Los nuevos aranceles de Trump son estratégicos y no cortoplacistas

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Más allá del histriónico estilo de comunicación de Trump, lo que nadie quiere entender es que EE. UU. tiene un serio problema económico y comercial, debido al descontrol de las políticas monetarias, presupuestarias, belicistas y arancelarias que se han llevado hasta ahora.

Los nuevos aranceles de Trump no son solo un ajuste comercial, sino que pretenden ser el desencadenante de un reajuste mucho más integral de la economía americana.

LA SITUACION EXTREMA DE EE. UU.

EE. UU. tiene una deuda de 36 billones de dólares, el 124% sobre su PIB, mayor que la deuda que tenía tras la II Guerra Mundial. Durante décadas, EE. UU. ha alimentado el fuerte crecimiento de su PIB con deuda. Su economía está enganchada a esa droga. Sin cambios estructurales, la deuda alcanzará el 134% sobre el PIB en 2035. Actualmente, el gasto por intereses que genera esa deuda es de aproximadamente 1,2 billones de dólares, más que todo el presupuesto militar y de defensa de EE. UU. y cercano al gasto en pensiones o en sanidad. El déficit público fue de 6,2% en 2023, del 6,4% en 2024 y ceteris paribus se espera que sea del 6,8% en 2025.

EE. UU. ha perdido su base industrial frente a China y, en parte, frente a Europa. Su déficit comercial de “bienes” es de 1,212 billones de dólares en 2024, frente a los 1,062 billones de 2023, un crecimiento del 14%, y continúa incrementándose en 2025. De los 36 billones de dólares de deuda, 9,2 billones vencen en 2025 y casi 6 billones en 2026. La inflación persiste. Los gastos militares están disparados. Las ayudas a los países en desarrollo (USAID) se habían convertido en un completo descontrol y en un coladero en el que cada año robaban decenas de miles de millones unas pocas organizaciones supuestamente no gubernamentales.

Si Trump no hace nada para cortar la sangría radicalmente, en breve EE. UU. podría entrar en riesgo de default, generando una recesión a nivel mundial.

Los aranceles no son un ajuste comercial, sino un primer paso del reajuste integral que necesita EE. UU.. El anuncio de ayer pretende ser el inicio de esos cambios, juntamente con los recortes del USAID y de DOGE, y la búsqueda del fin de la guerra.

El recorte de tipos también es uno de los principales objetivos. Si los 9,2 billones de dólares que deben refinanciarse en 2025 se refinancian a 10 años, cada 50 puntos básicos que se consigan rebajar en el tipo de interés supondrán un ahorro aproximado de 46.000 millones de dólares anuales. Por tanto, el equipo económico de Trump quiere reducir los tipos de interés a toda costa, para generar margen fiscal.

BARRERAS AL LIBRE COMERCIO NO ARANCELARIAS

Una de las grandes falacias de occidente es el “libre comercio”. La mayoría de los países no solo tienen aranceles medios más altos que Estados Unidos, sino que ocultan sus verdaderas barreras al libre comercio (frente a los productos de EE. UU. y frente a los del resto de países) detrás de costosas restricciones de entrada, con cuotas, controles de precios, requisitos de elegibilidad, regulaciones de envases y etiquetado, etc., cuya carga es mucho mayor que el de los aranceles.

Un claro ejemplo de barreras no arancelarias es el sector químico, en el que España es un importante exportador a nivel mundial (por volumen, el sector químico es el segundo o tercer sector exportador de España). Los aranceles de base en este sector son relativamente parecidos: 3% en EE. UU. y 4,3% en Europa. Sin embargo, la regulación del sector químico de EE. UU., denominada TSCA, es mucho menos restrictiva a las importa iones que la regulación de la Unión Europea, denominada REACH.

Los estrictos requisitos de REACH, que incluyen obligación de todo tipo de registro pre y post fabricación, autorización, representación oficial acreditada en la UE, etc., restringen drásticamente las importaciones de productos químicos al aumentar los costos y la complejidad administrativa a la hora de comercializar productos para los exportadores no pertenecientes a la UE. Esto es especialmente lacerante para las medianas empresas exportadoras, tanto las estadounidenses como de otros países. La TSCA americana, por el contrario, con su enfoque basado en certificaciones (meros trámites) e inventarios, es mucho menos restrictiva y más ágil, facilitando las importaciones y apoyando un entorno comercial más abierto.

Ambas regulaciones TSCA (US) y REACH (UE) están pensadas como «listado de substancias / ingredientes elegibles». Si un ingrediente no está “TSCA listed”, con el adecuado esfuerzo administrativo-burocrático se consigue que sea elegible para ser vendido en EE. UU., independientemente del origen geográfico del mismo. Pero con REACH no es así. Si el origen de un ingrediente es NO europeo, en la práctica es casi imposible obtener aprobación para su venta en Europa. Solo se puede conseguir asumiendo unos costes tan desmesurados que hace inviable el “business case” incluso para las grandes multinacionales.

En resumen, REACH es una regulación híper-proteccionista que hace que sea imposible de comercializar en Europa cualquier producto químico cuyos ingredientes no sean de origen europeo. Sin embargo, la regulación americana TSCA es un simple registro en el que, sin atender al origen, se puede conseguir listar casi cualquier componente, ateniéndose únicamente a criterios técnicos y trabajo administrativo especializado, lo que facilita la exportación.

