“Insólitas”: Pero, ¿es que la Encarnación del Verbo para habitar entre nosotros es algo ‘corriente’?. Cada año se nos muestra esta asombrosa realidad, aunque la desacralización de todos los misterios del mundo trascendente (en realidad no hay misterios en los demás mundos), esa neopaganización de las fiestas navideñas les ha hecho perder su carácter de ‘novedad’, aunque todavía en bastantes familias la Navidad no ha perdido su sentido sacro, y se ponen los belenes en los hogares, y se celebra al estilo tradicional (tal vez un poco exagerado) con comidas extra y final degustación de turrones y mantecados. Eso como costumbre habitual.
Más este año ha habido insólitas novedades en mi familia. Desacostumbrados acontecimientos, pero no todos felices y positivos. Ha habido ausencias muy significativas, al haber partido para la otra vida (ciertamente, la vida definitiva, y por ello de matiz no negativo) miembros relevantes, una madre y una tía muy queridas, cuya ausencia se ha notado, porque eran ellas las que llevaban el peso de la celebración, las hábiles cocineras y organizadoras de las mesas celebrativas. Este año nos hemos tenido que ’arreglar’ sin ellas. Nos habrán echado una mano, tan competentes como eran, desde la otra vida
Pero ha habido también acontecimientos felices, alegres, y, de igual modo, inusuales. Desde Mánchester descendió el primero, Eduardo, el más joven de los Fé (además de sus lindas hijas). Este montañés emigrado a la rubia Albión, ejerce felizmente la docencia. Ha venido con Elena, su esposa , y sus dos hijas, Sofía y Victoria. Ha suscitado una reunión familiar en Sevilla, con la presencia de muchos primos, aunque se ha notado la ausencia de los ‘madrileños’, con dificultades para desplazarse.
Y, como observación muy personal, qué asombro el contemplar lo mayores que se han hecho estos ‘nenes’, hace no mucho tiempo bebés. Están crecidos y todos ellos con sus vidas enfocadas al estudio y a incipientes tareas profesionales. Nos hacen tomar conciencia de cómo pasa el tiempo y qué mayores somos los mayores, los que quedamos, pues hay más que se ‘han ido’ que los que permanecemos en este mundo. La vida sigue y hace pasar por el ‘túnel del tiempo’ a cuantos existimos, todavía ‘a trancas y barrancas’. Es la vida, que, cuando este paciente Dios fuera del tiempo decida, recuperaremos en otra dimensión.
¿UNA ‘SCHUBERTHIADE’ en el siglo XXI?
Más tal vez el acontecimiento más inusual y grato lo hayan proporcionado, junto con la comida familiar, la sesión musical que brindaros tres de los más jóvenes miembros de la familia: la violinista Teresa y la nueva figura de la joven compañera del más joven de la nueva generación, Miguel Ángel, hoy ‘recuperado’ para la gran música, con notable dominio del piano. Este muchacho ejerce como profesor en Estados Unidos. Y ha encontrado una joven, Katheryn Ann, que se dedica a la música y domina varios registros: estudia con provecho un master de canto, clarinete y piano.
Pues bien, en la tarde del día de Reyes nos brindaron una sesión deliciosa, en la que Katherying interpretó, con brío y brillantez, la sonata 10 para piano, de Beethoven, y cantó el Ave María de Bach-Gounod, acompañada al piano por su ‘novio’. Lució una espléndida voz de soprano, con notable calidad musical. Por fin, entre las dos chicas nos obsequiaron con la preciosa obra de Massenet “Thais Meditation”, que rebosa exquisita delicadeza. La interpretación fue impecable.
La familia, reunida junto al antiguo piano familiar de “Villa Consejo” (que tantos recuerdos entrañables me evoca de las manos de las tres hermanas Fé, María (mi madre), Amelia y Elena, en obras de Albéniz, Granados, Falla, y tantos ‘cuplés’ de años pasados), me sugirió la imagen de aquellos antiguos grabados decimonónicos en los que jóvenes y mayores escuchaban extasiados las interpretaciones de un Schubert y un Chopin en pequeños salones de las casas burguesas, que, en le caso del joven vienés, Franz Schubert, llegaron a tener nombre propio: “schuberthiade”. Una delicia revivida y rememorada en el siglo XXI por una familia amante de la buena música, como espléndido regalo de Reyes Magos.
Aquella sesión, por añadidura, me trajo a la memoria las personas del mini-trío filarmónico del venerable Colegio Mayor San Juan de la Cruz. Los que aún viven: Rafael, Luis y Juan Antonio, conmigo. ¡Qué grato recuerdo me sugirió el pensar en la ‘noble envidia’ que sentirían!, y cómo hubieran disfrutado en medio de este grupo de aficionados a la gran música, el ‘cuasi celestial’ universo que introduce en las más altas regiones del espíritu a quienes hemos tenido la dicha, la ’gracia’, de ser ‘tocados’ por la mano de Dios, como precedente de lo que podemos esperar tras la travesía de la ‘cañada oscura’, aunque nos guíe el bastón del Pastor supremo, pero en cuyo tránsito vibrará en nuestra sensibilidad la excelsitud de las sublimes creaciones de los inmortales: Bach, Monteverdi, Beethoven, Schubert, Schumann, Brahms y Mahler (para no hacer interminable el recuerdo de estos maestros investidos por Dios con el don de la genialidad, que los hace inmortales).
Sí, ante esta maravilla vale decir: ¡Feliz Año Nuevo!.