Los agujeros del censo

Luis Arroyo Galán, inventor de la Telemática

Cada vez que se realiza una consulta electoral , saltan a la palestra los errores del censo, que no dejan votar a los vivos y ofrecen una papeleta inútil a loa fallecidos.

Hace mas de un siglo también se producían estos problemas, pero, si en la actualidad su causa hay que buscarla en la mala utilización de la tecnología disponible, en el siglo antepasado eran debidos a la carencia de medios técnicos adecuados.

En Estados Unidos, el censo de 1880 se realizó a mano, los resultados no se obtuvieron hasta ocho años más tarde, y para entonces de poco servían ya.

Durante aquellos años, un joven ingeniero de la Oficina del Censo, Herman Hollerith, se dedicó a estudiar el problema de la tabulación estadística. Con un tesón admirable, y siguiendo el mismo principio que inspiró a Charles Babbage, el telar de Jacquard, puso en marcha una tecnología que cambiaría el mundo.

Herman Hollerith nació en Buffalo, Nueva York, el 29 de febrero de 1860. De su infancia el único dato que destacan sus biógrafos es su fobia por la ortografía, que le llevó a saltar por una ventana de la escuela para refugiarse en su casa. A pesar de este salto gramatical, fue un buen estudiante, terminó su carrera en la universidad y se colocó inmediatamente en la Oficina del Censo.

La leyenda negra del jefe incluye su papel de secante para cualquier buena idea de sus subordinados. En nuestra historia el estereotipo no funcionó , pues, en una tarde de domingo, tomando el té en casa de su director, que más adelante se convertiría en suegro, Hollerith decidió desarrollar un ingenio para tabular los datos del censo.

Viajando en tren y viendo al revisor “picar” los billetes, se le ocurrió la idea de emplear cartulinas rectangulares en las que registrar la información mediante perforaciones.

El carácter aislante del cartón impide que un punzón apoyado sobre la superficie de la cartulina toque con una plancha que se encuentre debajo de esta. De forma tan simple se convierte en señal eléctrica el contenido de la cartulina: las perforaciones generan impulsos de corriente, mientras que la ausencia de ellas no produce señal.

Parece ser que este concepto lo heredó Hollerith del telégrafo de Émile Baudot. Las tecnologías informática y de telecomunicaciones nacieron para vivir juntas y ya vemos lo temprano de esta convivencia.

El censo estadounidense de 1890, que resultó ser de 62.622.250 ciudadanos, se realizó con los equipos de Hollerith en la cuarta parte del tiempo que se requería por procedimientos manuales. El éxito de este trabajo hizo que la idea se extendiera primero por Canadá, luego en Europa occidental, e incluso Hollerith llegó a firmar un contrato con Rusia para realizar allí el primer censo, que tuvo lugar en el año 1897.

La aplicación de estos equipos no quedó reducida al ámbito de la tabulación poblacional, si no que se extendió a otros campos. Un mayorista fue capaz de llevar un inventario continuo con estos equipos, y una compañía de seguros contra incendios calculó con ellos los riesgos de sus pólizas.

Convencido de la utilidad práctica de sus máquinas, Hollerith creó en 1896 una empresa llamada Tabulating Machines Co. que, unos cuarenta años más tarde, se convertiría en la multinacional IBM.

Por aquel entonces, James Powers, competidor de Hollerith en equipos de tabulación, creó una compañía denominada Powers Accounting Machine Co. que, a la vuelta de los años, se convertiría en UNIVAC.

Estos dos colosos hunden sus raíces en los “agujeros” que les valieron a Hollerith y Powers el título de pioneros de los equipos con tarjetas perforadas.

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