EL ESPÍRITU DE LA LITURGIA EN EL MARCO VATICANO-1

Una expresión de belleza y adelanto de la Gloria.

1. EL ESPÍRITU DE LA LITURGIA

En el transcurso de pocos días, entre finales de abril y principios de mayo de este año 2025, la comunidad cristiana y el mundo en su amplitud, han vivido dos acontecimientos que han congregado en Roma infinidad de fieles y simples curiosos, turistas, junto a representantes de las más diversas religiones y políticos de la mayoría de países. Estos acontecimientos han copado el primer plano informativo de los medios de comunicación, con transmisiones en directo de los actos celebrados e información a través de los sistemas de actual difusión periodística y telemática.

Todo ello se ha debido a la trascendencia social de la institución, la Iglesia Católica, y a los personajes centrales de los mismos, el difunto Papa Francisco y el elegido, León XIV, y por todo el amplísimo despliegue de ceremonias que han llevado consigo estos actos, con arreglo a una densa y significativa liturgia, participada por millones de fieles y contemplada por ellos y los numerosos asistentes religiosos y políticos invitados.

2. LA ACCIÓN LITÚRGICA DE UNA COMUNIDAD

No vamos a referirnos a las importantes dimensiones eclesiales y políticas que se han derivado de estos acontecimientos de resonancia y relevancia universal. Sobre ello nos remitimos a los muy numerosos medios de comunicación de todo el mundo. Las celebraciones que han exigido estos acontecimientos a la institución para la que han sido de relevancia primordial, la Iglesia Católica, han conllevado la, digamos, “puesta en juego“, para no decir “en escena“, dado que no se trata de un despliegue “teatral”; han conllevado, repetimos,  un conjunto de ceremonias del más profundo sentido espiritual y religioso, pero, a la vez, de un muy alto valor estético, que no tienen comparación con lo que pueden celebrar los más destacados poderes de este mundo y sociedad. Es lo que compone esa trama de ritos, bien tejida y elaborada a lo largo de siglos de historia, que se denomina “liturgia“, un concepto que va mucho más allá de lo puede designarse con el término “ceremonial“, aunque lo implica en su desarrollo.   

3. ACONTECIMIENTOS FÚNEBRE Y GLORIOSO DE LA CONTINUIDAD EN EL TIEMPO

Al súbito fallecimiento, aunque previsible, dado su muy precario estado de salud, del Papa Francisco, siempre de actualidad mediática por los contrastes de su pontificado, le ha seguido de inmediato un cónclave de rasgos un tanto inusuales, por el gran número de cardenales, en un colegio aumentado por las sucesivas designaciones de estos príncipes de la Iglesia, y su procedencia de los más diversos e inusuales lugares de su ministerio, a causa de la decisión pontificia de que en este máximo cuerpo de consejeros estuviera visible la universalidad geográfica del catolicismo,

El cónclave, precedido de varias reuniones de cardenales electores y no electores, denominadas Congregaciones, previas a la capital ceremonia de la elección del nuevo Pastor del rebaño de Cristo, ha puesto en ese trascendental puesto, bajo la inspiración del Espíritu Santo, a uno de los congregados, de rasgos también inusuales: un cardenal de nacimiento norteamericano, pero con amplia experiencia misionera y pastoral en Hispanoamérica.

El carácter y aspecto perceptible de las amplias y cuidadosas celebraciones, la liturgia que ha desplegado todo el cuerpo institucional de la Iglesia, tiene tal hondura de sentido que es lo que nos mueve a comentarlo, dado que no es el objeto predominante de los medios de comunicación.

4. UNA LITURGIA CON PROFUNDO ESPÍRITU

Empleamos estos términos en recuerdo de las dos personalidades que de modo más completo se han ocupado de ese aspecto fundamental de las celebraciones cristianas.

El año 1918 vio la luz, con el título “El espíritu de la liturgia”, el primer ensayo sobre la liturgia católica, debido al genio del que estimo máximo pensador del existencialismo cristiano, Romano Guardini. Con él se dio impulso definitivo a lo que en la Alemania arrasada por los estragos de la Primero Guerra Mundial, se conoció como “movimiento litúrgico”, un impulso renovador de las celebraciones católicas, que culminaría en la Constitución sobre la liturgia surgida en el Concilio Vaticano II en 1963.

