Al servicio de la salud

La tecnología ha estado al servicio de la salud desde el principio de los tiempos, porque la enfermedad acompaña al ser vivo desde que existe y la intención de curar sus dolencias debió de surgir en la mente del homo sapiens desde que salió del paraíso.

Las momias y los restos óseos prehistóricos recogidos en excavaciones arqueológicas narran la historia de las enfermedades, pues muestran señales evidentes de patologías como sífilis, lepra, raquitismo o displasias de varios tipos.

También cuentan la historia de la medicina o, lo que es lo mismo, la historia del nacimiento de vínculos afectivos entre las personas que, condujeron a la compasión, a la solidaridad, al apego y al respeto a los enfermos, a los heridos y a los muertos.

Los restos humanos prehistóricos no solamente muestran signos de enfermedades, sino también muestras evidentes de que algún congénere piadoso trató de sanarlas, empleando tecnologías incipientes, como punzones de bordes biselados, para realizar trepanaciones en los cráneos enfermos y dar salida a huéspedes tan indeseables como los demonios causantes de patologías físicas y psíquicas. Algunas de las perforaciones de cráneo fueron tan exitosas que los restos hallados presentan un crecimiento óseo posterior a la cirugía, lo que indica que el paciente sobrevivió bastante tiempo.

Algunas heridas que aparecen en las momias peruanas muestran aplicaciones de láminas de oro para propiciar su cierre. En muchas excavaciones se han hallado huesos quebrados por traumatismos sufridos en la pelea o en la caza y que presentan férulas rústicas y principios de biomecánica articular rudimentaria para tratar de devolver la movilidad a músculos y huesos dañados.

Los antropólogos y los arqueólogos han estudiado con atención las fracturas entablilladas en la prehistoria y han hallado restauraciones correctas por la posición de los huesos consolidados.

Las trepanaciones datan de la prehistoria, pero la Edad del Hierro supo ya de las primeras tecnologías quirúrgicas, incluyendo suturas con fibras vegetales; y el imperio romano conoció los primeros aparatos ortopédicos.

La tecnificación de la medicina se inició con los griegos, en la Revolución Tecnológica que empezó en el siglo III a.C. y se prolongó hasta el dominio de Roma. Su primer cometido fue sacar la medicina del templo y entrarla en casa del médico. Y el resultado de este importante movimiento convirtió en una nueva técnica la acción del terapeuta frente al enfermo.

La tecnología colocó la instrumentación y el maquinismo en manos del médico para iniciar técnicas de diagnóstico de exploración sensorial e instrumental, desde que Galeno y Santorio inventaran los primeros instrumentos para la exploración médica.

Este proceso tuvo su auge en la Revolución Científica europea del siglo XVII y ha continuado creciendo hasta convertir en realidad las fantasías, las ficciones y los sueños de los médicos antiguos.

Chirugisches-Gerät-1794

En 1936, se publicó en Alemania un libro con la imagen del “médico del futuro”, un clínico sentado ante un cuadro de mandos del que recibía información sin siquiera ver al paciente y en el que introducía prescripciones terapéuticas. Así apuntaba ya la telemedicina del siglo pasado, todavía como ciencia ficción.

La tecnificación de la medicina es una realidad en nuestro tiempo, que ha saltado por encima de las ficciones y ha desmitificado las posibilidades soñadas de la tecnología.

Hoy disponemos de una capacidad de asistencia médica colectiva que no sería posible sin la tecnología que, además, ha permitido al enfermo penetrar en la estructura técnica del diagnóstico y del tratamiento, toda vez que ambos procesos se han personalizado y el paciente participa en cualquier proceso de infección, de fractura o incluso de patologías graves como el cáncer.

Desde el punzón con bordes biselados hasta la robótica quirúrgica sin intervención humana directa, desde el cajón y la silla de ruedas hasta caminar libremente gracias a la tecnología, hoy tenemos salud y tenemos bienestar. Dice la OMS que es posible tener salud sin bienestar, pero no es posible tener bienestar sin salud.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *