El American Sábado 18 de Junio 2022
Injustamente conocida por ser la cuna de infames narcotraficantes, Colombia tiene una rica tradición de solidaridad, ingenio y resiliencia.
En Europa, Polonia se ha encargado principalmente de acoger a los ucranianos que huyen de la guerra. En América Latina, ha sido Colombia quien ha abierto los brazos a los millones -sí, millones- de venezolanos que escapan de la sanguinaria dictadura comunista de Maduro. Y ni siquiera es la primera vez que Colombia lo hace. Ya en 1864, cuando Argentina, Uruguay y Brasil le declararon la guerra a Paraguay, Colombia no se limitó a protestar por el conflicto, sino que ofreció la ciudadanía a todos los paraguayos que pisaran suelo colombiano.
Mañana, Colombia tendrá que enfrentarse a otro desafío, el más duro en generaciones. Los colombianos deben elegir entre el exguerrillero Gustavo Petro y el populista Rodolfo Hernández.
Es difícil, como mínimo, votar por alguien como Hernández. Dependiendo del tema, Hernández escoge ideas de la izquierda, la derecha y la extrema derecha. Por muy malo que sea -y es bastante horrible- es mejor que Petro. Así de difícil la tienen los colombianos en este momento.
Soy originalmente de Uruguay. En 2010, el también exguerrillero José Mujica llegó a la presidencia del país. Ningún otro presidente, de izquierda o de derecha, perjudicó tanto a la nación. Ningún otro presidente, de izquierda o de derecha, ha sido tan divisivo. La administración de Mujica hizo algo particularmente malvado, más allá del manejo de la economía o de las políticas específicas que a tal o cual grupo le puedan desagradar. Mujica nos quebró, y desde entonces estamos luchando por reunirnos.
Un exguerrillero, si se piensa bien, solo puede dividir a la sociedad. Los líderes radicales, explícita o implícitamente, provocan comportamientos radicales. Se trata de personas que no creyeron en las instituciones en primer lugar. Y sí, por supuesto, la gente puede cambiar y lo hace, pero no se vuelve de amenazar abiertamente una democracia estable. No están capacitados para dirigir naciones, porque no comprenden su pluralidad, sus mecanismos y sus recursos institucionales.
Hernández será difícil de digerir, pero en el peor de los casos, todo habrá terminado en cuatro años. Con Petro, sin embargo, dadas sus profundas conexiones con la dictadura de Venezuela, eso no está tan claro. Empieza poco a poco: una ligera modificación en la Constitución por aquí, otra por allá… y tendrás a Petro o a sus secuaces durante décadas.
América Latina no puede permitirse otro golpe en la cara. Así que colombianos, no lo hagan.
Que tengan un excelente fin de semana,
Priscila Guinovart
Editora