Bruselas contra Europa: la dictadura de lo constante

okdiario

Fran Carrillo

18/08/2024

En el universo tertuliano y tuitero, todavía hay quienes ven en la constante una anécdota con la que justificar su inamovible posición. No importa que la verdad les golpee con la fuerza de una manada de búfalos, ellos se mantienen fieles a sus prejuicios y sectarismo, que para algo llevan la razón, son los buenos y poseen una superioridad moral inalcanzable para el resto de los mortales.

Viene a cuenta esto a raíz de las continuadas noticias sobre la delincuencia que asola a Europa, fruto de una inmigración (invasión) descontrolada (controlada) y que tiene su origen en un conflicto religioso, étnico y cultural de incorregible final. Lo que hace tiempo fue llamado teoría del gran reemplazo es hoy una realidad inmutable: la Europa que conocemos corre peligro de desaparecer, sustituida por otra en costumbres, actuaciones y leyes. La realidad que los medios no muestran, porque sólo informan de aquellos casos que favorecen los intereses de una propiedad que ordena sobre lo que hay que contar y no, nos la trae la alternativa ciudadana a través de testimonios, vídeos no censurados y experiencias que los tribuneros del populismo a la carta nunca sacarán a la luz. El miedo a la verdad siempre fue, al final, el verdadero oficio del periodismo moderno.

¿Es casual y normal que todo el continente, salvo ciertos países, tenga sus calles gobernadas por una violencia migratoria sin precedentes? ¿Por qué los gobiernos ocultan de manera deliberada a los asesinos en función de su nacionalidad de origen y religión que profesan? ¿A qué se debe este silencio informativo y esta permisividad sin parangón? Todorov hablaba del miedo a los bárbaros en esa Europa que Chesterton atribuía como obra cultural al hacer cristiano. Esos bárbaros son hoy el enemigo que ha derribado las puertas de la civilización.

La respuesta a todas estas interrogantes la tienen quienes escribieron los principios buenistas de la Agenda 2030, los mismos que patrocinan a sus defensores políticos en Europa y los que se están enriqueciendo a base del negocio que sus causitas salvamundos imponen. Luminaria contra esa gran estafa llamada Modernidad, deudores de ese nuevo orden mundial que busca sustituir raíces por negocio, nos hacen creer que todo es por nuestro bien y el de la humanidad, cuando no es más que un regreso a la esclavitud, donde la élite progre y la intelectualidad woke de la izquierda caviar se unen para destrozar la costumbre de permanencia y legado.

Se ha normalizado, porque se ha defendido, que cada día apuñalen a una persona en nuestras calles. Con los medios regados de dinero por esa filantropía de agenda cuyos hechos avalan sus pretensiones, la población permanece anestesiada de apatía mientras observa, bajo la calentura de una sombrilla y con la refrescante compañía de una caña bien tirada (o mal, según el sitio), cómo le arrebatan lo único que le quedaba: la dignidad de ser libre. En Inglaterra se movilizan contra los traficantes que han llenado las calles de delincuentes y los que han confundido, por un puñado de euros, multiculturalidad con diversidad. La tolerancia no es integrar a los que no quieren ser integrados, sino expulsar a los que quieren desintegrarte a ti en tu propio país. Se trata de defender una suerte de orden liberal al que Bruselas y sus eurócratas han renunciado por una pensión vitalicia financiada por el proyecto más totalitario de cuantos se hayan diseñado por el hombre. La dictadura del buenismo que esos mismos eurócratas llevan imponiendo en la ultrabendecida Unión Europea nos está llevando al desastre más absoluto e irreparable.

No hay emergencia climática, como no hay un problema con la ultraderecha ni se están derritiendo los casquetes polares. Tampoco vendrá el fin del mundo con lluvia ácida y mucho menos el apocalipsis en forma de hecatombe nuclear. Lo que hay es una dictadura del miedo, constante, apegada al poder desde que el individuo decidió preferir la seguridad de la servidumbre a los riesgos de la autonomía. Lo saben en Bruselas y lo sufre y paga la Europa que quiere seguir siendo Europa.

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