Una reciente experiencia de viaje me lleva a denominar lo experimentado con estos términos tan contrastantes. En el mismo entorno físico, el de una gran estación de ferrocarril, he podido constatar la coexistencia de situaciones existenciales que corresponden a estas denominaciones.
Es una experiencia muy interesante, y asombrosa, expresiva del tráfago que domina muchas de las circunstancia de la vida presente, pero, a la vez, muestra cómo también se da y se vivencia la realidad de una de las más valiosas actitudes humanas: la del servicio a los demás, en especial, si este servicio es prestado con serenidad, de tal modo que suscita sosiego en medio de la barahúnda ambiental.
Vamos a describir ambas situaciones como vivencia personal y, a la vez, como estimación de actitudes de encomiable valor.
LA BARAHÚNDA
No extrañará a nadie que denomine con ese vocablo el imponente jaleo de la estación de Madrid-Chamartín. Mas para quien vive en una tranquila ciudad de provincia, aunque tenga vida suficiente, el hallarse en medio de ese tráfago inabarcable es digno de notar. Al entrar en el recinto del gran vestíbulo, tras bajar del taxi, sentí el impresionante ir y venir de infinidad de personas, jóvenes, mayores, capaces, medio impedidos, muchos a todo correr arrastrando sus maletas. En la cercanía de una de las salidas para descender a los andenes, vislumbré un grupo de monjas, que reconocí inmediatamente por sus hábitos: Carmelitas Descalzas, Orden que cuenta con mis mayores simpatías y hasta vinculación familiar. Me acerqué a saludarlas, y eran de Orense. Me acogieron con toda simpatía. Poco después se le unió otro pequeño grupo de hermanas al que estarían esperando. Y todas desaparecieron, camino de los trenes que debían devolverlas a su destino.
Sólo la imagen de los viajeros que estaban sentados ante los paneles informativos de entradas y salidas de trenes ponían un cierto matiz de sosiego a aquella multitud en apabullante dinamismo. Todo aquel conjunto ofrecía una imagen de la vida frenética, característica del mundo actual. Algo digno de contemplar.
UN SERVICIO EFICIENTE, VIVIDO CON SERENIDAD
Pues bien, en medio de aquel batiburrillo de personas y cosas, se encuentra un espacio en el que se presta un servicio de la más alta calidad. RENFE tiene montado desde hace varios años un servicio para atender a los viajeros que se encuentran con alguna deficiencia motriz o bien a otros que han de hacer el viaje en circunstancias un tanto problemáticas. Ejemplos: personas discapacitadas, que bien han de utilizar bastones u otros medios auxiliares, como sillas ortopédicas, ancianos con dificultad de movimiento, mamás jóvenes con carritos de bebés, etc. Cualquier tipo de dificultad para moverse con la soltura que se contemplaba en los múltiples viajeros que deambulaban por la estación plantea limitaciones reales a tales personas, ha supuesto antes, y lo sigue suponiendo para quienes el viajar debe ser hecho con suficiente soltura para afrontar las exigencias de subir a un vagón, buscar la localidad correspondiente al billete, colocar el o los bultos de equipaje en las bateas destinadas a ello, y todo lo demás que ustedes puedan imaginar.
Sin embargo, el servicio montado por RENFE viene a prestar unas posibilidades que hace algunos años no se tenían y privaban a tales personas de hacer los viajes deseados. Este servicio, denominado anteriormente ATENDE y ahora cambiado en su denominación por ACERCA, consiste en que el viajero que se encuentra en dichas condiciones limitativas, solicita el ser ayudado para moverse con mayor soltura. ¿En qué consiste la ayuda?. El empleado o empleada, porque hay numerosa dotación femenina en este servicio, acompaña al viajero, incluso lo lleva en silla de ruedas si tiene dificultad para andar, y lo lleva hasta el coche que deba tomar. Lo ayuda a subir, facilita la localización del asiento, coloca la maleta y bultos en la batea oportuna y, en resumen, deja al viajero absolutamente situado y en condiciones de viajar.
Puede suceder que el andén correspondiente a la via donde llegará el tren esté en un nivel diferente del vestíbulo de la estación, algo frecuente. Pues el emplead@ lo llevará hasta el ascensor y se trasladará con él (en silla ortopédica si la precisa), hasta dejarlo sentado en su plaza.
