El espectáculo de la impotencia de las democracias

Las democacias no saben defenderse y son facilmente ocupadas

Pedro de Tena

Libertad Digital

18/08/2024

Probablemente sea la intervención del embajador de Uruguay ante la OEA, Washington Abdalá, “El Turco”, la que resuma la historia que estamos viviendo de impotencia de las democracias frente a sus enemigos internos y externos. En el caso de la dictadura venezolana, disfrazada de democracia en la que se roba lo público y lo privado, se descartan opositores o los elimina sostenida por un poder militar y la cúpula de las instituciones ocupadas, ¿qué es lo que se no se entiende?

Lo que no se entiende es lo que está siendo un espectáculo. Como precisó Isaiah Berlin leyendo a Tolstoi, una cosa son los discursos y recursos analíticos de quienes no tienen otro papel, ni lo quieren, que cubrir el espectáculo de la impotencia, el extravío y la ceguera y otro bien diferente es la realidad de las vidas individuales de las personas, que importan un pimiento a esos desalmados que mienten continuamente sobre qué es la realidad.

Lo que está siendo verdaderamente un espectáculo no es que Nicolas Maduro, con sus misas negras y los fémures de Hugo Chávez, se niegue a aceptar unos resultados empíricamente demostrables que dan la victoria a sus opositores, María Corina Machado y Álvaro Urrutia. El espectáculo es el que da una sociedad venezolana dominada por una tiranía militar ya descarnada que se muestra como incapaz de arrojar a un narcodictador de su país.

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Lo que es espectacular es la impotencia de las supuestas democracias mundiales, desde Estados Unidos a Europa pasando por lo que de ellas queda en Iberoamérica, para expulsar a un déspota comunista y bolivariano. El que fue capaz de exiliar a ocho millones de venezolanos, de encarcelar o matar a quien le dio la gana, no puede ser despojado de su poder total porque, previamente, se le había permitido alcanzarlo. Ese es el gran pecado. Las democracias no saben defenderse y son fácilmente ocupadas.

Qué espectáculo el de Borrell, el deZapatero, el de Sánchez, el de la izquierda española en su conjunto, el de Kamala Harris y Trump —bla, bla, bla—, el de la Unión Europea y corriente popular democristiana. Ahí va el Papa y presenta las credenciales de su nuevo embajador ¡a Maduro. A todos ellos juntos lo único que les ocurre, con Lula da Silva y otros de voceros, es repetir las elecciones. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta que los falsificadores de actas hayan perfeccionado el arte del fraude electoral?

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Es más, lo más práctico que atisban es prometer la impunidad al monstruo conductor de autobuses. Robos, fraudes, asesinatos, golferíos, expolios, expropiaciones, aviones cargados de maletas con destino a Turquía…todo amnistiado y amnesiado en los juzgados de lo penal si coge su dinero y corre. No importaran sus víctimas, no importaran sus crímenes. No perciben la tragedia que se nos viene encima. Si ello se consuma, ¿democracia para qué, si sus leyes y sus códigos pueden ser desleídos en impudicia moral y cinismo ético?

La realidad que quería hacer aflorar Berlin es la realidad de la verdad histórica y esa verdad lo que ofrece es un espectáculo desolador para las democracias, apenas unos años después en que se las declarara como panacea universal y fin de la historia. La realidad es que lo que avanza en todo el mundo es la pérdida de significado de las palabras derivada de los intereses no de las clases sino de las bandomafias y por ello, del diálogo entre las personas sobre la posibilidad de una convivencia con reglas aceptadas y respetadas por todos.

No sólo es ya que la izquierda heredera del marxismo o los autoritarismos implícitos en el funcionamiento del Estado y de la Nación, se nieguen a aceptar esas reglas y procuren por todos los medios llegar a los gobiernos y mantenerse en ellos al margen de ellas. Es que los que dicen defender la democracia o no saben, o no pueden, o no quieren hacerlo porque su defensa implica decir NO arruinando las expectativas de sus enemigos.

Tomen el ejemplo argentino. ¿Cuántas condenas ha tenido el maltratador demostrado del régimen kirchnerista, Alejandro Fernández? ¿Hay algo más antidemocrático y perverso que la tortura cruel a la propia compañera y madre de sus hijos? ¿Y qué? Ni una palabra de condena del Grupo de Puebla y sus personajes y personajas. ¿Por qué? Porque lo que importa es la confabulación para conseguir y seguir en el poder. Como en Venezuela, como en Cuba, como en la España de Sánchez, con el mal ya avanzado en su interior. ¿Y qué?

Las democracias no se defienden a sí mismas de sus enemigos externos e internos. Ese es el verdadero espectáculo al que asistimos, a la impotencia de su defensa desde Rusia a China, desde París a Inglaterra (lo de la negación del saludo de un británico musulmán a la futura reina –velada—, de Gran Bretaña es de traca), desde América del Sur a África. ¿Por qué? Porque los auténticos demócratas, cada vez menos, ignoran el valor de la defensa propia.

En vez de afrontar la realidad política y social, sigamos dando espectáculos “democráticos” donde los ingenuos sujetos individuales, sus minorías, sus mayorías y sus instituciones aceptadas son abatidas fácilmente por bandas organizadas. ¿O no es ésto lo que estamos viviendo?

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