Discapacidad y Resiliencia

resiliencia

  1. nombre femenino En psicología, capacidad que tiene una persona para superar circunstancias traumáticas como la muerte de un ser querido, un accidente, etc.”la resiliencia potencia la felicidad”

Me considero una persona resiliente ¿Qué quiere decir esto? Que he sufrido las fases del duelo: Negación (¿Por qué a mi?), Resistencia (buscar alternativas, soluciones), Agotamiento (Frustración), Afrontamiento (Aceptación y llevarlo con naturalidad) y por fin llegamos a la Felicidad (resiliencia). La discapacidad está ahí pero soy capaz de ser feliz con lo que tengo y enfrentarme a la adversidad con alegría.

En los últimos años se ha visto con preocupación cómo la incidencia de las enfermedades crónicas y discapacitantes ha venido aumentando de forma progresiva. Esto ha hecho que desde diferentes ámbitos se estudien las variables que influyen en una mejora de la calidad de vida de los afectados. 

La condición de discapacidad causa múltiples cambios en la vida de una persona, poniendo en juego distintos mecanismos que le permiten adaptarse a la nueva situación y aprender a vivir con restricciones im­portantes que requieren un esfuerzo para realizar una vida normalizada. 

Entre las variables involucradas en este proceso, podemos citar el nivel de apoyo social del que dispone la persona, las condiciones socio-demográficas, el tipo de discapacidad y las secuelas que comporta, sin embargo, una de los factores más importantes que van a determinar el proceso de adaptación y ajuste es el modo o estilo de afrontamiento de cada persona.

En este sentido, gran parte de la literatura se ha centrado de forma general, en los estilos que desencadenan efectos negativos en la viven­cia traumática y con ello, a asumir una visión pesimista de la naturaleza humana. De esto se desprende la idea de que existe una respuesta generalizada en las personas que sufren pérdidas o experimentan sucesos traumáticos.

Sin embargo, la realidad demuestra que, si bien algunas personas que experimentan situaciones traumáticas llegan a desarrollar trastor­nos, en otras situaciones no sucede así, pudiendo en algunas incluso ser capaces de aprender y beneficiarse de tales experiencias. Pero, ¿cómo se logra esto?, ¿por qué algu­nas personas con discapacidad son capaces de superar infinidad de barreras que supone vivir con una discapacidad y otras con menos limi­taciones no?.

Responder a estos interrogantes nos lleva a pensar en la existencia de otras variables de carácter personal que, en interacción con las con­textuales, van a determinar el proceso de afrontamiento ante un suceso traumático como es vivir con una discapacidad. 

Así, desde hace algunos años ha comenzado a manejarse el con­cepto de resiliencia como una hipótesis explicativa de la conducta salu­dable en condiciones de adversidad o alto riesgo. La resiliencia se ha definido como la capacidad de una persona que engloba factores ambientales y personales con los cuales el sujeto afronta y supera las adversidades que acontecen en su vida.

Basándose en esta definición, se diferenciaron tres carac­terísticas definitorias de este concepto: 1) aquellas que tienen que ver con el apoyo que la persona cree que puede recibir (yo tengo…), 2) aquellas que tienen que ver con las fortalezas intrapsíquicas y condicio­nes internas de la persona (yo soy…, yo estoy) y 3) aquellas que tienen que ver con las habilidades de la persona para relacionarse y resolver problemas (yo puedo…). 

De esto se desprende que este concepto no es algo estático que sea inherente a la persona, es decir, no es un rasgo que la persona tiene o no tiene, sino que puede variar a lo largo del tiempo y de las circunstan­cias e incluye conductas, pensamientos y acciones que pueden ser aprendidos por cualquier persona.

Por tanto, si se considera que la resiliencia es una capacidad que se desarrolla y evoluciona durante la existencia de la persona, su relación con los sucesos por los que va enfrentarse durante su ciclo vital así como en las diversas etapas de la vida, cobran particular relevancia.

Una de las etapas que contempla mayor complejidad y cambios más bruscos es la adolescencia y la juventud, pudiendo acompañarse ésta de otros factores traumáticos que pueden acontecer durante la vida de la persona  

Enfocando esto hacia la discapacidad, la mayoría de ocasiones en las que pensamos en las situaciones en que ésta aparece, suponemos que lo más frecuente es que se adquiera en el nacimiento. De esta for­ma, la transición de la niñez a la adolescencia y posteriormente a la etapa adulta, pasa por unas fases de adaptación en las que de manera gene­ral, desde edades muy tempranas se aprende a convivir con esta situa­ción, y por tanto a desarrollar los aspectos resilientes desde práctica­mente el inicio de la infancia. 

