OBJETIVO PRIORITARIO: “CATOLIZAR” LA CATÓLICA

Notas sobre el quehacer del Papa Francisco

FIGURA SINGULAR

Concluye el novenario (las “noverdiales”) de misas en sufragio del papa Francisco, a partir del solemne funeral de Santa Sede. Las celebran los cardenales presentes en Roma para el próximo cónclave que elegirá al nuevo Pastor supremo de la Iglesia Católica. Sucesor no de Francisco sino de San Pedro.

Mucho se ha escrito y dicho en estos días sobre el difunto pontífice último. Pero el suyo ha sido un pontificado de rasgos tan singulares en bastantes aspectos que ha despertado reacciones de acendrada oposición y entusiasta acogida, dentro mismo del episcopado y entre sus figuras más destacadas, los cardenales de la Iglesia.

No soy un “experto vaticanista” como para analizar a fondo el quehacer del Papa y su influencia en la vida de la institución querida por el mismo Jesucristo para dar continuidad a través de los siglos a su doctrina y su misión mesiánica. Venero y sigo, con fervor de discípulo, las líneas que, desde el primer Papa, San Pedro, designado por el mismo Jesucristo, se han ido marcando, sin olvidar deficiencias y proceder indigno de algunos contados sucesores del pescador de Galilea.

Gracias a Dios, en la acción del Espíritu Santo, la Santa Madre Iglesia ha contado en la casi totalidad de sus pontífices máximos con eminentes y santos hombres que han sabido pilotarla de acuerdo con la voluntad del mismo Dios. Y, como testimonio de ello en los tiempos modernos, pongamos desde finales del siglo XIX, el catolicismo ha sido encabezado por figuras de excepcional categoría humana y religiosa que han logrado convertir al papado en un faro de referencia para eL transcurso de la historia en su compleja dimensión universal.

Es en esta línea de referencia en la que deseo poner de relieve algunos rasgos que han caracterizado al papa Francisco, comenzando por la elección del nombre. El cardenal arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, tomó el  nombre de la figura eminentísima y especial del santo de Asís como dato expresivo de lo que, en su personalidad de religioso jesuita (el primero alzado a la silla de Pedro), sería, digamos “línea programática” de la misión que asumía, tal como hemos visto en estos años de su pontificado.

Sin la menor intención de agotar el estilo de la figura desaparecida (pero que permanecerá como recuerdo indeleble en muchísimos fieles y no fieles creyentes cristianos), vamos a aludir a unos cuantos matices que se nos antojan expresivos de un quehacer que no ha sido nada fácil.

IGLESIA “EN SALIDA” Y SENCILLEZ

Tomamos, ante todo, un término muy querido del Papa Francisco, que lo tipifica bastante bien: “periferias”. Este vocablo, que alude a zonas extremas del mundo, ha marcado la preocupación pastoral de Francisco. Y él mismo, por su procedencia geográfica, podría ser una figura “periférica”. Si bien Buenos Aires, la gran capital argentina, no es en absoluto una zona “externa” y “lejana”, sociológicamente, de la geografía universal, no cabe duda de que se halla en un cierto extremo incluso del mismo continente americano. “De un extremo del mundo han escogido los señores cardenales al nuevo Papa” dijo, aproximadamente, Francisco en su inicial saludo desde el balcón de la basílica vaticana.

Y desde ese extremo se ha situado en la sede pontificia, Roma, capital universal de la Iglesia Católica. Pero ya en una primera decisión el papa Bergoglio se ha diferenciado de sus predecesores al escoger como residencia habitual, no los especiales apartamentos pontificios del palacio vaticano, sino la Casa Santa Marta, donde se hace, en cierto modo, “vida corriente” en contacto con muchas personas.

El papa se situaba así en la “periferia” del reservado territorio vaticano y desde allí ha gobernado la Iglesia, aunque haya aparecido en la ventana del despecho pontificio para sus habituales saludos del “Angelus” dominical. Y preocupación destacada de su programa ha sido la de exhortar a salir de los recintos interiores, templos, sacristías, para ser una Iglesia “en salida”, abierta al mundo, para llevarle el Evangelio como guía existencial.

Rasgo de sencillez ha sido la renuncia a usar algunos indumentos clásicos de la jerarquía pontificia: Ha vestido de sotana y esclavina blanca y sólo ha lucido la ancha estola bordada para el momento preciso de dar una bendición litúrgica, como es la papal de Navidad y Resurrección. Tampoco ha usado, salvo en contadas ocasiones, la capa roja tan habitual en la vestimenta de los papas. Sin embargo, ha vestido a veces capas del color litúrgico ordinario (el verde). Y el calzado: no a los zapatos rojos, sino los suyos negros de siempre. Y la cruz pectoral: la que utilizó como arzobispo de Buenos Aires, que ahora ha sido incrustada como único “adorno” en la pared del muro que se eleva delante de la tumba, sin escultura ni signo solemne, sólo su nombre papal en latín: “Franciscus”, en el lugar que eligió en la basílica de Santa María la Mayor, junto a la capilla de su icono venerado: “Salus Populi Romanae”.

