Acabamos de celebrar la ya tradicional jornada mundial en favor de las misiones católicas: DOMUND. Son muchos años de recuerdo de ese mundo no tan presente en la conciencia y la consciencia de cuantos vivimos, mejor o peor, pero inmersos en este ámbito de inestable tranquilidad que es el de, digamos, Occidente.
Inestable, como demuestra la terrible situación de la guerra de Crimea, de la cual me abstengo de comentar para no desviarme del objetivo del artículo. El mundo de las misiones, con el recuerdo de aquellos años en que nos asaltaban simpáticamente por la calle los niños y niñas con las famosas huchas de las cabezas de negritos y chinitos.
El mundo misionero, hoy tan reivindicado por el papa Francisco como objetivo prioritario del sentido cristiano, aunque en realidad ha sido un tema-insignia de todos los pontífices desde hace mucho tiempo.
Em 1622 se fundó por el papa Gregorio XV la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, la más antigua de las congregaciones vaticanas.. Y aunque el fenómeno social de la evangelización, en sí mismo, es situable en todos los continentes, incluida Europa, el viejo ‘solar católico’ de los comienzos, parece que su ámbito geográfico más propio se encuentra en África, Asia y Oceanía.
Un reciente informe de la Agencia católica FIDES, sobre lo que podemos llamar el movimiento de la fe en el mundo, con información estadística sobre aumento y disminución de persona y vocaciones, nos indica que el número de bautizados católicos ha aumentado en todos los continentes menos en Oceanía, aunque las vocaciones al sacerdocio o la vida consagrada, han descendido, menos en África, continente donde siguen aumentando.
EL DOLOR EN ÁFRICA
¡Ah, África, la insigne y sufrida África!. Yo estimo este continente, aparte de cuestiones de orden antropológico y genético (allá los científicos), algo así como una estrella sumida en el olvido de la conciencia occidental, salvo para referirse a sus riquezas minerales, y ahora con sentimientos de rechazo y simpatía ante el fenómeno de las migraciones. Y su aparente destino, hasta hace relativamente pocos años, aunque ya son décadas, ha sido el de la explotación más descarada, tanto de sus riquezas como de las mismas personas; que lo digan los afrodescendientes que pueblan, sobre todo, América. Y esto me trae a la memoria los tejemanejes de los que han levantado la voz para denunciar este fenómeno.
La explotación de personas y recursos es un tema objeto de denuncias y manipulaciones. Cuando se recuerdan los indecentes embustes montados por la ya antigua propaganda angloholandesa (viejo ejemplo de publicidad política en provecho de embusteros) sobre las hazañas innegables que llevó a cabo el genio y el valor de los descubridores, colonizadores y evangelizadores del Imperio Español en la mayor parte del continente americano (porque la acción civilizadora española abarcó bastante del territorio del norte continental, como los actuales Nuevo México, Tejas, California y Florida).
La Leyenda Negra, fabricada en Inglaterra y Países Bajos montó una serie de mentiras que hoy perduran aprovechadas por los modernos enemigos de aquel hecho de insuperable valía.
Pero basta de esos tristes recuerdos, Nos ocupamos de África y de su pasado de sufrimiento y actual intento de vivir por sí mismos.
La historia del sufrimiento espantoso de África, centrado en la esclavización criminal de millones de hombres y mujeres en todo el continente, con infinidad de muertos en las bodegas de los barcos negreros rumbo a América, donde eran vendidos. Genocidio de magnitud incomparable con lo que se atribuye a los españoles en la América hispana. Aquí si que no hay ‘montajes’ interesados, sino datos contrastados.
Franceses e ingleses, con ayuda de musulmanes, componen la mayor tragedia de explotación de personas de la historia. Causa espanto ver los grabados antiguos con la filas de esclavos atados por el cuello camino de los barcos.
A este sufrimiento, la Iglesia ha dado respuesta, aunque con cierto retraso. Pero ahora es un asunto prioritario. El tratamiento sistemático y organizado desde el mundo católico se puede situar en el siglo XIX y tiene dos nombres clave, dos héroes que se consagraron a remediar aquella tragedia de la explotación esclavista: el francés Charles Lavigerie, arzobispo de Argel y Cartago, nombrado cardenal por León XIII, y el italiano Daniel Comboni, hoy canonizado, arzobispo de Jartum (la capital de Sudán, en África Central). El primero, fundador en 1868 de los llamados “Padres Blancos de África”, y el segundo, de los Misioneros y Misioneras Combonian@s., con inicio en 1857, situados inicialmente en el África Central y del Sur, mas hoy extendidos por Asia Oceanía y América del Sur. A los que hay que añadir el fervor y la acción de jesuitas, espiritas (Misioneros del Espíritu Santo), salesianos y otras órdenes religiosas.
