Autor: Carlos María López-Fé y Figueroa
Doctor en Psicología Social y Profesor jubilado de la Universidad de Sevilla
Los medios de comunicación nos tienen puntualmente informados de la incesante erupción del volcán Cumbre Vieja, en la canaria isla de La Palma, fenómeno que ha adoptado las más diversas y peligrosas formas. El día 25 de octubre aparecieron dos o tres comentarios de Twiter, unos con invocaciones repletas de reverencial súplica, y otros con referencia a textos del libro de los salmos. Las primeras para rogar a Dios compasión (y termina: “Por Jesucristo, tu Hijo”) y las otras citan versos de dos salmos, que copio aquí:
“Si miras la tierra, ésta tiembla; si tocas los montes, echan humo” Salmo 103 (104), 32.
“Señor, inclina tu cielo y desciende; toca los montes, y echarán humo;”. Salmo 143 (144), 5.
A estos versos añado otros textos bíblicos, como base de mi comentario:
“El mundo de entonces pereció anegado en el agua, mientras que los cielos y ta tierra actuales están reservados por la misma palabra para el fuego” 2 Pe 3, 7.
Vi en el cielo otra señal grande y maravillosa: siete ángeles que tenían siete plagas, las postreras, porque con ellas se consuma la ira de Dios… Del templo oí una gran voz que decía a los siete ángeles: ‘Id y derramad las siete copas de la ira de Dios sobre la tierra” Apoc 15, 1.
¡Vaya párrafos, los de los salmos, que podemos calificar de ‘proféticos’!. ¿No son la expresión de lo que estamos viendo cada minuto por los más diversos canales informativos? Que la tierra, ella tiembla… ¿Cuántos cientos de movimientos sísmicos se han registrado desde que comenzó la erupción?. Y si Dios toca los montes, echan humo. Y no sólo echan humo, sino fuego, lava y cenizas en continuas coladas, por nuevas bocas, que con espantosos ‘bramidos’, arrojan llamaradas incesantes y columnas de humo de varios kilómetros de altura.
La destrucción que provocan las coladas de lava afecta a miles de edificios, terrenos agrícolas, espacios de ocio y carreteras; con una desoladora consecuencia humana: Miles de personas evacuadas, muchas de las cuales han perdido absolutamente todo (“Es mi vida, no sólo el presente, sino el pasado”, decían algunos en su impotente desolación). Es verdad que ha habido un desbordamiento mundial de solidaridad, con envío de víveres del más diverso carácter, pero esto no anula, aunque algo pueda paliar, la desastrosa situación provocada. La vista de los barrios con casas y calles cubiertas de ceniza es terrible. Es un nada bonito espectáculo, que recuerda las consecuencias de la copas de la ira de Dios arrojadas sobre la tierra (véanse los capítulos 15 y 16 del Apocalipsis).
Por otro lado, ¡cómo contemplamos la impotencia de la ensoberbecida ciencia y tecnología modernas!, tan ufanas de su poder. Lo más que pueden hacer los ingentes medios puestos en juego es calibrar, medir, investigar características de todo lo que la erupción comporta, pero ¿remediar, aminorar, parar la candente potencia de las coladas, que incendian todo (¡cómo vimos derrumbarse la torre de la iglesia de Todoque!), hasta precipitarse en el mar. Nada pueden ingenieros, vulcanólogos, físicos y demás profesionales expertos, muchos de los cuales expresan su desaliento ante el furor de la naturaleza desatada. No conocíamos tan cerca de nosotros un fenómeno físico de esta magnitud. Los tifones, tsunamis, erupciones, terremotos y otras calamidades resultaban algo lejano, vistos en los noticiarios. Lo mirábamos como algo propio de esos territorios, aunque la abundante información nos mostraban aquellas calamidades y el pavor de sus habitantes; pero no nos afectaba en lo vivo, como ahora.
Estamos en la época histórica en que se ha producido el silencio social de Dios, como ha denunciado un ilustre teólogo español. Y Dios también llevaba mucho tiempo callado, y sus ministros en denunciable silencio, mientras los engreídos habitantes de este mundo, en especial los de la autosuficiente sociedad de la postmodernidad, nos ufanamos de nuestra sabiduría y nos dedicamos a planificar políticas a menudo rebosantes de cínico descaro. Tal desatino está sucediendo en esta España, caída en manos de una cuadrilla de insolentes incapaces, mientras la casi totalidad de quienes prefieren valores de mayor altura se pliega cobardemente a los chulescos embusteros, en una actitud de abandono de esos valores.
