Qué grado de confusión, ceguera e inconfesables temores campean por los despacho de Génova, que les hace caer en actitudes no sólo reprobables sino también innobles y estúpidas en su base?
Dos lamentables comportamientos se están produciendo estos días que no harán más que dañar al partido en sus perspectivas de llegar a la Moncloa.
El distanciamiento con VOX
Por un lado, el empecinamiento en distanciarse de VOX, reiterado ahora ante la innegable victoria de ese partido de neta derecha. Me niego a asumir el calificativo de “ultraderecha”, espetado por toda la izquierda junto a los insensatos y volubles liberales de Ciudadanos, y así les va. Triste Inés Arrimadas, esperanza fallida de una noble política.
VOX no es más que simple y clara ‘derecha’, tal vez un tanto exagerada en algunos puntos, pero que no justifican tal calificación. Y su espectacular triunfo en Castilla-León, que ha puesto a temblar tanto a Sánchez como a Casado, esa victoria no es más que expresión del descontento y el fastidio de muchos miles de votantes potenciales del PP y Ciudadanos. Este es otro antagonismo absurdo y sin fundamento real.
Casado y su cuadrilla, con ese Teodoro García Egea, muñidor de tozudez suicida, se niegan a ponerse de acuerdo con Abascal para compartir lo que no es más que consecuencia pura y simple de las urnas: el gobierno de la región autonómica del núcleo representativo de la histórica España.
No ha conseguido el PP el gran triunfo que auguraban algunas encuestas, aunque sí ha logrado desbancar al antiespañol PSOE y compinches fautores de la deconstrucción de nuestro país. Esa España que cuajó en el territorio castellanoleonés (junto a la pionera Asturias, no lo olvidemos). Sus reyes consiguieron, en una hazaña de ocho siglos, incomparable con ninguna otra de la historia de Occidente, de Europa, arrebatar la Península Ibérica, la Hispania latinogoda y cristiana, a los musulmanes invasores.
¿Por qué ese afán estúpido y absurdo de negarse a compartir el gobierno castellanoleonés y convertirse así en el nuevo bastión de la recuperación de la España histórica, vendida a terroristas asesinos y separatistas, ambiciosos históricos nada más que del vil dinero (“Si la bolsa sona, Barcelona es bona”?).
Con esta actitud el PP no hace más que añadir a su innegable cobardía para oponerse sin ambages al PSOE y sus miserables socios, otra actitud igualmente reprobable: la hipocresía, el aparentar que no son lo que son: derecha que mantiene unos valores que figuran en sus textos fundacionales, y están empecinados en traicionar. Es la hipocresía de la cobardía.
La campaña contra Ayuso
Pero hay otro síntoma, otra actitud que se puede valorar aún con mayor negativismo que la anterior: la indecente campaña de desacreditar a la persona que, hoy por hoy, es la única que daría un triunfo incontestable al PP: Isabel Díaz Ayuso, la valiente y atrevida Presidenta de la Comunidad de Madrid
Aquí hay una actitud no sólo hipócrita sino mezquina. Segar la hierba bajo los pies de la que ha demostrado poder llevar al PP al protagonismo de la región centro de España.
Esto no es más que la cobarde actitud de Casado, y ese García Egea que lo sustenta, ante el innegable valor que tienen en la Casa. Es el necio negarse a reconocer esa valía y, en vez de intentar aplastarla, darle paso para que lleve al partido al sillón presidencial. Ese sillón que tramposamente consiguió el guaperas, el gran embustero y falsario que ha puesto a España a los pies de los caballos.
Valor, elegancia y nobleza están haciendo mucha falta en Génova para superar la parálisis de hipócrita cobardía que los atenaza, y pensar de verdad más en España que en sus innobles y muy particulares ambiciones.
Estas no se verán satisfechas, sencillamente por carecer de nivel y capacidad para hacer una política digna y con tirón para los cada vez más desilusionados votantes. Algo que sí hay entre ellos capaz de realizar, alguien con el mismo nombre de la Reina que hizo de Castilla y España la primera monarquía contemporánea.
2 comentarios en «Hipocresía de la cobardía»
El tándem ya ha logrado su objetivo. Ahora el trabajo sucio se lo dejan a Sánchez, a las instituciones judiciales que controla y a los medios de comunicación subvencionados.