Otro detalle de sencillez: el escudo pontificio. Los papas, como los obispos, configuran un escudo con imágenes heráldicas en referencia a aspectos de su historia (no digamos los de familias nobles, tan clásicos de los siglos XVI y XVII). Francisco ha huido de temas heráldico y ha tomado un tema que estimamos muy entrañable para él: el símbolo de la Compañía de Jesús, y por encima una cruz desnuda. Ahí es nada: jesuita de corazón, con el JHS ignaciano hasta para ser Papa. Y por encima de todo el signo de Cristo, la cruz. Son las mismas imágenes que han figurado en la tapa de su féretro.

“CATOLIZAR” LA CATÓLICA: LAS “PERIFERIAS

Pero vayamos más al fondo. En coherencia con esa palabreja tan estimada, “periferias” Francisco debió proponerse como objetivo de su misión pastoral, el hacer más visible la universalidad, la “catolicidad” de la Iglesia, la institución querida por Jesús para extender por el mundo su encargo final: “Id y predicad por todo el mundo lo que os he enseñado en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (final, con ligeras variantes, de los evangelios sinópticos).

¿No se ve, en gran medida, a la Iglesia Católica como Iglesia de Occidente, con predominio de los continentes europeo y americano, mientras se mantienen como ciertas “periferias”, las tierras inmensas de África, Asia y Oceanía, donde, sin embargo, la fe en Cristo ha arraigado como resultado de la evangelización de apóstoles como otro Francisco, el Javier (hasta el Japón), o Comboni, en África, y tantos misioneros que han llevado el Evangelio hasta los lugares más extremos de la tierra?

¿Cómo ha destacado Francisco esa universalidad, “catolicidad” de la Iglesia, un tanto velada? Con dos medidas de su programa: los viajes y los nombramientos de cardenales. Salvo algunos países de Occidente (y no como tales naciones sino hacia lugares concretos), los viajes pontificios se han orientado hacia regiones a las que nunca había llegado un Papa: Mongolia, Corea del Sur, Filipinas, Uganda, etc; lugares de los continentes asiático, africano y americano en su mayoría, las Amazonias. Sus reiteradas y amadas “periferias“.

De igual modo, la mayoría de los nuevos cardenales son arzobispos de países extremos y no de la vieja Europa. Estos nuevos purpurados están ahora entre los reunidos en el Vaticano y entrarán en el Cónclave que ha de elegir el nuevo Pastor supremo de la Iglesia, que ahora se percibe en su extensión por todo el ancho mundo de modo más evidente.

“PERIFERIAS” SOCIALES

Más ha querido también Francisco llamar la atención sobre otras “periferias”: los miembros de la Iglesia, los pobres, ante todo, y bastantes hombres y mujeres en condiciones de marginación social. De éstos, hay que destacar su interés pòr incorporar mujeres a órganos relevantes de la estructura eclesial, del mismo Estado Vaticano.

Algunas de las decisiones relacionadas con este horizonte marginal, han despertado fuertes censuras dentro mismo del episcopado, sobre todo europeo, hasta calificar de herejía ciertas medidas de apertura a sectores de la sociedad estimados como incompatibles con la recta doctrina y tradición eclesial católica. No vamos a entrar en su análisis ni a calificarlos. Estamos sólo mostrando, con visión fenomenológica, rasgos característicos del proceder del papa Francisco.

SOBRE EL NUEVO PASTOR: EL CÓNCLAVE INMEDIATO

En los días en que se están reuniendo los cardenales, electores y no electores, en congregaciones donde se dialoga y pondera cómo debe ser el nuevo Pontífice, se sabe de eminentes y prestigiosas figuras de purpurados que estiman deber de conciencia el llamar la atención para que se elija una personalidad capaz de rectificar los que consideran errores del Papa fallecido, aunque prosigan los aspectos positivos de su pontificado.

Por nuestra parte, basten estas “notas” para poner de relieve la singularidad que, en su quehacer, ha mostrado el papa Francisco con energía y a la vez serenidad dignas de admiración, como se ha evidenciado en la innumerable presencia de autoridades y personas de toda condición, en la visita a sus restos mortales en la basílica vaticana y en el funeral celebrado en la plaza de San Pedro.

Nos corresponde a los creyentes en la misión universal de la Iglesia Católica querida por Cristo para la salvación del mundo, hacer intensa oración para que sea la inspiración del Espíritu Santo y no las conveniencias personales la que guíe la decisión de los máximos responsables de esta Iglesia al votar la persona que deba continuar pilotando la nave divina y petrina para gloria de Dios y bien de la Humanidad.       

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *