«El único sabotaje que yo veo es el que los idiotas responsables de este desgobierno, y los listillos que los manejan en su beneficio, perpetran contra nuestra convivencia»
THEOBJECTIVE
Juan Luis Cebrián
07 de mayo de 2025
Idiota: engreído sin fundamento para ello. Diccionario de la Lengua Española.
Stuart Mill dejó escrito que cuando se producen graves daños a la sociedad no necesariamente por decisiones de un gobernante, sino por su negligencia, eso no obsta para que el responsable pague por ello. Y así debe ser. No sé cuántas lecturas de los fundadores del pensamiento liberal habrán ocupado el tiempo de nuestros sedicentes demócratas, pero se las recomiendo vivamente a los diputados del Partido Socialista, tanto o más que a los del Popular, después del apagón total de la semana pasada y de unas declaraciones del jefe de la oposición en vergonzante apoyo al presidente de la Generalitat Valenciana.
La paralización prácticamente absoluta de la actividad comercial y laboral de España en el primer caso, así como el desastre humano con cientos de víctimas mortales y miles de millones en pérdidas generadas por la dana, han sumado a esos muy graves daños el lamentable comportamiento de los responsables de dos partidos políticos que representan a la gran mayoría de los ciudadanos de nuestro país, y optan alternativamente a su gobernación. Por un lado, luce su ineptitud en la gestión política de catástrofes imprevistas, por otro, emerge su miseria moral dadas las dificultades que padecen para asumir personalmente las responsabilidades de sus fracasos.
Will y Ariel Durant, dos famosos historiadores americanos autores de una impresionante Historia de la civilización, concluyeron al final de sus vidas que «la democracia es la forma más difícil de gobierno porque requiere el mayor despliegue de inteligencia». La inteligencia se refiere al conocimiento, y es facultad que no abunda últimamente en la política del mundo, incluida la que más directamente afecta a los españoles. Por lo demás, no conviene confundirla con la habilidad de los trileros ni las mañas de los charlatanes.

Contra el imperialismo y el abuso de poder Juan Luis Cebrián
En los dos casos citados hemos visto relucir la pasión por el relato, basado en prácticas publicitarias y espesos argumentos, frente al respeto a la verdad y a los deberes éticos de cualquier representante público. Por lo demás, la dialéctica ramplona e insustancial con que se expresan los diputados en las sesiones parlamentarias no responde a su obligación de velar por el interés general. Es solo fruto de una lucha cainita y egoísta por mantener o conquistar el poder, convertido en un patio de Monipodio en el que la corrupción se ha convertido ya en sistémica, gobierne quien gobierne.
En una sola cosa parecen estar de acuerdo tirios y troyanos, populares y socialistas: la ley electoral, que obliga a votar listas cerradas y bloqueadas por la dirección de los partidos, no se toca. De esta forma, los elegidos no deben respeto ni atención a sus electores, sino a los jefes de una partitocracia cada día más desleal con los fundamentos democráticos. Dicha ley en cuestión se pretende modificar ahora, eso sí, para ordenar a los candidatos en cualquier elección que acudan obligatoriamente a los debates, también obligatorios, que las televisiones organicen. Me pregunto si además les obligarán igualmente a hablar; y ya puestos, a responder a las preguntas que les hagan sus contrincantes. Esto último merece nuestro más encendido apoyo, habida cuenta de la cantidad de silencios culpables con que se esconde la basura de sus comportamientos.
«Lo más preocupante es que una democracia moderna y eficaz necesita de la existencia de los partidos para su funcionamiento»
No voy a cansar ahora al lector con la retahíla de incumplimientos y majaderías protagonizadas por el ordeno y mando monclovita. Tenemos un presidente de Gobierno cuyo hermano está a punto de ser juzgado por tráfico de influencias y prevaricación, mientras su esposa es investigada por comportamiento similar y corrupción en los negocios. Su antiguo número dos en el Gabinete y en el partido pagaba según parece sus devaneos sexuales con el dinero de los españoles, y los amiguetes de turno, entrenados previamente en gobernar la seguridad de los prostíbulos, están siendo investigados respecto a un multimillonario fraude fiscal en el negocio de los hidrocarburos.
Ni una sola explicación ha dado de ello el poder, como tampoco del reconocimiento de facto del Sáhara como territorio marroquí, incumpliendo la legalidad de las Naciones Unidas; ni del vodevil de la desautorización pública del ministro del Interior por permitirse comprar balas que al parecer no debía. ¿Dimitirá ante semejante humillación o le cesará su jefe? Vaya interrogante más absurda, eso solo ocurre en las democracias representativas, nunca en la democracia iliberal.