Pues ahora asistimos, entre impotentes, aterrados y confusos, a este fenómeno natural que parece no cesar. Y surge una idea, tal vez absurda: ¿No será esta calamidad la expresión de lo que la Biblia denomina “la cólera” y “la ira” de Dios”, que habla con el más terrible de sus lenguajes? Una actitud de sensiblera compasión ha edulcorado la imagen divina legada por la herencia judaica, figura asumida por el credo cristiano. Léanse esa carta de Pedro y el final del Nuevo Testamento, el Apocalipsis, para salir de tal ‘beatería’, que olvida la veracidad de una imagen, la del Dios celoso y colérico, que acaba reaccionando ante la suicida y culpable apostasía que pretende construir la existencia negando la radical referencia (y dependencia) a ese Ser creador y mantenedor en su ser de toda esta realidad del Cosmos y sus inteligentes habitantes. Este drama en que se precipita el ser humano, como la imparable fuerza de las coladas, es lo que expresan esas voces de personas aterradas, con su referencia bíblica al más destructor de los elementos naturales, el fuego.
Esperemos. ¿Y si el volcán canario no cesara de arrojar toneladas de magma, enormes piedras y cenizas mientras permanezcan en el plano dirigente de la vida española esta cuadrilla de auténticos enemigos del bien común, que se lucran arteramente de su asiento en el gobierno? Parece un disparate paranoide el pensar que eso sea posible. ¿Tendríamos que concluir que la ‘cólera de Dios’, agotada su casi inagotable paciencia, se ha desbordado? No cabría más freno que la oración, y en el plano político el acceso a los puestos de gobierno de personas dispuestas a poner en juego actuaciones inspiradas en los valores del humanismo cristiano. Pero, ¿las hay en realidad?
Carlos María López-Fé y Figueroa
Doctor en Psicología Social y Profesor jubilado de la Universidad de Sevilla
28/10/2021
6 comentarios en «El volcán de La Palma y la cólera de Dios»
Gracias por compartir Luis. Si Dios se expresa desde la cólera, quizás no sea Dios. Yo siento más al novio que llega en mitad de la noche sin previo aviso
Esto que sigue tomado de Wikipedia…..Sucederá entonces con el reino de los cielos como lo que sucedió en una boda: diez muchachas tomaron sus lámparas de aceite y salieron a recibir al novio. Cinco de ellas eran despreocupadas y cinco previsoras. Las despreocupadas llevaron sus lámparas, pero no llevaron aceite para llenarlas de nuevo; en cambio, las previsoras llevaron sus botellas de aceite, además de sus lámparas. Como el novio tardaba en llegar, les dio sueño a todas, y por fin se durmieron. Cerca de la medianoche, se oyó gritar: “¡Ya viene el novio! ¡Salgan a recibirlo!” Todas las muchachas se levantaron y comenzaron a preparar sus lámparas. Entonces las cinco despreocupadas dijeron a las cinco previsoras: “Dennos un poco de su aceite, porque nuestras lámparas se están apagando.” Pero las muchachas previsoras contestaron: “No, porque así no alcanzará ni para nosotras ni para ustedes. Más vale que vayan a donde lo venden, y compren para ustedes mismas.” Pero mientras aquellas cinco muchachas fueron a comprar aceite, llegó el novio, y las que habían sido previsoras entraron con él en la boda, y se cerró la puerta. Después llegaron las otras muchachas, diciendo: “¡Señor, señor, ábrenos!” Pero él les contestó: “Les aseguro que no las conozco.” Manténganse ustedes despiertos —añadió Jesús—, porque no saben ni el día ni la hora. ≫
Mateo 25:1-13 (DHH). Un abrazo
Un ángulo muy interesante de ver esta compleja situación.
Me a gustado mucho todo el comentario y tiene mucha razón esto que esta pasa do en Palma es la ira y cólera de Dios solo los que creemos en Dios sabemos lo que esta por venir
Ante estos fenómenos de la naturaleza el alma se empequeñece y solamente podemos refugiarnos en nuestra fe.
