Afán de vivir

Esta humanidad nuestra, que parece rebosar en problemas, envuelta en situaciones adversas, con políticos de escasa altura y notable descaro, tal como aparecen en noticiarios que acaban causando nausea y empujan a apagar el televisor para buscar por cuenta propia alguna alternativa que levante el ánimo; esta misma humanidad manifiesta, sin embargo, una tendencia a evadirse de sus problemas por la cómoda vía del ‘escapar’ hacia horizontes atractivos o que la mentirosa publicidad presenta como tales.

Se observa en determinados aspectos de la realidad social una actitud a la que hace alusión el título de estas líneas: “Afán de vivir”, de exprimir los ‘limones’ de la existencia hasta extraerles todo el jugo que puedan dar. Y no sólo uno o dos ‘limones’ sino los más posibles. Eso tiene una consecuencia inevitable, un costo real que se manifiesta en el gasto que implica ese buscar satisfacciones.

Y los ‘mecanismos’ del consumo aprovechan la ocasión para, por un lado, ofertar modos y situaciones de disfrute que, al menos por un tiempo, en general breve, huir de la rutina diaria y extraer ese jugo en situaciones incitantes y atractivas. La publicidad, ese medio de poner ante los ojos lugares y situaciones en que pueda satisfacer el afán de olvidarse de las adversidades o del cansino día a día en que consiste la mayor parte de la existencia humana.

Pero, conscientes del poder de esa tendencia a ‘disfrutar de la vida’, de ese ‘afán de vivir’, hay otro importante sector del entramado social que no duda en obtener el máximo beneficio económico. El disfrute de los medios de evasión tiene un alto coste, de modo que los medios de realizarlo se disparan sin medida y obliga al ansioso y potencial ‘disfrutador’ a desembolsar las cantidades que cuesta su deseo.

HOSPEDAJE POR LAS NUBES

Por las más altas nubes. Un acontecimiento adverso de tipo familiar, ha exigido hacer un viaje y buscar un alojamiento en Madrid. El asombro que provocó el resultado de la búsqueda ha sido impresionante. En fechas de septiembre y octubre del presente año, el costo diario de una habitación en un hotel, sin que el nivel sea de cuatro o cinco estrellas, se sitúa en una cifra de 300,00€ hasta muy arriba, porque ese ‘arriba’ alcanza bastantes euros más, claro está, a medida que es mayor el número de estrellas en que está clasificado el hotel.

Si se trata de una necesidad auténtica, hay que pagarla sin más. Pero hay tantas personas que buscan tan sólo disfrutar, que no se paran en límites. Y si hay quien está dispuesto a pagarlo, el precio del hospedaje se mantiene en sus asombrosos y desmedidos niveles.

TRANSPORTES PROBLEMÁTICOS

Otro problema que ha surgido, y que podemos poner en relación con este fenómeno social del afán de vivir y disfrutar, es la dificultad para viajar en ciertos medios de utilidad pública, como el ferrocarril, es la creciente demanda de estos medios. La facilidad para obtener billetes por internet, sin tener que desplazarse a una estación para conseguirlos, hace que, con bastante antelación a la fecha del tren, se cubran por completo las plazas del mismo. Y es que el afán de vivir si es que no se trata de una necesidad, hace que hoy se planifiquen con mucha anterioridad los proyectos de viaje.

Y no digamos si se aproxima un ‘puente’ o las fiestas de alguna localidad a las que se desea asistir, en especial las más famosas, como Semana Santa, Fallas valencianas o Ferias de especial categoría, como la de Sevilla. Y de igual modo, los periodos de veraneo o vacaciones. En estos casos la movilidad de la población asciende a tales niveles que se pueden contemplar las autopistas repletas de vehículos, ya que el automóvil propio es tal vez el medio más frecuente para los desplazamientos. De igual modo se cubren plazas de tren con gran anticipación.

BASES IDEOLÓGICAS Y PSICOSOCIALES

Afán de vivir y de disfrutar, cueste lo que cueste. Y a tal actitud contribuyen con su poder las extendidas empresas del turismo y la publicidad. Las pantallas de la televisión o las particulares de móviles o tabletas aparecen llenas de ofertas de lo más atractivas que invitan a ‘no perderse’ esta o aquella ciudad o lugar, o a reservar estancias en hoteles y resorts con playa inmediata y siempre piscina, así como los cruceros en impresionantes naves-hoteles, en donde programan espectaculares visitas y recorridos por mares.

El afán de vivir es un fenómeno arrollador que domina la sociedad. Son muchas las expresiones y ‘dichos’ que lo manifiestan: “A vivir, que son dos días”. El tal vez más antiguo y que muestra los aspectos más salientes de ese afán data de muchos siglos; es el viejo “carpe diem” de pueblo que vivía durante el imperio romano: “Comamos y bebamos, que mañana moriremos”. Una afirmación que invita a disfrutar lo inmediato, pues no hay otro horizonte.

Parece que no han pasado más de veinte siglos de cristianismo. El proceso de descristianización, que fue animado por la Ilustración francesa, madre de aquella revolución que guillotinó tantas vidas (comenzando por las de sus reyes Luis y Mª Antonieta), y que se cebó en sacerdotes y religiosos, como aquella Comunidad de Carmelitas descalzas de Compiegne, protagonistas de la famosa novela y obra teatral “Diálogo de Carmelitas”; ese proceso que se materializó en el existencialismo francés y tuvo sus puntos álgidos en las masacres perpetradas por el marxismo y el nazismo, no se ha quedado ahí. Tiene otras consecuencias.

El relativismo existencial, para el que la conducta y actitudes son buenas o malas según la opinión de cada individuo o grupo, ha alimentado la creciente convicción de que la vida termina aquí abajo, que no hay nada después más que la vuelta a la nada de la cual salimos. Todo este conjunto de actitudes sociales que han seducido las conciencias individuales, es el sustrato sobre el que se mantiene el desmedido afán de vivir, alimentado por las técnicas del comercio consumista, y la publicidad como instrumento poderoso.

Las convicciones basadas en el sentido trascendente de la vida, tal como las mantiene el cristianismo, han perdido relevancia, incluso (y tal vez más) en los países de antigua civilización cristiana. Las proclamas de los papas y acontecimientos como las ya veteranas Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ) nos parecen como islas en medio de un océano de dimensiones casi infinitas que es el que imprime sus intrascendentes propuestas y actitudes, fácilmente seguidas por jóvenes y no tan jóvenes, por padres ‘comprensivos’ con la ‘debilidad’ de sus hijos, que llegan a no estimarla como tal debilidad, sino algo propio de la naturaleza.

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