El resultado es que Europa (y España) pueden exportar con relativa facilidad sus productos químicos a EEUU, pero EEUU no puede exportar la gran mayoría de los suyos a Europa.

RECUPERAR LA BASE INDUSTRIAL

La deslocalización radical de la fabricación ha hecho que, a la larga, la innovación (que era el coto vedado de caza de EE. UU.) haya viajado con ella, de modo que las invenciones americanas han sido copiadas. Por eso China ahora es más poderosa que EE. UU., tanto en base industrial y fabricación como en innovación.

Trump desea que los aranceles actúen como detonante para la reactivación de su industrial nacional. La idea es encarecer las importaciones, para que los productores domésticos estadounidenses incrementen sus ventas. Pero las fábricas estadounidenses no pueden ampliar su capacidad de producción de la noche a la mañana. Por lo tanto, a corto plazo los consumidores podrían enfrentarse a precios más altos.

El gobierno de Trump reconoce esto y sabe que los beneficios serán solo visibles a partir de 2026. Por ello ofrece cierto alivio con recortes de impuestos, para ayudar a compensar la carga económica de los hogares.

Y, aunque las guerras de divisas son siempre arriesgadas, todo esto podría generar también una devaluación del dólar que abarate las importaciones aun manteniendo los aranceles.

Los aranceles también generarán ingresos para EE. UU.. Se estima que EE. UU. podría recaudar entre 700 y 1.000 millones de dólares adicionales cada año. Esto para EE. UU. es el chocolate del loro, pero le da al Tesoro un poco de margen de maniobra, especialmente si se combina con recortes del déficit y resto de medidas.

No obstante, si las cadenas de suministro industrial de EE. UU. no logran ponerse al día rápido, o si se producen represalias globales, la inflación podría subir todavía más. Y si eso sucede, la Fed podría verse obligada a subir los tipos, lo que arruinaría el plan de bajar la carga financiera.

La crítica más habitual es que la imposición de aranceles no debe hacerse antes de desarrollar la capacidad industrial para reemplazar las importaciones. Pero eso es si se asume que los aranceles son el objetivo final. Y no lo son. Son simplemente el pistoletazo de salida: una manera de forzar a ponerse en marcha, tanto a la industria de Estados Unidos como al resto de países, para forzar ajustes regulatorios comerciales a nivel mundial.

GEOPOLÍTICA

Antes de los aranceles, el equipo de Trump anunció un reinicio del orden global: anunció el control de la financiación sin límites de la OTAN, enfrió las relaciones con la UE, y abrió conversaciones diplomáticas con Rusia, Arabia Saudita, etc. Los aranceles ahora sirven como una palanca más para forzar la negociación de las regulaciones que restringen el libre comercio, especialmente aquellas que impone China y Europa, con el fin de reequilibrar la maltrecha balanza comercial de EE. UU..

Se esperan numerosos acuerdos bilaterales en los próximos meses. Se reducirán los aranceles para los países que ofrezcan concesiones estratégicas y regulatorias en materia comercial, de seguridad o industrial. Todos los países verán perjudicadas sus exportaciones a EE. UU. hasta que se decidan a negociar.

China es el principal objetivo. China ya no es un país pobre. Es un estado rico y con gran capacidad, que inunda los mercados con sus exportaciones, apoyado en un valor de su moneda artificialmente bajo. Trump quiere utilizar los aranceles para forzar la apreciación de la moneda china.

Trump quiere presionar a Europa también para que reduzca su dependencia de China y negocie sobre Ucrania. También India podría verse obligada a reducir sus aranceles y a alinearse con Estados Unidos. México y Canadá podrían enfrentar sanciones adicionales para combatir las rutas de tráfico de fentanilo.

Los aranceles que ahora ha impuesto Trump son una estrategia de negociación para equilibrar su balanza comercial. Y también una forma de devaluar el dólar para promover sus exportaciones.

El primero que lo ha entendido es Milei, que ya está negociando para las importaciones americanas 0% de aranceles (así como cero restricciones no arancelarias) a cambio de que Trump rebaje también sus aranceles al 0% para las exportaciones argentinas a EE. UU..

En la economía estadounidense es probable que se beneficien los sectores del acero, la automoción y los textiles, industrias que conforman la base de la política económica de Trump. Pero la tecnología, el comercio minorista y la construcción, sectores más dependientes de las importaciones podrían verse perjudicados. No obstante, los aranceles no causan inflación necesariamente. Es la política monetaria la que la causa. Por ejemplo, China tiene una baja inflación a pesar de imponer unas altas barreras comerciales a las importaciones.

ESTA ES LA (ARRIESGADA) APUESTA POLITICA

Quedan menos de 18 meses para las elecciones federales intermedias. Los votantes no responden a estrategias, sino a precios, empleos y economía. Si los empleos se recuperan con la suficiente rapidez y la inflación se mantiene bajo control, los aranceles serán una medida agresiva pero efectiva. Pero si los precios se disparan y la creación de empleo se retrasa, la estrategia será muy contraproducente, también políticamente.

Así que está es la carta a los Reyes Magos de Trump:

→ Los menores tipos alivian el muro de la deuda

→ Los recortes del gasto restablecen la disciplina fiscal

→ Los aranceles impulsan el crecimiento interno y la recuperación de la industria

→ Y la geopolítica se reescribe a favor de Estados Unidos

Es una política de shock, una disrupción por diseño, no carente de enormes riesgos. Si funciona, será un éxito rotundo. También para el libre comercio.

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