Pero es que en el año 2001, es decir, 83 años más tarde del excepcional texto de Guardini, una personalidad del máximo nivel eclesial, en aquel entonces Prefecto de la Sagrada Congregación, hoy Dicasterio, para la Doctrina de la Fe, cardenal Joseph Ratzinger, que cuatro años más tarde sería elegido Papa con el nombre de Benedicto XVI, publicó un ensayo,  con idéntico título y elogiosa referencia al gran Guardini, a quien quiso rendir homenaje al poner a su ensayo el mismo título del publicado por el entonces  desaparecido pensador, y profesor suyo en la universidad de Munich: “El espíritu de la liturgia”. Con este ensayo el cardenal futuro Papa quiso manifestar la trascendencia que el movimiento litúrgico había tenido para la Iglesia y la necesidad de continuar por el camino abierto por Guardini y plasmado en el Concilio Vaticano II.

El influjo, el color y el aroma de ese espíritu, animado y glosado por estos dos tan eminentes pensadores católicos,  ha brillado esplendorosamente en las recientes celebraciones pontificias, en el corazón de la Roma capital del orbe cristiano-católico. Es lo que nos mueve a hacer este comentario, lleno de veneración y asombrado respeto ante la excelsitud de lo contemplado en la ciudad eterna.   

5. DUELO DE ORFANDAD POR UN PADRE

En realidad, todo el mundo lo esperaba, todos, creyentes y no creyentes, sabíamos que la vida del Papa Francisco había llegado a su final. Con admiración ante su firme voluntad de ejercer su ministerio a pesar de su postración, con decisiones tomadas en el hospital donde era tratado y, por último, en su casa del Vaticano, el Santo Padre llegó hasta ese escalofriante final de salir al balcón central de la basílica vaticana para impartir la bendición “urbi et orbe” en la mañana del Domingo de Pascua, fecha suprema de la liturgia católica en la renovación del misterio salvador.

Y fue pocas horas después, en la madrugada del día siguiente, lunes de Pascua, cuando el Señor se lo llevó de este mundo. El sentimiento universal fue, como dijo un prelado: “Nos sentimos un poco huérfanos”. Sí, porque Francisco había enfocado su ejercicio papal como la dedicación de un padre a sus hijos, a los cercanos y a los que incluso no se sintieran tales atrayendo, con su cercanía un tanto informal, a muchos alejados.

El duelo por este Papa y el conjunto de actos y ceremonias en que se ha plasmado, ha tenido un rasgo totalmente inusual debido a una de las circunstancias de todo el pontificado de Francisco: el lugar donde estableció su residencia en el Vaticano.

El Papa decidió quedarse a vivir y trabajar en la misma casa-hotel que el Estado Vaticano construyó para alojar a los cardenales y prelados que tienen que despachar en la Santa Sede algún asunto, en especial en consistorios y cónclaves que reúnen un elevado número, a veces más de un centenar de prelados. Este hotel, Casa Santa Marta, se convirtió en el lugar vaticano de residencia de Francisco, que sólo entraba en el apartamento del palacio pontificio los domingos, para asomarse a la ventana del despacho a rezar el Angelus o Regina Coeli y decir unas breves palabras al público congregado en la plaza de San Pedro.

Allí fue trasladado desde el hospital Gemelli cuando su salud recuperó algo de su capacidad funcional, pero allí quiso permanecer al agravarse de nuevo, en su deseo de morir “en su casa”.

El fallecimiento en Casa Santa Marta dio lugar a un inicial velatorio, de carácter más bien privado, en la capilla de esa residencia, y el posterior traslado del féretro a la basílica de San Pedro para la visita por autoridades y público, antes del funeral solemne en el atrio de la basílica. Y es la celebración de dicho traslado, el acto en el que pudimos contemplar la sobria solemnidad de la liturgia como un acontecimiento absolutamente único en la historia de los últimos funerales pontificios.

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