciudad de las tres culturas: judía, musulmana y cristiana. En una familia de clase media de tantas, Milagros y su familia, Evaristo, su marido, que trabajaba en la banca, de cajero, Sofía, la hija mayor, que era muy responsable y formal y Estela la mediana, que era un poco presumida. Siempre la abuela Remedios le había dicho que era muy guapa y que servía para la carrera de modelo profesional. 

Aquel día, de hecho, venían de Madrid, de grabar uno de los anuncios de Estela. Sus preferidos, a los que tenía más cariño, eran los que había hecho de bebé y de pequeña, que conservaba guardados en cintas, como tesoros. Uno era de pañales, otro de talco y el más simpático, uno que había hecho de galletas, en el que salía mordiendo una y diciendo el nombre de la marca y sonriendo, y es que cuando Estela sonreía, todos decían que era como un amanecer.

Y faltaba por llegar la pequeña Almudena. Las dos hermanas, que por aquel entonces tenían 12 y 10 años, ansiaban que naciera la pequeña Almudena, que estaba en la barriga de su madre, para jugar con ella como si fuera su muñeca. Había sido un embarazo por sorpresa, cuando Milagros ya no esperaba volver a cambiar pañales. Pero había ocurrido y todos lo cogieron con muchas ganas e ilusión. Almudena sería la niña mimada y consentida.

 Y es cuando viniendo de Madrid, Milagros, que se encontraba en los últimos meses de embarazo, se cayó, lo que le produjo peligros de aborto. Y el resto del embarazo lo pasó sin hacer esfuerzos y en reposo. Almudena nació de parto natural, pero con bajo peso y la dejaron diecisiete días en una incubadora hospitalizada. La madre no pudo amamantarla ni acompañarla. Almudena salió con una hernia umbilical. Sufrió mucho hasta que la operaron. Era una niña inteligente, despierta, con ojos de pilla como le decían sus padres, alegre, sociable, la líder siempre de la pandilla y con un gran corazón. Y sus hermanas mayores, que no la dejaban ni a sol ni a sombra, la protegían como a la niña de sus ojos.

A Almudena le encantaba estudiar, aunque había algo en su cabeza que sentía que no iba bien y por eso algunas profesoras no la entendían. No entendían su particular forma de expresarse y hasta se dio el caso de una profesora, que la puso en la fila de los “tontos” y ella sufría por ello. Hasta que conoció a Olga, su profesora de piano, que la entendió a la perfección. La llevaba a conciertos, le enseñó a tocar el piano, se la llevaba a su casa y comían leche frita y café… Con ella pudo volar por las teclas y expresar sus sentimientos. También había mucho trabajo detrás, de técnica del instrumento, mucha teoría de la música, pero no le pesaba estudiar, pues Olga, su profesora, era una súper dotada que la llevaba por donde quería y Almudena disfrutaba mucho de sus clases de piano.

En una de esas idas y venidas de conciertos con Olga, ésta le presentó a otro alumno aventajado de violín, que era de Sevilla y estaba estudiando en su casa. Lo tenía como pupilo y nada más verse se enamoraron perdidamente, pero justo entonces se volvía a Sevilla, pues había acabado su formación con ella y se iba al conservatorio superior de música, a seguir con sus estudios y por eso, aunque se gustaban, se veían poco y sólo por cartas se relacionaban.

Un día, después de un tiempo yendo y viniendo a las urgencias del hospital por su bajo peso y por la desgana de comer de Almudena, los médicos y familia pensaron que era anorexia…y de buenas a primeras, estando en casa cayó en coma y fue trasladada al hospital, donde permaneció meses hasta que despertó y luego la rehabilitación que fue muy lenta y costosa hasta estabilizarla para volver a casa, pero ya nunca sería la misma, las secuelas físicas se recuperaron pero las psíquicas fueron a más.