Cuando se leen los artículos publicados por esa esplendida revista española (pero de signo internacional), MUNDO NEGRO, dirigida por el instituto de los Misioneros Combonianos (el medio impreso con mayor y mejor referencia sobre todo lo que es la vida africana en su integridad, no sólo en lo religioso, y también con información sobre la América hispano portuguesa), se puede decir con una frase popular, que “se abren las carnes”, tal es la cantidad de situaciones dolorosas que se siguen manteniendo en este continente, ahora por los ‘explotadores de dentro’, que han sustituido a los de fuera, a los europeos, sobre todo franceses, ingleses y portugueses. La deseada descolonización no ha sido en muchos casos más que sustituir una tiranía por otra. Y para insistir sobre ese medio periodístico, una recomendación a mis lectores. Amigo: si Vd. tiene el menor interés por saber algo de lo que pasa en el continente africano, en todos sus ámbitos, el religioso por descontado, pero también los de tipo económico, político. social y cultural le sugiero (y no es con afán publicitario) que se haga de esa revista. Hay un dicho público que afirma que “de lo que no se habla, no existe”. Buena parte de esa afirmación se puede aplicar a la realidad africana. Como mucho, hay referencias sueltas, noticias incompletas, pero no se entra por los medios de comunicación habituales en cuestiones serias de África y su inmenso cosmos. Pues MUNDO NEGRO, sí se ocupa y con una objetividad y amplitud asombrosas.
El último número, correspondiente al mes de octubre, se centra en la situación general con motivo de la campaña del DOMUND. Y entre los muchos trabajos merece la pena destacar, aparte del mensaje del papa Francisco sobre el DOMUND, dos trabajos del mayor interés: el que expone el proceso de descolonización de todos los territorios que pertenecieron al Imperio Inglés, lento proceder que ha ocupado todo el reinado de la fallecida Isabel II, y otro, sorprendente (“La alargada sombra de Gorbachov”), acerca de la influencia del comunismo soviético en el nacimiento y desarrollo de varios nuevos países africanos a partir de su independencia, algo que perdura a pesar de la descomposición del régimen soviético por obra del fallecido líder moscovita. Muchos de esos países continúan regidos, en provecho propio, por déspotas explotadores ‘de dentro’, envenenados por la ideología marxista, con tintes de explotación tiránica (y su lectura, que es para temblar, trae a la memoria el trabajo perverso y destructivo que ahora está llevando a cabo el socialcomunismo en España, que, en su estilo y procedimiento de aparente y falsa democracia, tiene bastante parecido a Rusia).
Contiene esta revista, además, una interesante entrevista al Superior General de los Combonianos y un breve pero asombroso artículo sobre el mayor teólogo de la negritud africada, el jesuita tanzano P. Laurenti Magesa. En su contraportada nos trae la triste noticia del reciente asesinato de la veterana misionera comboniana Hna. María de Coppi, en el asalto a la misión de Chipena (Mozambique) por bandas de feroces yihadistas, uno de los fenómenos más dolorosos que sufren muchos territorios africano, como la Republica Popular del Congo, en la que se encuetra el comboniano cordobés, P. Aguirre. Juan José Aguirre Muñoz (Córdoba, 5 de junio de 1954), es obispo titular de la diócesis de Bangassou desde el año 2000; lleva más de 40 años en la República Centroafricana luchando por llevar el evangelio a todas aquellas personas que sufren el horror de la guerra y de la pobreza. Es en ese territorio donde se produjo el espantoso secuestro de 200 adolescentes y jóvenes muchachas por los guerrilleros yihadistas, y fueron víctimas de toda clase de abusos. El integrismo musulmán es una de las peores plagas en el África cristiana. De estos fenómenos humanos, con destrozo de iglesias y muerte de cientos de fieles en ataques realizados en días festivos, también se ocupa la gran institución que es la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitad (ACN). Hay una afirmación popular sobre el sufrimiento de los misioneros de todas las iglesias cristianas: “Los misioneros son los que siempre se quedan, y, si no es posible, son los últimos en marcharse”.
EL GOZO EN Y DESDE ÁFRICA: CONTRASTE ESPERANZADOR.
Pero hemos titulado este artículo con dos palabras, y sólo nos hemos extendido en la primera, tal vez por ser la más hiriente: el dolor. Mas hay, y mucho, de gozo en cuanto a la vida de África, del África cristiana. Como con Jesús: Hubo rechazo, persecución, pasión, muerte en cruz y sepultura; pero también, al rayar el tercer día, Jesús resucita triunfante de la muerte y el abismo. África es hoy el continente donde crece la Iglesia católica en todos sus aspectos: fieles, sacerdotes, religiosos y religiosas.
África es uno de los continentes en los que más ha crecido el catolicismo; tiene actualmente 172 millones de católicos, fundamentalmente en el África subsahariana, lo que supone el 16% de la población del continente. Esto implica un vuelco demográfico de la Iglesia católica. Y, de igual modo, ocurre con las vocaciones. Según el Anuario Pontificio 2012, prosigue la tendencia al crecimiento del número de sacerdotes comenzada en el año 2000. En 2010 se contaban 412.236 presbíteros, de los cuales 277.009 eran miembros del clero diocesano y 135.227 del clero religioso. El aumento se registra en Asia (1.695), África (765), Oceanía (52) y América (42), mientras que la disminución atañe a Europa (905 sacerdotes menos).
Basten estos datos como testimonio del gozo que, en contraste con el innegable dolor, experimenta África, si se mira desde la fe. Y ahora viene a cuento la referencia antropológica: Si en la prehistoria fueron africanos los que poblaron los continentes del norte, pensamos que la nueva cristianización de la autosuficiente y apostatada Europa va venir desde el mundo de la negritud y de las antiguas colonias hispanas de América. Los planes de Dios son imprevisibles.