El Papa concede su primera entrevista: «Estoy aprendiendo mucho y me siento muy desafiado, pero no abrumado»

León XIV ha abordado su identidad entre Estados Unidos y Perú, la paz en Ucrania y la sinodalidad como antídoto frente a la polarización

María Rabell García

15 Sep. 2025

Con la calma de quien se sabe en medio de un aprendizaje, pero sin perder la cercanía de pastor, el Papa León XIV ha concedido su primera gran entrevista. En ella se presenta como ciudadano del mundo, hijo de dos culturas —estadounidense y peruana— y heredero de una Iglesia llamada a tender puentes.

«Ser Papa, sucesor de Pedro, y que se me pida confirmar a otros en la fe, solo puede suceder por la gracia de Dios», confiesa a Elise Ann Allen, corresponsal de Crux, en extractos adelantados de su nueva biografía León XIV: ciudadano del mundo, misionero del siglo XXI, que llegará a las librerías españolas en octubre.

El Papa León XIV dirige una meditación reflexiva como parte del Jubileo de los Obispos en el Vaticano, ofreciendo un momento de conexión espiritual al clero asistente.

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León XIV es el primer Papa nacido en Estados Unidos y también el primero con ciudadanía peruana. «Obviamente soy estadounidense y me siento profundamente estadounidense, pero también amo mucho a Perú; eso forma parte de mí», reconoce. La mitad de su vida ministerial transcurrió en tierras peruanas, experiencia que, asegura, le marcó con la vitalidad de la Iglesia hispanoamericana.Hasta la periodista se permitió bromear con una pregunta inevitable: ¿a quién animaría en un Mundial si jugaran Estados Unidos contra Perú? «Probablemente a Perú, y solo por los lazos afectivos», respondió sonriendo, sin olvidar su simpatía por Italia y su infancia como fan de los White Sox en una casa donde su madre, en cambio, era de los Cubs, el otro equipo de béisbol de Chicago. «Aprendimos, incluso en los deportes, a tener una postura abierta, dialogante, amistosa y no competitiva… ¡porque de haberlo sido quizá no habríamos tenido cena!», bromea.

«Me lancé de lleno a la piscina rápidamente»

El nuevo Pontífice no esconde que el papado le ha supuesto una especie de ‘bautismo de fuego’. «El aspecto totalmente novedoso de este trabajo es asumir el nivel de líder mundial… Estoy aprendiendo mucho y me siento muy desafiado, pero no abrumado. En ese caso, tuve que lanzarme de lleno a la piscina rápidamente», explica con franqueza.

No es una confesión menor. León XIV, que se mueve con naturalidad en lo pastoral —«Aprecio a todos, sean quienes sean, lo que traigan consigo, y los escucho»—, admite que lo más desafiante es la dimensión pública del ministerio petrino. Es consciente de que su voz resuena en un escenario donde la Santa Sede es referencia y cada palabra suya se examina con lupa. «La gente conoce las conversaciones telefónicas o reuniones que he mantenido con jefes de Estado de diversos gobiernos y países de todo el mundo, en un momento en que la voz de la Iglesia desempeña un papel fundamental», subraya.

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Dentro del corazón agustiniano del Papa León XIV

María Rabell García 

Y, sin embargo, la clave no está en la política ni en los despachos, sino en la fe. El propio León XIV lo resume en una frase que condensa todo su programa: «Ser Papa, sucesor de Pedro, y que se me pida confirmar a otros en la fe, solo puede suceder por la gracia de Dios; no hay otra explicación. El Espíritu Santo es la única manera de explicar cómo fui elegido para este cargo».

En tiempos donde la Iglesia vive tensiones internas, el Santo Padre devuelve la mirada a lo esencial: el Papa es, antes que nada, pastor que sostiene a su pueblo en la fe. El resto —la diplomacia, la visibilidad, el liderazgo internacional— viene después. «Por mi fe, por lo que he vivido, por mi comprensión de Jesucristo y del Evangelio, dije sí, estoy aquí. Espero poder confirmar a otros en la fe, porque ese es el papel fundamental del sucesor de Pedro», asegura.

Paz, puentes y esperanza

La guerra de Ucrania ocupa buena parte de su reflexión. León XIV distingue entre la voz de la Santa Sede como defensora de la paz y la posibilidad —que ve menos realista— de actuar como mediador. «La paz es la única solución. Tras años de matanzas inútiles, debemos darnos cuenta de que hay otra manera de hacerlo», subraya, recordando incluso los intentos discretos de ofrecer la Ciudad del Vaticano o propiedades de la Iglesia como sede de posibles negociaciones entre Kiev y Moscú.

No se trata de indiferencia, sino de estrategia: «Desde el comienzo de la guerra hemos hecho grandes esfuerzos por mantener una postura que, por difícil que sea, no sea de un bando ni del otro, sino verdaderamente neutral», explica. Una neutralidad que, reconoce, puede dar pie a interpretaciones diversas, pero que para él tiene un objetivo claro: «Creo que diversos actores deben presionar con la suficiente fuerza para que las partes en guerra digan basta y busquemos otra manera de resolver nuestras diferencias».

León XIV no quiere que la crudeza de la guerra robe el horizonte: «Mantenemos la esperanza. Creo firmemente que nunca podemos perderla». Aunque reconoce la existencia de «malos actores y tentaciones», insiste en mirar más alto: «Seguir animando a la gente a los verdaderos valores marca la diferencia… Podemos tener esperanza y decir: hagamos esto de otra manera».

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La sinodalidad contra la polarización

El Papa no se limita a hablar de Iglesia: también señala los males que desgarran a la sociedad actual. Uno de ellos, advierte, es la creciente desigualdad. «Hace 60 años, un director ejecutivo ganaba entre cuatro y seis veces más que un trabajador; hoy la cifra es 600 veces más», denuncia, recordando incluso la reciente noticia de que Elon Musk podría convertirse en el primer billonario del mundo. Y concluye con una advertencia: «Si eso es lo único que todavía tiene valor, entonces estamos en serios problemas».

A esa fractura social contrapone la propuesta eclesial de la sinodalidad, concepto que —reconoce— a muchos aún les cuesta comprender. «La sinodalidad es una actitud, una apertura, una disposición a comprender… cada miembro de la Iglesia tiene voz y un papel que desempeñar», explica. No se trata de arrebatar autoridad, subraya, sino de poner en práctica un «nosotros juntos» que dé protagonismo a sacerdotes, laicos, obispos, misioneros y familias en un mismo camino de comunión.

Para León XIV, esa forma de caminar juntos es también un remedio frente a las grietas de nuestro tiempo. «Creo que es una especie de antídoto contra la polarización», asegura, convencido de que el diálogo y la escucha mutua son una lección que la Iglesia puede ofrecer al mundo. «No se trata de convertir a la Iglesia en un gobierno democrático —que, si observamos muchos países hoy, no es necesariamente la solución perfecta para todo—, sino de comprender la vida de la Iglesia tal como es y decir: ‘Tenemos que hacerlo juntos’», concluye.

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