Y le diagnosticaron un cuadro de trastorno disociativo: Este trastorno implica una sensación continua o episódica de desconexión o de estar fuera de ti mismo, al observar tus acciones, sentimientos, pensamientos, y a ti mismo desde cierta distancia como si estuvieras mirando una película (despersonalización). Este trastorno disociativo no fue a raíz del coma, sino que lo averiguaron gracias a que le dio el coma, pero ya lo traía de antes. Era como una niña pequeña, y desde ahí cada vez se fue deteriorando más por la enfermedad.

Pero era una luchadora nata y se esforzó mucho en la rehabilitación porque parte de ella consistía precisamente en lo que más le gustaba, tocar el piano. Había veces que, en las clases de piano con Olga, su profesora, tenía que parar porque le daban brotes, crisis de su enfermedad y entonces lo dejaban y se iba a su casa frustrada.

Su mayor ilusión era ser profesora de piano en un conservatorio. Sergio, el chico de Sevilla, no la abandonó, al contrario, la ayudó a cumplir su sueño. Y aprobó los exámenes para entrar en el conservatorio superior de música que es lo que quería ser, profesora de piano. Hizo también la carrera de grado de Magisterio ya mayor, con más de veinticinco años, por la especialidad de música y daba clases a los más pequeñines.

Sus niños la querían mucho y se sacó sus oposiciones de Magisterio, tenía de vez en cuando sus crisis, porque su enfermedad no le daba respiro, un trastorno disociativo no era cualquier cosa. Muchas veces estaba como fuera de la realidad y cuando volvía de esos episodios, le daba rabia y coraje, pues estaban fuera de su control. Pero su novio y luego marido, Sergio, la ayudaba mucho.

Almudena temía tener niños, no fueran a padecer su misma enfermedad, pero los médicos la tranquilizaron al respecto, ya que lo suyo no era por herencia, sino por un accidente, ya que su madre se había caído en las últimas etapas de gestación, con esa fatal consecuencia. Así que ella tuvo sus niños propios, su parejita, niño y niña, Álvaro y Raquel, que, nacieron sanos.

Las hermanas mayores de Almudena, Sofía y Estela, se casaron con veinte años, muy jóvenes y tuvieron a sus hijos muy pronto. Sofía trabajaba en una tienda de ropa como gerente, había subido en su puesto desde abajo, estuvo de dependienta muchos años, y entró bien joven. Estela había sido modelo, pero al tener a sus hijos, el cuerpo le cambió y era ama de casa, pero es que su marido lo ganaba bien en la banca.

Evaristo el padre de Estela, lo había encauzado bien por esa línea al no poder disuadir a su hija de que se casara, para que siguiera con su carrera de modelo. Estela se había quedado embarazada antes de casarse, pero no se casó por eso, sino porque quería con locura a su novio, era un amor que empezó apasionadamente, y fue calmándose y asentándose con el tiempo.

Sus hijos querían con locura a sus primos pequeños, que habían salido a sus padres en cuanto a sus dotes por la música y es que, durante su infancia, aprendieron a tocar el piano y el violín y cuando crecieron, hicieron los estudios superiores de música en el conservatorio de Sevilla donde su padre era profesor, para lo que se tuvieron que ir de Toledo a Sevilla, y allá que fue toda la familia a vivir, así que Sergio, pudo por fin reunir a su familia.

Fueron unos años muy felices, pese a las cada vez más numerosas crisis de Almudena, que se retiró de profesora y se dedicó a dar clases particulares en su casa, así como había enseñado a sus hijos los primeros años y que fueran lo que ella sabía que no podía lograr. Así enseñaba a sus alumnos, pese a sus esfuerzos, no le pesó.

Se volcó en las carreras de sus hijos, que para ella eran los mejores pues no era nada objetiva, con los amores de su vida, sus pequeños músicos, que se convirtieron en grandes profesionales de la música. Acabada su formación, los fueron llamando en pequeñas orquestas y acabaron tocando por toda Europa en las más prestigiosas orquestas y Almudena estaba muy orgullosa de sus hijos. Pero no los acompañaba, por sus cada vez más numerosas crisis. Incluso había tenido que ser ingresada.