La RENFE (o ADIF) tiene diferentes servicios, como es sabido: de cercanías, de media o larga distancia, con trenes de diversa denominación, que no vamos a relatar, aunque hay uno de ellos con una cualidad singular, que los demás, aún los de categoría superior, como el AVE, no poseen. Son los servicios de Media distancia (suelen ser para recorridos de 300 kms como máximo entre las localidades de partida y destino). Pues bien, estos trenes, que suelen llevar cinco unidades, y la central (el coche 3) posee un mecanismo en su puerta de acceso que extiende una plataforma desde el coche hasta el andén, y así cubre el espacio intermedio, que puede dar ocasión de algún tropiezo peligroso al viajero. Es decir, que la entrada y salida del coche al exterior se hace a nivel del andén, sin tener que usar escalera u otro medio de acceso, como es habitual en los demás trenes.
¡Oh maravilla! El viajero que lo sabe suele solicitar plaza en este coche central, si es que viaja en tal servicio, porque dentro del mismo coche 3, y al mismo nivel de calle, hay cuatro asientos reservados para personas con dificultades motrices o bien madres con cochecitos de niños. Los billetes correspondientes a estos asientos no se venden, de modo que basta ocuparlos al entrar para que queden asignados a ese viajero, de lo cual toma nota el interventor, al pasar para la revisión de billetes. Pues bien: En caso de utilizar este tipo de tren, el emplead@ del servicio ACERCA lleva al viajero hasta ese coche y lo deja instalado en ese espacio, sin haber tenido que emplear ni un escalón para ocupar un asiento.
Más no termina todo aquí. Si el viajero ha tenido la precaución de solicitar el servicio en la estación de destino, se encontrará con que esa situación problemática (y más si dicho destino es un lugar desconocido) está resuelta eficazmente. En la puerta del vagón que ocupa en el tren se hallará una persona del servicio ACERCA, incluso con silla de ruedas, que le tomará el equipaje, le ayudará a salir del tren, y, si hace falta, a ocupar la silla ortopédica, y en tal condición lo conducirá hasta el exterior de la estación y a la parada de taxis más inmediata, así como a ocupar el taxi que le conducirá hasta el lugar de destino. ¿Cabe más eficiencia y atención para estos casos de minusvalía del tipo que sea?
Como final, digamos que lo más importante, que debe ser destacado y celebrado, es el modo de atender a los viajeros. Desde la misma oficina o un punto indicado del vestíbulo de la estación, a donde debe acudirse con una antelación mínima de 30 minutos a la hora de salida del tren, el viajero necesitado es atendido con una cordialidad y deferencia admirables. Y eso en cualquier estación, lo sé por experiencia, pues soy de los que precisan ese servicio. Ignoro si a los empleados se les da algún tipo de formación para realizar su trabajo, pero es habitual el constatar la amabilidad con que se atiende al solicitante
Gracias, pues, a RENFE por este extraordinario servicio y, más aún, a los numerosos hombres y mujeres que se entregan con tal cordialidad y buen hacer a atender a personas de toda condición, que necesitamos este género de ayuda para realizar adecuadamente nuestro viaje.
EXTRPOLACIÓN A LO TRASCENDENTE
Dadas las características de servicio ACERCA (antes ATENDO) y el estilo lleno de amabilidad, interés y eficiencia de su personal, se me ocurre hacer una referencia de carácter trascendente, que me parece muy en consonancia con estas características. No es una broma ni un final piadoso. Pienso en el pasaje evangélico de Juicio Final (Mt 25, 31-46). El Rey (Jesucristo resucitado) dirá a los de su derecha: “Venid, benditos de mi Padre, a tomar posesión del reino preparado para vosotros, porque… (y describe el evangelista una serie de servicios hechos a personas, a los que habría que añadir ahora: “Porque fui viajero con dificultades y me atendísteis amablemente”). Y cuando los elegidos pregunten extrañados: “¿Cuándo te vimos así, Señor?”, el Rey les recordará las muchas veces que llevaron viajeros a los trenes hasta dejarlos ocupando sin dificultad sus asientos.
Así que, empleados y empleadas de ACERCA, ¡Estáis salvados, váis derechos al Cielo; aunque no os diérais cuenta, habéis atendido a Cristo en cada viajero.