No obstante, hay ocasiones en las que el momento vital en el que se detecta o sobreviene la discapacidad es a lo largo de la vida, como por ejemplo sucede al tener una lesión medular como consecuencia de un accidente de tráfico, una enfermedad degenerativa, etc. Sin duda, estas situaciones pueden llegar a desbordar a la persona, no sólo por el shock traumático, sino por el proceso de adaptación y cambio a una nueva forma de vida que debe experimentar tanto el afectado como los que le rodean. Así, aunque una discapacidad es dolorosa en cualquier periodo de la vida, si ésta es sobrevenida, puede incrementar un mayor nivel de desajuste al comparar la vida antes con la de después de ese suceso traumático, desencadenando cambios en la vida de los afectados, que pasan bruscamente de vivir de forma sana e independiente a depender de los familiares o de cuidadores para llevar a cabo sus actividades de la vida diaria, y por tanto, necesitar adaptarse a nuevas formas de vida y de relación con el entorno.

Estas dos situaciones, es decir, tener una discapacidad adquirida desde el nacimiento o tenerla sobrevenida a lo largo de la vida, no van a variar el hecho de tener una discapacidad, ni tampoco la multitud de barreras tanto físicas como mentales a las que desde la discapacidad hay que solventar, pero la capacidad para afrontarlas y sobreponerse sí puede ser diferente, por tanto, ¿Qué capacidad de resiliencia se presen­ta desde ambas formas de discapacidad?, ¿Puede diferir según la etapa en la que se adquiere la discapacidad?, ¿Son más capaces las personas con discapacidad desde el nacimiento de superar los obstáculos con mayor facilidad? o por el contrario, ¿Las personas con discapacidad so­brevenida durante la vida resuelven las limitaciones con las que se en­cuentran más fácilmente? 

A su vez, este término es algo muy genérico, es decir, la discapaci­dad es un concepto muy ambiguo que abarca diversos tipos de discapa­cidad y cada uno de ellos va a tener unas particularidades en función de la severidad y limitaciones que genere, por tanto, si en las líneas anteriores hemos comentado que la resiliencia va a variar según las circunstancias en las que nos encontremos, sería interesante conocer si desde diferen­tes tipos de discapacidad se genera una capacidad resiliente distinta, en otros términos, ¿Podría diferir la resiliencia en función de la tipología de la discapacidad? 

Como ya se ha mencionado, la experiencia de vivir con una discapacidad no es fácil en ninguna situación, sin embargo, existen unas barreras añadidas, sobre todo, de carácter arquitectónico que van a imperar más en las personas con discapacidad visual y motora. Esto se traduce en que estas personas tengan que realizar un mayor esfuerzo para solventar estos obstáculos. 

Por tanto, a partir de lo anterior y dada la importancia de establecer programas que fomenten las potencialidades de los jóvenes hacia el desarrollo de esta capacidad, el objetivo general de este trabajo consiste en describir y comparar el nivel de resiliencia en jóvenes con discapaci­dad en función de la etapa en la que adquirieron la discapacidad y se­gún el tipo de discapacidad, esto es, en función de que la discapacidad sea motora, intelectual o sensorial. Así, este objetivo se desglosa en los siguientes objetivos específicos: 

1.- Medir el nivel de resiliencia de un grupo de jóvenes con discapa­cidad. 

2.- Examinar si existen diferencias en el grado de resiliencia según la etapa en que se adquiere la discapacidad. 

3.- Comparar si el grado de resiliencia difiere en los distintos tipos de discapacidad. 

Basándonos en la propia definición de resiliencia y aunque parezca contradictorio, debemos suponer que a más obstáculos, mayor fuerza para superarlos y con ello, mayor oportunidad para desarrollar esta ca­pacidad, por tanto, esperamos que: 

1.- Existirán diferencias estadísticamente significativas según la eta­pa en la que se adquiere la discapacidad, destacando los jóvenes con discapacidad sobrevenida con mayores puntuaciones de resiliencia. 

2.- Existirán diferencias estadísticamente significativas entre los diferentes tipos de discapacidad, siendo los jóvenes con discapacidad visual y motora los que más resalten en la capacidad resiliente.

Fuente: Resiliencia

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