Me parece estupendo, Carlos, tu trabajo tanto por el contenido como por la forma. Una vez más me maravillo de tu erudición y perspicacia para enlazar y referir acontecimientos. Seguro que Dios estará un poco harto de su criatura humana si es que tal circunstancia se puede dar en su “esencia” (¿?). Algo habrá cuando los salmos del buen Rey David, el Apocalipsis escrito por el discípulo amado y la epístola del gran apóstol Pedro, mencionan y previenen de ese posible hartazgo.
También es verdad que nuestra sociedad se olvida de Dios, lo silencia, como bien dice González de Cardedal y ya Nietzsche se atrevió a anunciar su muerte hará más o menos ciento treinta años y sugerir una nueva trascendencia, “el superhombre “y la “voluntad de poder” como su motor para no caer en el nihilismo (digo yo) a donde nos quieren llevar los nuevos profetas de la postmodernidad. Sin embargo me gustaría hacer algún comentario, que no disidencia.
Es una gran calamidad lo que está sucediendo en la isla de la Palma con familias que lo han perdido todo: el presente y el pasado y a lo peor el futuro; admirable la solidaridad de tanta gente, menos admirable la de los poderes públicos con la lentitud y escasez de las ayudas prometidas. Cualquiera se indigna, no sé si hasta el mismo Dios, de lo que está sucediendo y sucederá en España por obra y gracia de unos gobernantes y clase política y dirigentes de todo tipo que sólo se ocupa de sus particulares intereses y que parece vivir ajena a las necesidades del pueblo que los mantiene ( no obstante hay cerca del treinta por ciento de españoles que hasta ahora los han sostenido, ¡ ¡qué país!! ).
Asociar esta calamidad y calamidades a una muestra de la cólera de Dios, me parece excesivo. Hay que considerar que nuestro planeta y todo el Cosmos son entes vivos, están haciéndose lo mismo que nosotros mismos. La Tierra se ha ido formando con fuego y turbulencias terribles a lo largo de miles de millones de años. Las propias Islas Canarias son fruto de erupciones volcánicas y nadie puede garantizar que el proceso haya concluido, como sucede en muchas zonas de Europa y del resto del planeta. Estas turbulencias han arruinado hasta civilizaciones . Es bien conocida la erupción en el siglo XVI a.de C, del volcán y posterior tsunami que asoló y destruyó gran parte de la isla de Thera, hoy Santorini, que llegó hasta Creta y prácticamente acabó con la civilización minoica y se lo puso en bandeja a los entonces cuasi bárbaros micénicos, tsunami que incluso alcanzó el delta del Nilo en Egipto y ¿sus famosas plagas?. El terremoto que casi destruyó Lisboa y cuyo tsunami llegó a Huelva y Galicia., el Krakatoa en Indonesia hace unos años. El ultimo terremoto y tsunami en Japón, etc etc. Se me ocurre que los dinosaurios desaparecieron en una época en la que la Humanidad no estaba.
Ese es el verdadero mal llamado cambio climático. ¿Dios lo permite? ¿ Es un continuo proceso creador que evidentemente no sigue la simplificación del Génesis? ¿No han sido mucho más destructivas las múltiples guerras de nuestro siglo XX ¿Castigos de Dios?, quizás (¿?). También es verdad que nos han vendido un Dios como un desiderátum de amor y misericordia, porque ciertamente lo necesitamos y El mismo se inmoló en Jesucristo, pero hay más.
Sobre la soberbia de la ciencia no estoy tan convencido; serán soberbios muchos científicos, seguro, pero hay múltiples ejemplos de lo contrario. Los científicos usan lo mejor que Dios mismo otorgó a sus criaturas humanas, la razón, la capacidad de pensar y escudriñar en los múltiples misterios que hay en la gran creación divina y saben, estoy seguro, que solo aportan un poquito de esclarecimiento de esos misterios que dejan de serlo para el bienestar humano. No disiento, Carlos, de tus sugerencias, pero me gusta matizar o dar la lata. En fin, todo un placer poder dialogar y decir cosas que probablemente son obviedades, en una tarde de cierto relax.
Rafael, muchísimas gracias por tus muy interesantes comentarios.