Para ella era muy duro verse así, y se retiró a una casa de campo en Toledo, muy bonita y de estilo Mudéjar. Así que a su casa de campo iban sus hijos cuando hacían escala en España, de sus múltiples giras por Europa y luego por el mundo. Llegaron a cruzar el Océano e ir a América también. Almudena temía que les gustasen esos países más que España, y no los veía muy a menudo. Pero les agradeció en el alma que, aunque la novia de su hijo era Argentina y el marido de su hija de Portugal, quisieran criar a sus hijos, o sea sus nietos, cerca de ella, y así les podía dar a ellos también clases de piano, como había hecho con sus hijos.

Cuando sus hijos venían de sus conciertos hacían sesiones para ver videos en la casa de campo de la abuela. Pero Almudena fue perdiendo cada vez más la noción de la realidad, cada vez eran más fuertes las crisis y cada vez las disimulaba peor, llegaba a hacer discursos de cuando era joven y era profesora y confundía a sus nietos con alumnos y les exigía más de lo que ellos eran capaces por su edad, pues eran muy pequeños todavía.

Sergio, su marido, había seguido yendo de Sevilla a Toledo todos los fines de semana a verla. Era fin de curso en el conservatorio donde daba clases y ya se quedaría con ella todo el verano hasta empezar el curso siguiente. Pero estando en casa, se fue, sin sentir, se quedó dormido y así lo encontró Almudena muerto en la cama, después de haberse echado la siesta, pues decía que venía rendido del viaje. Y lo incineraron y enterraron en el jardín de su casa.

Almudena desde entonces no sale de la casa de campo. Cuida su jardín, hace mermelada de limón, con los limones de sus limoneros. Y no deja de tocar el piano cuando le apetece además de esperar a sus nietos que, ya grandes, siguen los pasos de sus padres. Aunque son un poco más internacionales, ya que sus padres los han llevado de gira por Europa y Argentina y el norte de América. Ya no estudian música en Sevilla, sino en Chicago y van camino de tocar en las más prestigiosas orquestas del mundo.

Pero hubo un accidente de avión en una de las giras por América y toda la familia falleció, sus hijos, nuera, yerno y sus nietos. Fue una auténtica tragedia que Almudena jamás superó, no se lo acababa de creer y viajó al lugar del accidente y gracias a eso pudo saber que había dos niños sin identificar y ella pudo testificar que eran sus nietos y se los llevó a su casa de Toledo y allí los acabó de criar, aunque ya eran unos prestigiosos músicos, eran todavía jóvenes y se necesitaban mutuamente. Los nietos la cuidaban, pues después del accidente de avión y de la pérdida de sus hijos, eso fue algo que nunca superó y sus crisis se agravaron y estaba cada vez más tiempo ingresada, más dentro, que fuera. Los días en su casa de Toledo le iban muy bien y le calmaba ocuparse del jardín.  

Almudena, a pesar de sus crisis, ha tenido una buena vida y creado una bonita familia, ha tenido un trabajo gratificante que le ha colmado por completo. Su mayor satisfacción ha sido criar a sus nietos y que estos hayan triunfado como músicos y hayan salido a sus padres y abuelos y que hayan sido el consuelo de su vejez. Pero a veces se pregunta si esos niños que ha criado como sus nietos, lo fueran de verdad o unos niños que se trajo del escenario del accidente por darles una vida de familia y una carrera profesional de músicos, pues la última parte de su vida la volcó en ellos y en que triunfaran. Y en verdad que lo consiguió y le daba igual que fueran sus verdaderos nietos o no. E incluso, se preguntaba si todo no estaría en su cabeza y no hubiera rescatado a ningún niño en el lugar del accidente y es que mezclaba realidad y recuerdos. No, no lo podría asegurar.

Fin

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