Literatura y libertad: en la muerte de nuestro amigo Mario Juan Luis Cebrián
Otro que calla y no da explicaciones es el presidente de la Generalitat Valenciana, elogiado ahora con elocuente entusiasmo por el de su partido. El señor Feijóo ha declarado nada menos que el individuo en cuestión, sobre cuya ineficacia manifiesta pesa la desgracia de cientos, miles de personas, merece su solidaridad porque es alguien coherente y valiente. Coherente lo es, pero consigo mismo, no con la dignidad democrática ni con el sentido moral exigible a cualquier gobernante. En cuanto a lo de valiente, ya le vimos la cara cuando se acurrucó temeroso tras la figura del Rey frente al irritado pueblo de Paiporta. El único argumento que explica esa vergüenza es la diferente estatura que guarda con el monarca. Diferencia física, claro, pero sobre todo moral. Su inoperancia, como la huida apresurada del petimetre que nos desgobierna, puso de relieve que ante las dificultades serias, los titulares del poder central y de algunos autonómicos no están dispuestos a arriesgarse en defensa de las instituciones, la Jefatura del Estado incluida. Se limitan a manipularlas en su beneficio.
Lo más preocupante del caso es que una democracia moderna y eficaz necesita de la existencia de los partidos para su funcionamiento; pero la acumulación de estupideces, errores y delitos de quienes los gestionan amenaza con provocar un descrédito global de la política misma, situación que es la antesala del autoritarismo. Cuando uno mira alrededor el panorama es desesperante, y aunque no es una enfermedad exclusiva de nuestra desquiciada clase política, eso no es consuelo ninguno. Cada idiota de turno, cuando se le critica, argumenta que si está en el poder es porque le han elegido los ciudadanos. Olvidan que desde que se inventara la Carta Magna lo que los precursores del sistema pretendían era establecer un método cuya misión fundamental es limitar el ejercicio del poder y garantizar la libertad de los ciudadanos ante el abuso de quienes lo ejercen. En definitiva, el imperio de la ley y el aviso a los gobernantes de que el fin, por deseable que sea, nunca justifica los medios.
«El Gobierno se escuda, sin prueba alguna, en que somos víctimas de ciberataques y sabotajes»
Edgar Morin ha denunciado insistentemente que la crisis que padece nuestra arrogante civilización occidental es la del pensamiento complejo. Eso explica las estupideces sanchistas de pretender cerrar el Ministerio de Defensa o el debate ingenuo y tramposo respecto a la dialéctica entre universidades privadas y públicas cuando lo que padecemos es un desgaste del contenido de la educación, un abandono o descuido de las humanidades (ya la Filosofía ha sido expulsada del bachillerato) y una sumisión a la corrección política que elimina el disentimiento y promueve la cancelación de cuantos no estén de acuerdo. Para no citar los frecuentes ataques de nuestra ministra de Educación y portavoz del Gobierno a las más elementales reglas de la gramática. Habría que explicarle, con palabras de George Steiner, que la sintaxis es el nervio del pensamiento.
No solo a ella. Firmo este comentario todavía absorto por las reacciones oficiales al apagón de la semana pasada y las ya frecuentes agresiones del servicio ferroviario a los sufridos ciudadanos que solo aspiran a que funcionen sus interruptores, los trenes salgan a su hora, y no se les obligue a dormir en el suelo de las estaciones o a caminar sobre las vías con la maleta al hombro. El Gobierno se escuda, sin prueba alguna, en que somos víctimas de ciberataques y sabotajes, quizás para que el populismo sanchista pueda excusar ante sus socios la política europea de rearme. Pero el único sabotaje que yo veo es el que los idiotas responsables de este desgobierno, y los listillos que los manejan en su beneficio, perpetran contra el futuro de nuestra convivencia.

Políticos pluriempleados, superficiales y nerviosos Juan Luis Cebrián
Habida cuenta de como están las cosas, no se me ocurre otra cosa que incitar a los muchos sabios que han sido cancelados y expulsados por los enemigos del conocimiento complejo a recuperar la pasión creadora del uruguayo Julio Herrera y Reissig. Hace ya más de un siglo escribió un ácido Tratado de la imbecilidad del país, por el sistema de Herbert Spencer. Él hablaba del suyo, que es hoy uno de los más estables y democráticos de toda la América hispana. La Madre Patria debería aprender, y corregir su actual deriva en beneficio de todos los españoles.