Como me explica mi padre, una vez que le he preguntado, ellos lo afrontaron desde el principio. Fueron a psicólogos y traumatólogos. El Dr. Toledo del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla y enseguida se pusieron a trabajar conmigo los ejercicios pertinentes y todo lo llevaron con mucha naturalidad. Y nos lo hicieron saber a mis hermanos y a mí. Hubo un poco de pena por no poder hacer las cosas como los demás niños, pero en mi casa se vivió con mucha naturalidad y así crecí y tuve una infancia muy feliz.
Fase 4: Afrontamiento. Del duelo de la familia de un discapacitado por la muerte del niño esperado.
Todo el aprendizaje anterior permite a los padres dimensionar el problema y ver los aspectos positivos del niño, no solo su discapacidad. Las familias se dan cuenta de la realidad, pero tienen una visión más amplia y no tan catastrofista. Son conscientes de que limitación no es lo mismo que imposibilidad y que aceptación no es resignación.
Además, asumen la incertidumbre del principio, que no se va a vivir con certezas y que habrá que improvisar en el día a día. Así, paso a paso, irán recuperando la normalidad perdida.
Tras trabajar las dificultades, acabarán siendo personas más resilientes: se habrán adaptado y habrán crecido. También tendrán más herramientas de gestión emocional para aplicarlas en futuras crisis.
Un proceso dinámico y no lineal
Este proceso de adaptación a la nueva realidad es proactivo, requiere un esfuerzo por parte de las familias, y no es estático, sino dinámico. Puede ir cambiando a lo largo de la vida en función de las circunstancias de la familia: el apoyo que tenga, si tiene otro factor estresante mayor, como que haya otro familiar enfermo… etc.
Tampoco es lineal, ya que el padre o la madre pueden volver a pasar por emociones o fases por las que ha transitado antes. “Muchas familias viven esto como un fracaso, pero no es un retroceso, son nuevas situaciones de crisis a las que tienes que adaptarte”, asegura la psiquiatra.
Por otro lado, no es necesario pasar por todas las fases ni en todos los casos se llega a un final, muchas veces, a esa aceptación. Además, “hay que asumirlo con el tiempo que requiera cada uno, no intentar acelerarlo, no es un examen que haya que pasar”.
¿Cuándo pedir ayuda profesional?
No todas las familias que se enfrentan a la discapacidad de un hijo necesitan la ayuda de un profesional. “El que una emoción nos resulte desagradable no significa que sea mala, porque esta emoción tiene una finalidad adaptativa, es parte del camino para que yo ponga una solución o para que yo cambie la situación lo que pueda”.
Será necesario pedir ayuda cuando haya “una emoción persistente, es decir, que no cambia en función de las circunstancias, que sea duradera y, sobre todo, que no sea funcional, que nos dificulte la vida”. De esta forma, con la intervención de un profesional podremos evitar desencadenar una psicopatología.
Fuente: 20 minutos